SANTIAGO.- Inspirada en la obra homónima de Platón, el portugués José Saramago entrega su particular y descarnada visión sobre la sociedad contemporánea a través del mito del filósofo griego con la novela "La caverna" (Alfaguara), que acaba de llegar a las estanterías chilenas.
Y este título no escapa a la norma literaria del autor de "El evangelio según Jesucristo", si consideramos que ofrece, nuevamente, ese pesimismo ante lo que él llama la "obscenidad máxima" de la Humanidad: morir por hambruna. Y en "La caverna", Saramago reflexiona sobre las paredes que el propio ser humano se pone para no ver a su alrededor.
"Lo que es obsceno no es la pornografía sino morir de hambre, es la máxima obscenidad. La Humanidad permite que la gente, es decir la Humanidad, se muera de hambre. El mayor gasto en Europa son los cosméticos, con ese dinero se podría resolver el problema sanitario del mundo. Vivimos de una forma totalmente esquizofrénica: obsesión por el cuerpo, limpio, oloroso, cuidamos de esa cosa preciosa, del cuerpo, y vivimos en la basura. Si envían un aparato a Marte, me imagino que es más fácil llegar a nuestro semejante", sostiene.
La historia nació de una extraña visión en un trayecto vehicular entre Lisboa y un bucólico pueblo; Saramago observa un cartel anunciando la pronta apertura de un centro comercial.
"Lo he visto sin ventanas, espacio cerrado, como una caverna, la de Platón, donde lo virtual se convierte en realidad. Una enorme contradicción, es como hablar de realidad virtual. Entramos y vivimos en la caverna, con tres polos claves en la formación de la mentalidad: el shopping, la discoteca y el estadio, ahí se forma la mentalidad nueva", recordó tiempo atrás el Nobel 1998 en una visita a Chile.
De ahí surgió este texto y la analogía entre un centro comercial gigantesco y una pequeña alfarería. En sus páginas, se descubre "un mundo en rápido proceso de extinción y un modo de vivir que cada vez va siendo menos el nuestro", plantea su casa editorial.
Con esta novela el escritor portugués concluye su "trilogía involuntaria" -como él mismo denomina-, que se inició con "El ensayo sobre la ceguera" y "Todos los nombres", obras en las que también se repite una visión pesimista del mundo.
Si la primera fue "una metáfora sobre la pérdida de la razón", en la segunda hay una "búsqueda del amor". Ahora, el propio Saramago se encarga de referirse a su reciente producción: "Es la vía de escape que está en nosotros si queremos encontrarla".
Y agrega respecto de la felicidad, el thelos de cualquier ser humano: "Tengo todo para estar contento: salud, familia, una mujer que amo y que me ama, una casa frente al mar, nietos, hija, dinero, que me gané con mi trabajo... todo como para no importarme nada en el mundo. Tengo el televisor apagado, la radio con música suave, el tiempo para vivir plenamente, claro a mi edad no es mucho, pero no puedo vivir tranquilo. Nadie puede decir que está feliz en este mundo si mira a su alrededor, lo que pasa en el mundo es una tragedia".