SANTIAGO.- Uno de los capítulos más llamativos del libro
Goles y autogoles, junto con aquel que recuerda el convenio económico entre el régimen militar y la directiva de Colo Colo (Pinochet ofreció $300 millones), es el titulado
Caszely, el chico malo.
En éste se cuenta la historia deportiva y política del "rey del metro cuadrado", como pasó de ser el símbolo del pueblo durante la Unidad Popular al blanco de las críticas de la propaganda oficialista del gobierno de Augusto Pinochet, incluido un desatendido de saludo del futbolista hacia el ex general.
En exclusiva por
emol.com entregamos el capítulo completo que habla del "Chino" y sus intervenciones en la vida pública, que considera su rostro en la propaganda del No y ahora trabaja en proyectos deportivos de municipios controlados por la Alianza por Chile.
CASZELY, EL CHICO MALO, CAPITULO 14
Pocos nombres hay más simbólicos de la contestación al régimen militar que el de Jorge González, líder y vocalista de la más popular banda de rock que haya dado la comuna de San Miguel: Los Prisioneros.
Y el último disco solista de González ha sido considerado como su retorno al campo político, después de una década alejado de la contingencia. El disco incluye dos canciones con dedicatorias personales: "Allende Vive" y "Caszely".
Sí, Caszely. Un homenaje al goleador más polémico en la historia del fútbol chileno, en que González relata un gol marcado en 1973 a Unión Española, en que el «chino» supera a toda la defensa y al arquero antes de entrar con el balón al arco. El mismo que originaría el incrédulo titular de la casi siempre ponderada
Estadio: "Se pasó, se pasó...".
Once años después, el círculo político-futbolístico se cierra con otro golazo de Caszely a Unión, en que elude graciosamente a cuatro palitroques vestidos de rojo antes de marcar su tercer gol de la tarde. Entonces, espontáneamente, la galería empieza a saltar y a corear: "Y va a caer... y va a caer...".
Anécdotas demostrativas del fenómeno de Carlos Humberto Caszely, admirado por la izquierda cultural y por la izquierda popular, exquisito estilista del área chica y el futbolista chileno que más desembozadamente ha incursionado en el campo de la política.
EL HOMBRE DE LA UP
Lo de Caszely no es una suma de anécdotas o de casualidades, sino una opción franca por hacer sentir su influencia en el mundo político, que viene desde sus primeros años como promisoria estrella de Colo Colo, casaca con la cual debuta en 1966.
Durante el gobierno de la Unidad Popular, Caszely se convierte en el símbolo del oficialismo, y en tal calidad apoya, en las elecciones de marzo de 1973, las candidaturas que el Partido Comunista presenta por Santiago: Gladys Marín, como diputada, y Volodia Teitelboim, como senador, reciben el explícito respaldo del goleador.
Esta militancia convierte a Caszely en el favorito de la prensa oficialista, que resalta su figura muy por sobre cualquier otro futbolista. Como ejemplo, digamos que en dos semanas de mayo de 1973 el diario
Clarín, tiene cinco veces a Caszely en portada, sin contar aquéllas en que aparece como parte de Colo-Colo, pese a que, objetivamente, el jugador no genera grandes noticias. Juzgue usted: el 3 de mayo el titular es: "¡Las patas más caras de Chile! Caszely las usa"; el 7 aparece una gran foto del goleador tocando el piano; el 8, "¡Juega Caszely!", sobre un partido de la Copa Libertadores; el 11: "¡Caszely a Santos!" (transferencia que nunca se concretó); y el 18: "Caszely: no quiero irme de mi patria" (intención que no cumplió).
Este último titular se refiere a una visita que Caszely hace a La Moneda, en medio de una serie de informaciones que lo dan por transferido al Santos de Brasil. El goleador llega a Palacio acompañado por la diputada Gladys Marín para reunirse con el secretario general de Gobierno, Aníbal Palma, y anunciarle que, pese a las millonarias ofertas de clubes del extranjero, se quedará "en mi patria a defender los colores chilenos (porque) yo no soy cosa que se comercie, no soy mercadería. Todo lo que estoy aprendiendo quiero entregarlo a la juventud chilena y dedicarme a la formación de nuevos futbolistas".
