SANTIAGO.- Desde Midwest, Estados Unidos, su lugar de residencia semestral (imparte clases), el escritor chileno Roberto Ampuero responde al cubano Fernando Flórez -ex suegro y antaño fiscal de los Tribunales Revolucionarios-, quien lo acusa de "agente
yanqui" y lo califica de "un cero a la izquierda, un perfecto don nadie".
Tales aseveraciones de quien es conocido como "Charco de sangre" -se le achacan un millar de muertos, durante su permanencia en la fiscalía entre 1959 y 1963- surgen tras su presencia encubierta (como el personaje Ulises Cienfuegos) en la novela
Nuestros años verde olivo, del mismo chileno.
Reproducimos aquí parte de la respuesta del autor de las andanzas literarias del detective Cayetano Brulé, que define a Flórez Ibarra como "verdugo por vocación" y, desde ya, advierte: "El bien sabe que al denunciar el régimen del que forma parte, estoy exponiéndome, y desde ya lo hago responsable por lo que pueda ocurrirme a mí o a los míos".
RESPUESTA DE AMPUERO
"El ex fiscal cubano, Fernando Flórez Ibarra, quien recientemente causó conmoción al afirmar en un diario
no haber perdido un minuto de siesta por los cientos de personas que ejecutó entre 1960 y 1963, vuelve a insultarme públicamente en forma ruin. No voy a entrar, desde luego, a un terreno que, junto con los paredones, es el predilecto suyo: la difamación personal.
"Hasta esta semana jamás me había referido a él públicamente, pero ante sus rabiosas imputaciones me veo obligado a responderle de la forma en que se lo merece. Aclaro, además, que con esa persona dejé de tener relación de parentesco alguna hace exactamente 25 años.
"La pregunta que salta a la vista es ¿por qué razón me ataca Flórez Ibarra dos años después de la aparición de
Nuestros años verde olivo, la novela que dice irritarle? La causa es simple: este verdugo por vocación está actuando nuevamente por encargo de su régimen.
"Al gobierno de La Habana le producen urticaria mi identificación con las demandas de los cubanos por elecciones libres, la asombrosa circulación clandestina de mi novela en la isla, y el hecho de que ella haya inspirado una serie de reportajes dominicales sobre la ingerencia cubana en nuestro país.
"Aquí, como lo revelan las tiradas de odio del ex fiscal, no hay lugar para argumentos ni ideas, sólo para la difamación y la amenaza. Flórez Ibarra pretende hacernos creer que lo perjudican una novela, que no lo menciona, y un personaje ficticio, que no es él. Ojalá su problema fuese literario y no los centenares de juicios por violación a los derechos humanos que lo esperan. Gracias a Dios, cuento con pasaporte chileno y no vivo en Cuba, de lo contrario hace tiempo hubiese pasado yo a engrosar el número de víctimas que no le quitan el sueño al fiscal.
"El estilo de Flórez Ibarra lo aprendió de Goebbels: miente y enloda, que siempre algo queda. Sus acusaciones -preparadas al igual que
su libro por amanuenses en La Habana- me causarían carcajadas, si no fuera porque las hace públicas un personaje tan siniestro. De muestra un botón: me endilga casamientos inexistentes y me acusa de agente de la CIA. Además: nunca viví en una casa en Berlín, Alemania Oriental, sino en un sencillo departamento de un ambiente, porque era estudiante.
"Lo de que yo tenía criados filipinos -lo que hubiese deseado aunque no hubiese sabido donde meterlos-, es ya más delirante. Supongo que el ex fiscal confunde mi apartamento estudiantil con las recepciones gubernamentales a las que él asistía en Berlín Este, o bien con la realidad de su propia mansión -expropiada a un exiliado político- de la Cuba de hoy, donde él disponía -no de criados asiáticos- sino de dos sirvientes negras de delantal, lo que no tiene nada de criticable a menos que uno haya ordenado la muerte de centenares de personas en aras del comunismo.
"Lo que sí me sorprende es que el ex fiscal, que recurrió a ejecuciones ininterrumpidas para imponer el socialismo estatista, no viva en Cuba -que impide salir a sus ciudadanos-, sino gran parte del año en nuestro frío Santiago como rentista. Después de todo, con el ex fiscal coincidimos al menos en una cosa: en que es preferible vivir en este modelo capitalista neoliberal a hacerlo en el paraíso tropical que Fidel instauró con la ayuda de sus paredones.
Roberto Ampuero
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