SANTIAGO.- Son 50 minutos de intenso, acrobático y original performance de ocho diplomados de la Escuela Internacional del Gesto y la Imagen que, en su búsqueda por profundizar en el método de Jacques Lecoq (la gestualidad y el sonido de la pantomima), adaptaron en tono cómic el filme
Matrix, la historia de ciencia ficción de los hermanos Andy y Larry Wachowsky.
Su directora, Mariana Libenson, aproxima esta futurista narración en un vertiginoso viaje que, en un principio, nació como una breve narración de siete minutos. Con el paso del tiempo, la compañía Punto Comics avanzó a casi una hora el montaje.
Valió la pena, en varios aspectos, considerando que se abordó cinematográficamente a partir de 250 tomas y la banda sonora surgió de las voces en vivo de los propios actores.
Por cierto, que la velocidad de acción dificulta, muchas veces, un trabajo vocal de nivel. Caen en vacíos, dudas, se atropellan en palabras, claro que mientras ello ocurre, sus cuerpos representan una mesa, una computadora, un vehículo, una arma poderosa... en fin, verdaderos transformistas en el escenario.
Es el gran mérito de
Matrix, del cine al teatro, como original apuesta, basada fundamentalmente en los efectos visuales y sonoros, y el inmenso despliegue físico de los actores que, a medida que transcurre la obra, ya han sumando varios roles, intercambiables, en el escenario. Se nota el esfuerzo en los sudados rostros y en los ajustados trajes, cual lapa, a sus cuerpos.
Y lo cómic abunda, partiendo por la presencia de un héroe -Neo, interpretado por Keanu Reeves en la película-, bastante ingenuo y torpe en el montaje; graciosos y afectados diálogos de viñetas o folletines, y la presencia de una mediana tela, a modo de pantalla, por donde pasan, graciosamente, sombras y créditos.
Sin duda, un estreno teatral que sacará más comentarios para la noche santiaguina. Ideal verla, en todo caso, posterior al encuentro con la película, de otro modo, la brújula se pierde, no así el interés.