En la misma ocasión, Gladys Marín destaca a Caszely como "un ejemplo para la juventud y los trabajadores (quien) no sólo es un gran deportista sino un joven que entiende el proceso revolucionario que vive su país. Caszely considera que en Chile (...) hay que derrotar a los enemigos del país y luchar por que haya justicia y libertad".
Clarín también destaca que "el Gobierno Popular desea aprovechar la capacidad del jugador del Colo Colo (... para) iniciar una campaña a nivel popular de difusión, con miras a los Juegos Panamericanos del 75 (...) y el Mundial del próximo año".
Sin embargo, la declaración de principios de Caszely no resultará muy duradera. Menos de 60 días después, ya estará jugando en España tras firmar contrato con el Levante de ese país. Esto le granjeará duras críticas de la revista
Estadio, cercana en aquellos años al oficialismo.
Por esos días, se le pregunta a Caszely si su identificación política le ha causado problemas. "Hasta ahora no", responde, "van a llegar cuando ande mal futbolísticamente".
Pero no nos adelantemos, porque antes de la partida de Caszely el país se desvive por la gran campaña del Colo Colo'73, que elimina a equipos ilustres como Botafogo y se instala en la final con Independiente de Avellaneda. Cuando los albos empatan como visitantes en Argentina, en el partido de ida, y quedan a las puertas de ganar la Copa Libertadores, el Presidente Allende, de visita en el país trasandino, interrumpe sus actividades para reunirse con los futbolistas.
La foto de rigor muestra a Allende tomando paternalmente del hombro izquierdo a Caszely. La instantánea es portada del
Clarín del 25 de mayo, junto a la frase "Salud por el Colo".
EL TRAIDOR
Este romance entre Caszely y el poder se corta de manera abrupta, por cierto, el 11 de septiembre de 1973. Pese a ser el único jugador chileno que actúa en el fútbol europeo, su nombre prácticamente desaparece de las páginas de los diarios. Hasta hoy, el goleador se queja de haber sido vetado por la prensa oficial de aquellos años (es decir, por toda la prensa diaria).
"Cuando Elías (Figueroa) sacaba algún premio, era portada en todos los medios. Pero si yo recibía un trofeo, con suerte salía en las breves", se queja Caszely. Y en verdad es impresionante como, desde 1973, el oficialista Figueroa reemplaza al opositor Caszely en cuanto a cobertura periodística. Cabe matizar, eso sí, que también hay motivos deportivos para este cambio, ya que Elías Figueroa vive sus años de gloria a mediados de la década del setenta.
Al año siguiente, el conflicto entre Caszely y el gobierno se vuelve más serio, cuando su madre es secuestrada de su casa y brutalmente golpeada por agentes de seguridad. Entonces es cuando ocurre el más mítico episodio protagonizado por el
político Caszely.
Cuando la selección nacional concurre al edificio Diego Portales para ser despedidos por el general Pinochet antes de partir al mundial de fútbol de Alemania, el goleador se niega a estrechar la mano del Presidente. La versión popular del incidente asegura que Caszely dejó a Pinochet con la mano estirada, pero lo cierto es que simplemente se hizo el desentendido: a la hora de los saludos, fijó su mirada en un imaginario horizonte. Hábil, Pinochet prefirió pasar por alto el notorio desaire.
Pero la insolencia no le saldrá gratis al "chino". En el partido inaugural del mundial, ante la República Federal de Alemania, Caszely es expulsado cuando, después de soportar todo el repertorio de patadas de su
stopper, Berti Vogts, se atreve a responder una de las agresiones. Localista, el juez le muestra la roja inmediata.
La prensa no le perdona el incidente a Caszely, y pronto se echa a correr el rumor de que la expulsión habría sido intencional, para no jugar el siguiente partido contra Alemania Oriental, hogar por esos días de cientos de exiliados políticos.
