MEXICO.- Fernando Botero, uno de los pintores más conocidos de América Latina, sostiene que la violencia interminable que afecta a su nativa Colombia lo afecta y lo preocupa personalmente, y que debido a ello esa violencia influye en su trabajo.
Las obras de Botero han tenido tanto éxito que muchas se han vendido por más de un millón de dólares, como por ejemplo su lienzo "Desayuno en la hierba", que se remató por poco más de un millón de dólares en la década de 1990.
Como todos los artistas, Botero dijo que cuando comenzó su carrera en 1949 intentó de pintar la realidad de una manera objetiva, tal como la veía. Pero las cosas cambian, dijo en rueda de prensa reciente, realizada con ocasión de una retrospectiva gigante que se inaugura mañana en el museo de la Antigua Escuela San Idelfonso.
La exhibición, titulada "Fernando Botero: Cincuenta años de vida artística" consiste de 151 piezas, en su mayoría óleos, así como dos estatuas gigantes de bronce, una docena de estatuas más pequeñas y unas cuantas fotografías, todas de la colección privada del pintor.
"Veintisiete de esas piezas no se han exhibido nunca antes en ninguna parte", dijo la funcionaria del museo Elena Rodríguez. Después de México, la muestra se exhibirá en Estocolmo.
Una de las estatuas gigantes, colocada a la entrada del museo, es una mano enorme. Otra es una estatua de una mujer obesa, de rasgos mayas, que aparece acostada boca abajo con un cigarro apagado entre los dedos de la mano derecha.
La estatua recuerda vagamente a la guatemalteca Rigoberta Menchú.
Durante la mayor parte de su carrera, Botero se concentró en figuras obesas y poco atractivas. Las mujeres en especial eran gordas y a primera vista parecían repelentes. Pero de alguna manera, todas transparentaban una poderosa vida interior.
El mensaje implícito de Botero en toda su obra parece ser que hay belleza incluso en la fealdad.
Durante años, Botero ha tratado según afirma de mantenerse fiel a su principio de que el arte debe reflejar la realidad, pero vista a través de los ojos del artista. "El arte es una creatividad de la realidad", dijo.
Hace algunos años, la violencia en Colombia, debido a la intensificación de las batallas contra el narcotráfico y la guerrilla, alarmó en gran medida a Botero. Y así su filosofía cambió a un nuevo principio: "Todo arte es deformación. No hay precisión absoluta. Todo arte es un cambio de la realidad".
Y así comenzó a pintar la violencia de su nativa Colombia. En la retrospectiva aparecen una docena de esos óleos sobre tela, todos de pequeñas dimensiones. La mayoría de estos cuadros no habían sido exhibidos antes.
Entre los más impresionantes figuran:
"Paisaje", un óleo que muestra el cadáver de una mujer apuñalada, con un brazo mutilado y abandonada sobre la tierra, donde sirve de alimento a una bandada de buitres. Al fondo, en el horizonte, se ven montes recubiertos de una sutil neblina azul.
"El Cazador", una imagen de un individuo gordo que empuña una ametralladora de mano, y mantiene un pie sobre el rostro de una de sus víctimas, que yace junto a él en tierra.
"El Consuelo", un óleo de un individuo vendado y desnudo, que obviamente está a punto de ser fusilado, y que es abrazado por el esqueleto de la muerte, que parece consolarlo.
Los cuadros no reflejan actitud política alguna, ni en favor ni en contra de los guerrilleros, los narcotraficantes o las fuerzas paramilitares.