SOMALIA.- Tras ser violada por un conductor de mototaxi, Fátima, una somalí de 14 años, al contrario de su agresor, pasó un mes en prisión acusada de prostitución, la ocasión para que un policía la violara de nuevo.
En Somalia, país ultraconservador del Cuerno de África, las agresiones sexuales son frecuentes y pocas veces implican acciones judiciales. Y, como Fátima (un seudónimo), las víctimas terminan a menudo en el banco de los acusados.
"Luchamos por cambiar esta actitud consistente en culpar a las víctimas", explica Fartuun Adan, quien gestiona el Centro Elman para la Paz y los Derechos Humanos en Mogadiscio, donde las agredidas sexualmente pueden encontrar refugio, cuidados y apoyo. "Los violadores deben sufrir las consecuencias", añade.
Fátima, una adolescente de casi 1,50 m, fue criada por su tía en uno de los despojados campos de desplazados de la capital somalí. Cuando no está en la escuela coránica, la adolescente fabrica y vende caramelos con su tía. De camino a uno de sus puntos de venta, el conductor del mototaxi la llevó a un lugar aislado y la violó.
Alertados por el ruido, los policías detuvieron a la adolescente y a su agresor, pero este último quedó rápidamente en libertad y Fátima fue acusada de prostitución. "La policía me detuvo y me dijo que yo era la culpable", murmura.
Durante un mes, su tía intentó que liberaran a su sobrina, quien se mostraba taciturna y le decía que la considerara "muerta". Durante su detención, uno de los policías violó de hecho a Fátima de manera reiterada.