El tropezón de Caszely provoca verdadero entusiasmo en el oficialismo. Ese mismo día, un alto funcionario de gobierno, conversando informalmente con los periodistas, les propone un titular para el día siguiente: "Expulsado Caszely por no respetar los derechos humanos".
Los diarios, si bien no acusan directamente a Caszely de hacerse expulsar, sí recogen rumores, bromas y comentarios al respecto.
Las Ultimas Noticias dedica un reportaje a la inconveniencia de que Caszely siga jugando por la selección, donde recoge la opinión del taxista Sergio Doussang, quien «como todo chileno bien nacido fue franco y sin pelos en la lengua» para criticar al jugador. Más explícitas son las cartas al director que publican diversos medios, con frases como "buscó la expulsión, pues se le había ordenado que no debía jugar contra el equipo de los
compañeros de Alemania Oriental", o "quería que lo expulsaran; así no jugaría contra sus hermanos de cerebro (...) sin este mal chileno habríamos ganado". El tenor de las misivas demuestra tanto la animadversión de la opinión pública gobiernista contra el goleador, como el interés de la prensa oficial por
hacer leña del árbol caído.
No sólo eso: los periódicos también critican -esta vez, directamente- que, durante la ejecución del himno nacional previo al partido, Caszely se movía y gesticulaba, contrastando con la actitud marcial del resto del equipo.
Y el tenor no es distinto cuando, al año siguiente, Caszley gestiona la doble nacionalidad chileno-española, requisito para no ocupar plaza de extranjero en el fútbol de la península. Tal como se haría con otro connotado opositor al régimen, el pianista Claudio Arrau (que saca pasaporte estadounidense), el periodismo de la época critica con fuerza el hecho. Así se completa la pintura de un futbolista no sólo opositor al gobierno, sino indiferente o incluso "traidor a la Patria".
EL ROJO, FUERA DE LA ROJA
Un tipo así no debería estar en la selección nacional, es el mensaje que se subentiende de los comentarios de prensa. Y es, al parecer, lo que piensa también el gobierno, cuyos delegados al mando del fútbol hacen todo lo posible por excluir del combinado chileno al goleador más importante de los años setenta.
Ya en el mundial del '74 se advierte ello. La revista
Estadio previene que "nadie se preocupó de que (Caszely) viniera. Los dirigentes chilenos ni siquiera se preocuparon del pasaje. Lo compró Caszely de su propio bolsillo".
Obviamente, tras el episodio del Diego Portales y la llegada del general Gordon como virtual interventor del fútbol, las cosas no mejoran. En la preparación para las clasificatorias de 1977, el goleador acusa un absoluto desinterés de los dirigentes chilenos por él, lo que interpreta "como una manera velada de marginarlo de la selección de Chile".
Pese a ello, el seleccionador nacional, Caupolicán Peña, insiste en convocarlo, y lo recibe en el aeropuerto en una visita a Chile previa a las clasificatorias. A la vuelta, Caszely arregla su venida con su club, el Español de Barcelona, compra los pasajes y hace las maletas. Pero a horas de tomar el avión con rumbo a Santiago, recibe la llamada de Peña.
-Carlos, no vas a poder venirte. Gordon me dijo que no te podía llamar-. Y fue todo. Sin Caszely, la selección no logró el paso al mundial de Argentina.
Al año siguiente Gordon abandona la Central de Fútbol y el
rojo Caszely, como lo llamaban algunos pinochetistas, vuelve a ponerse la camiseta roja de la selección, con ocasión de la Copa América de 1979.
Pero ya no está solo. Otro centrodelantero de fuste ha aparecido en el fútbol chileno, convirtiéndose en trigoleador del campeonato Nacional (1976, 1977 y 1978) y opacando al "gerente" Caszely, que acaba de volver a Colo Colo. Se trata de Oscar Fabbiani, quien además es políticamente cercano al gobierno: de hecho, en 1993 será candidato a diputado por Renovación Nacional (y perderá la elección).
