SANTIAGO.- "Me gustaría que el público se identificara con esa situación de mal, de una obra igual oscura, que toca temas que tienen que ver con la maldad del ser humano y que se reconozcan en eso, y que esa identificación no pase por una forma negativa, sino que por un conocerse y aceptarse en esa morbosidad, en esa curiosidad".
Reflexión que corresponde a Andrés Ulloa Radrigán, el mismo que ya dirigió uno de los montajes de
Madame de Sade y
Hanjo, uno de los Cuentos Noh Modernos, del japonés Yukio Mishima.
Ahora, este actor egresado de la escuela de Fernando González, acoge un guión original de Coca Duarte para llevar a escena una negra y psicológica historia:
Mal, cuyo estreno es este miércoles 16 de mayo en el Salón Grez, del Hospital Psiquiátrico (Av. La Paz 841, Recoleta).
Es una historia narrada individualmente, aunque hayan varios personajes...
"Claro, es una obra que se cuenta a través de monólogos, igual es complicado que se despierte el imaginario para poder llenar la obra y montarla, y yo me la leí y se me vinieron hartas imágenes a la cabeza. Así, con la Coca, decidimos montar la obra".
Mal es una historia simple, no obstante psicológicamente dolorosa. "Hay un asesino (Ramón Llao), un policía (Mario Soto) y dos víctimas que son prostitutas (Maricamen Duarte y Ximena Flores). La historia se desencadena con la muerte de la primera víctima, y la marca que deja esta muerte en los tres personajes que se relacionan con ella una vez muerta y mientras ella estaba viva".
¿Cómo es eso de "adaptación onírica" en este montaje?
"Como tiene la estructura de monólogo, el vuelo poético que tienen estos personajes es el de cualquiera de nosotros que podría tener, después de una situación extrema. El morbo que se nos despierta después de esas situaciones extremas, en este caso un asesinato, pero podría ser un accidente en la calle, igual nos llama la atención y vamos a ver sangre, y vamos a ver al muerto".
Y añade Andrés Ulloa: "Y si llegamos a ver al muerto, igual la imagen del muerto en la cabeza se nos va a quedar y a partir de esa imagen vamos a elucubrar ideas, y lo que nosotros hubiéramos hecho, y cómo reaccionaríamos si nos hubiera pasado (...) Partiendo de esa premisa, me gustaría que el público se identificara con esa situación de mal, de una obra igual oscura, que toca temas que tienen que ver con la maldad del ser humano y que se reconozcan en eso, y que esa identificación no pase por una forma negativa, sino que por un conocerse y aceptarse en esa morbosidad, en esa curiosidad".
De algún modo, eso también explica que escojan como sala la del Hospital Psiquiátrico, con toda la carga emocional que implica...
"Claro, también tiene que ver. Todo partió por una búsqueda escenográfica, que es súper importante. La escenografía (de Bernardo Arriaza) siempre se planteó como una instalación escénica, como que la estructura contara un cuento por sí solo. Como son cubículos, uno para cada personaje, son como una vitrina".
Se explaya aún más este joven director: "Lo otro era buscar un lugar alternativo, en que el público también tuviera un mensaje adicional por el lugar en que está sentado mirando la obra. Porque eso le quita pasividad al espectador, porque es súper fácil sentarse en una butaca, ver una obra sobre asesinato; en cambio en el Psiquiátrico es un poco más difícil abstraerse del lugar concretamente donde está".
De hecho, para el estreno del miércoles 16 de mayo asistirán internos del recinto hospitalario, como parte de los requerimientos de la admistración. "Uno de sus objetivos es la integración del enfermo en la sociedad, integrándole cada vez más. Para nosotros, felices, porque será una experiencia más para nosotros que para los enfermos, pues ellos están acostumbrados a ver recreaciones", concluye Andrés Ulloa.