SANTIAGO.- Truman acorrala a Truman. Es la sensación que queda al leer este conjunto de relatos, en que se muestra tal como es, sin concesiones ni atributos ajenos a su persona. Y todo parte del insatisfecho o efímero éxito que entregó "A sangre fría" a este destacado y único novelista estadounidense.
"Música para camaleones" es el título de esta reedición, escrita en los ochenta pero con aires de este siglo en cuanto a temáticas y estilo. El mismo Capote (1924-1984), en el prólogo, explica el nacimiento de la obra a raíz del agotamiento del género surgido con "A sangre..." -adaptada al cine también-, ese llamado "novela no ficticia". Muchos se lo criticaron y otros se aprovecharon, como Norman Mailer, afirma.
"Fue como jugar al póker con apuestas altísimas", apuntó el galardonado dos veces con el Premio O'Henry de relatos sobre ese método de escritura que descubrió tras "largos veranos y helados inviernos" en las llanuras de Kansas, al investigar un oscuro caso de asesinato.
Luego de unos años, halló interesante narrar lo que había visto, oído, vivido, y dejar de lado esa objetividad anterior para dar vida y presencia al autor, o sea él mismo. Así surgieron conversaciones cotidianas de Capote con muchos personajes, conocidos y perdidos en la bruma de la cédula de identidad, que recopiló en "Música...".
Por ejemplo, rememora su amistad con Marilyn Monroe, describiendo como nadie a la rubia platinada y la califica, después de muchas y emotivas razones, como una "hermosa niña"; hace público su amor con Arthur Miller y ella que estalla en histeria y amenazas, pero venidas de alguien inofensivo e infantil. Imperdible lectura.
Hay otro notable relato -"Vueltas nocturnas"- en que Truman discute, pelea y se reconcilia con su ángel de la guarda, en medio de una original autoentrevista. Deja al desnudo su homosexualismo, confiesa que su lema es "aspiro" que él mismo explica: "No sé por qué elegí esa palabra. Es rara, y me gusta la ambigüedad; ¿a qué aspiro, al Cielo, o al Infierno? Sea como fuera, suena, innegablemente, noble".
O las situaciones en que intersectaban alcoholismo, ironía y fama del autor con los celos de los esposos/amantes de chicas que se le acercaban. Recuerda que una le pidió su firma, lo cual enojó al acompañante, que se acercó a la mesa, se desprendió la bragueta y le dice: "Ya que está autografiando, ¿por qué no me firma esto? Se había hecho un silencio en las mesas circundantes, de modo que mucha gente oyó mi respuesta No sé si podré firmarlo, pero ciertamente pondré mis iniciales".
He ahí el valor de estos relatos: sinceridad, en que muchas veces sale mal parado socialmente, situación en todo caso que nunca le preocupó. "Soy un alcohólico, un drogadicto, un homosexual... pero no soy un santo todavía", confesó Truman Capote, el mismo responsable de la breve novela "Desayuno en Tiffany's" y su trabajo póstumo "Plegarias atendidas".