Fabbiani tiene un solo problema para desplazar al hasta entonces irreemplazable Caszely de la selección: es argentino. Además, ya ni siquiera vive en Chile, ya que ha sido transferido desde Palestino al Rowders de Estados Unidos.
Pero, cuando existe la voluntad política, ésos son detalles menores. La cazurra dupla formada por Abel Alonso (presidente del fútbol) y Luis Santibáñez (DT nacional) convoca de todos modos a Fabbiani, en calidad de "preseleccionado". Y, con el futbolista entrenando junto a la selección en Juan Pinto Durán, piden al gobierno que gestione su nacionalización.
Y el gobierno está de acuerdo. El 26 de octubre, el ministro del Interior, Sergio Fernández, se entrevista con Alonso, tras lo cual declara que "Fabbiani cumple con todos los requisitos y este gobierno hará todos los trámites tendientes a agilizar esta decisión que ha adoptado el jugador para nacionalizarse". Así, el gobierno mata dos pájaros de un tiro. Por un lado, aparece colaborando con el éxito de la selección. Por el otro, le quita la categoría de imprescindible a Caszely en el ataque nacional.
Y no son sólo palabras, porque se procede con velocidad sumaria. La misma noche de la reunión entre Alonso y Fernández, Fabbiani es llamado de urgencia a la sede de la Central de Fútbol, para firmar los papeles de su nacionalización, que son remitidos a Extranjería. El viernes, dos días después de iniciar los trámites, Oscar Fabbiani es ciudadano chileno.
Pero Carlos Humberto Caszely es porfiado. La estrella del nuevo chileno Fabbiani se apaga y la del retornado Caszely vuelve a brillar, cuando iguala la marca del palestinista, al lograr tres títulos de máximo goleador consecutivos. Indiscutido de nuevo, el "rey del metro cuadrado" es camiseta puesta en el proceso clasificatorio para España 1982, mundial que termina en desastre para él: su opaco rendimiento es coronado por el célebre penal perdido ante Austria, y los periódicos se dan un festín similar al del '74: "Caszely no es el mismo jugando por Chile" podría ser un buen resumen de los comentarios de la prensa.
Pero el colocolino sigue siendo el gran goleador del fútbol chileno, y, ante el dramático déficit ofensivo de la selección, el nuevo técnico nacional, Luis Ibarra, decide convocarlo para la Copa América de 1983. Y, por segunda vez, un dirigente auspiciado desde el gobierno lo veta.
La historia se desarrolla el lunes 5 de septiembre, seis días antes del decisivo partido entre Chile y Uruguay en el estadio Nacional. Ibarra llama a Caszely a su casa para convocarlo a la selección, lo que se haría efectivo a las 6 y media de la tarde, en la concentración de Juan Pinto Durán. Pero esa tarde
La Segunda publica en portada la conversación y los hechos se desencadenan: Molina llama a Ibarra y le ordena que deshaga la convocatoria. Este llamado sería luego reconocido por ambos. Ibarra diría que Molina "estaba molesto porque yo iba a romper toda mi planificación, citando a jugadores que originalmente no habían sido convocados", y reconocería que "no niego mi interés en que (Caszely) participe en la selección". El dirigente también reconocería que él dio la orden de excluir a Caszely, aunque atribuyéndola a la "edad" del futbolista.
Así, la reunión de las 6 y media fue una exquisita comedia de equivocaciones. Los seleccionados saludaron a Caszely y declararon su alegría por la nominación. Pero Ibarra esperaba al goleador con una invitación insólita: "conversemos sobre nuestra amistad", le dijo. Una hora y media después, Carlos Humberto Caszely volvía a su casa sin entender nada de nada. Tal como con Gordon, no vestiría la camiseta roja mientras Molina estuviera al frente de la Central.
Tendría que esperar la vuelta de una directiva independiente (antes Alonso, ahora Miguel Nasur) para volver a la selección y despedirse de ella con un golazo memorable, arrancando con un balón dominado en la media cancha, ante Brasil. Corría ya 1985.
LA CARA DEL NO
No es difícil entender la tortuosa relación entre Caszely y el gobierno, porque el autotitulado "gerente" no había dejado de hacer declaraciones políticas cada vez que podía. En 1980 llama a votar "No" en el referéndum ratificatorio de la Constitución, en 1982 acusa ser víctima de intentos de "distorsión de imagen" por sus ideas políticas, en 1983 pide el retiro de Pinochet y se define como "socialista"...
Por lo mismo, sus relaciones con los medios de gobierno siguen siendo difíciles. En 1985, cuando el goleador es homenajeado antes de un partido entre Colo Colo e Iquique, que era transmitido por TVN, la televisión no muestra el reconocimiento, haciendo una curiosa entrevista al árbitro mientras toda la atención del estadio está sobre Caszely. La orden de no transmitir el homenaje proviene directamente de las autoridades del canal en Santiago.
El goleador también se da tiempo para visitar a presos políticos, departir con ellos y regalarlas camisetas y pelotas de fútbol autografiadas. Además, abre un nuevo flanco como combativo dirigente del sindicato de futbolistas. Y dentro de Colo Colo, se convierte en el líder de un verdadero núcleo duro de futbolistas contarios al régimen: Leonardo Véliz, Leonel Herrera, Lizardo Garrido, Raúl Ormeño, Roberto Rojas... En marzo de 1985, el propio "Cóndor" Rojas organiza un homenaje a los exiliados Inti-Illimani: una camiseta de Chile es firmada por todos los seleccionados y enviada de regalo a los músicos.
Pese a su continua actividad política, Caszely vuelve a encontrarse con Pinochet un par de veces, y ahora sí lo saluda. En 1982, cuando la selección chilena viaja al mundial de España, los ávidos fotógrafos captan el apretón de manos entre Pinochet (vestido de civil) y Caszely, justo debajo de un gran escudo nacional.
Y en 1985, poco antes de su retiro del fútbol, el goleador del mostacho vuelve a La Moneda como parte de una delegación de deportistas. Esa vez incluso se produce un curioso diálogo entre el Presidente y el goleador, a propósito de la vistosa corbata roja que, inocentemente o no, viste Caszely:
Pinochet: -¿Se va?
Caszely: -Así es; es que está bueno ya.
Pinochet: -Usted siempre con su corbata roja. No se separa nunca de ella.
Caszely: -Así es, Presidente. La llevo al lado del corazón.
Pinochet: -(simulando con sus dedos una tijera) Aquí le cortaría esa corbata roja.
Para Caszely, la cordialidad de Pinochet se explica porque "él sabía que si se sacaba una foto conmigo, ésta iba a dar la vuelta al mundo. Yo, por mi parte, ya solucionado lo de mi madre, no tenía porqué no saludarlo, ya que él siempre fue atento conmigo".
La despedida del goleador, el 12 de octubre de 1985 en el Estadio Nacional, es una gran fiesta política de la izquierda. Diferentes grupos políticos copan con pancartas el estadio; las Juventudes Comunistas, por ejemplo, se instalan con sus banderas y lienzos en el codo norte.
Y en 1988 llega otro momento memorable de la relación entre Caszely y la política: el goleador aparece en la franja televisiva del "No", llamando a votar contra Pinochet.
Es el 20 de septiembre, en una franja dedicada a las violaciones a los Derechos Humanos y a cómo éstas son ignoradas por los medios de comunicación. Tras presentar las protestas de un grupo de jóvenes y la opinión del abogado José Zalaquett, el conductor Patricio Bañados advierte: "sabemos perfectamente que hay personas que están preguntándose:
¿y a quién le ha pasado todo esto? Ponga atención al siguiente testimonio".
Aparece una señora de rostro plácido, sencillamente vestida con una blusa blanca y pequeños aros de plata:
-Yo fui secuestrada de mi hogar y llevada a un lugar desconocido, con la vista vendada, donde fui torturada y vejada brutalmente. Fueron tantas las vejaciones que yo ni siquiera las conté todas, por respeto a mis hijos, a mi esposo, a mi familia, por respeto a mí misma.
Las torturas físicas, en realidad las pude borrar, pero las torturas morales no se me pueden olvidar, porque aún las tengo muy clavadas en mi mente y en mi corazón. Por eso, yo voy a votar que No.
El relato sólo ha sido acompañado de un cartón con un nombre ignoto: Olga Garrido. Pero entonces la pantalla se llena con un rostro más que conocido: el de Caszely, de pie ante una cámara cerrada en su rostro, pero que deja ver un fondo certeramente escogido: un clásico banderín de Colo Colo pegado a la pared, y un plato de madera con el escudo del club.
-Por eso mi voto es No. -Caszely se arrodilla dejando ver a la señora Garrido sentada a su lado. Y continúa, indicándola. -Porque su alegría, que ya viene, es mi alegría. Porque sus sentimientos son mis sentimientos. Porque el día de mañana, podremos vivir en democracia, libre, sana, solidaria, que todos podamos compartir. Porque esta linda señora, es mi madre -termina el discurso, mientras las manos de madre e hijo se entrelazan y ella apoya la cabeza en su hombro.
Aunque la actuación fue redactada por el propio Caszely, el contexto en que se usó da pistas sobre los fines políticos que pueden lograrse mediante la utilización de los futbolistas. En este caso, se quería demostrar que sí se habían violado los Derechos Humanos. Y entre los miles de casos posibles, que incluían a políticos, dirigentes sindicales y hasta sacerdotes de cierta notoriedad, se elige a la anónima madre de Caszely. ¿Por qué? Porque la presencia del ídolo junto a ella da más credibilidad a su testimonio que el que podría tener cualquier otro.
DESPUES DE LA BATALLA
Tras el retorno a la democracia, las tentaciones del poder no le han sido ajenas a Caszely: el Partido Por la Democracia le pidió ser candidato a diputado en 1997, ofreciéndole los distritos de La Reina y Melipilla.
Pero la propuesta llegó tarde, porque el ahora comentarista deportivo ya estaba desilusionado del mundo de la política; es que, pese a su compromiso político, Carlos Caszely no sacó mayores dividendos del nuevo régimen: no fue contratado en Televisión Nacional, ni obtuvo la dirección de Digeder a la que aspiraba.
El despecho lo ha llevado a moverse en varias direcciones, reacercándose a Gladys Marín para luego, ante la sorpresa general, aceptar un ofrecimiento del alcalde Joaquín Lavín para gestionar proyectos deportivos en la comuna de Santiago y en otros municipios dirigidos por la Alianza por Chile.
Claro que Caszely mantiene puentes tendidos con el oficialismo, donde se le reconoce su rol histórico dentro de lo que alguna vez se llamó "el alma de la Concertación". Por ello sigue siendo considerado e invitado a muchos eventos. Y cuando Ricardo Lagos creó su Comisión Bicentenario, reuniendo a las más diversas personalidades para planear los festejos y pensar al Chile del 2010, Caszely estuvo allí. Al lado de figuras tan dispares como el biólogo Humberto Maturana o el ex-diputado Andrés Allamand, es el único representante de los deportistas en el proyecto más simbólico del gobierno Lagos.
En el balance, lo indiscutible es que el perfil frontal y polémico de Caszely lo hizo trascender más allá de sus méritos futbolísticos. Un ejemplo palpable de ello es una reciente encuesta del diario
La Tercera para elegir al mejor futbolista chileno de todos los tiempos. Consultados los expertos, Caszely ocupó el lugar secundario que objetivamente le corresponde: sexto, con sólo el 1,5% de los votos. En cambio, en la votación popular resultó tercero, con el 16,3% de las preferencias, y sólo detrás de Elías Figueroa e Iván Zamorano.
Así, en el voto popular el deportista que nunca jugó en un equipo grande del fútbol mundial y que fracasó en las dos copas del mundo en que participó, supera a Marcelo Salas (campeón del
calcio italiano y autor de 4 goles en el mundial del '98), o a Leonel Sánchez (goleador de la justa mundialista del '62). Una lección sobre los réditos de ser polémico. Y político.