SANTO DOMINGO.- La recreación que hizo Mario Vargas Llosa de las últimas horas del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo (1930-61) en su novela "La fiesta del Chivo" sirvió para conocer los excesos de una de las dictaduras más abominables de Latinoamérica y para que el escritor peruano obtuviera uno de sus mayores éxitos.
Gran parte de la acción de la "La fiesta del Chivo", de la que se han vendido cientos de miles de ejemplares en el mundo desde su puesta en circulación en marzo de 2000, transcurre en las horas previas al magnicidio de Trujillo por un grupo de conjurados en el malecón de Santo Domingo, hace hoy 40 años.
Próxima a la fórmula de libro-documento y alejada del realismo mágico latinoamericano, la novela entremezcla hechos y personajes históricos con la ficción.
El libro, de 590 páginas, en la que el autor de "Conversación en la Catedral" invirtió más de tres años de trabajo, surgió del aturdimiento que Vargas Llosa sufrió tras conocer, durante un viaje a Santo Domingo, detalles de la historia de una dictadura plagada de excesos tan extremos que hasta parecían inverosímiles al llevarlos a la ficción.
Tras un proceso de "documentación subjetiva", Vargas Llosa trenzó el relato de la siniestra dictadura de Trujillo a través de la visión de un personaje de ficción, Urania Cabral, que regresa adulta a Santo Domingo después de vivir varios años en EEUU.
Urania rememora la degradación de que fue víctima cuando su padre, un político caído en desgracia, ofrece a su hija adolescente al "Chivo" para que la fuerce en la "Casa de Caoba" con tal de no perder los favores del tirano.
Sin embargo, la publicación de la novela de Vargas Llosa en República Dominicana levantó ampollas.
El escritor, que se desplazó a Santo Domingo el pasado año para presentar "La fiesta del Chivo" y en todo momento estuvo rodeado de fuertes medidas de seguridad, aseguró que no pretendió herir a nadie con su libro.
El director del Archivo General de la República Dominicana, Ramón Font Bernard, acusó al escritor peruano de "agraviar" sin justificación a algunas personalidades dominicanas en la novela.
Font Bernard reveló que ayudó al novelista peruano en su proceso de "documentación subjetiva" para la obra, pero dijo que el libro "hace referencias personales de situaciones que todavía están por comprobarse".
El historiador Euclides Gutiérrez Félix rechazó que "todas" las mujeres dominicanas adultas de la época de la tiranía de Trujillo consideraran un "honor" el hecho de poder acostarse con el "jefe" o uno de sus hijos, como se da a entender en la novela.
El historiador denunció también las quejas de algunos parientes cercanos al general Antonio de la Maza, uno de los cabecillas de la conjura, que consideran que en el libro se le trata de manera irrespetuosa al tildarle de colaborador corrupto que actúa en venganza.
El historiador no negó que tanto Trujillo como sus hijos cometieran abusos contra la población, aprovechando sus poderes omnímodos, ni que el dictador fuera un mujeriego impenitente, pero considera inexactos los pasajes de la novela en los que se describen las "barrabasadas" del tirano y de su vástago predilecto, Ramfis, con niñas, muchachas y mujeres de la época, para las que era un "honor" haberse acostado con uno de ellos.
Por su parte, el general retirado Félix Hermida hijo llegó a pedir a Vargas Llosa que se retractara de las alusiones que en la novela hace a su padre como testigo de un interrogatorio y tortura.
El general considera que los pasajes que atentan contra la memoria de su padre figuran en las páginas 335, 339, 340 y 341 de "La fiesta del Chivo".
En ellos se describe cómo Pedro Livio Cedeño, uno de los conjurados, gravemente herido en el tiroteo contra el vehículo en el que iba el dictador Trujillo, es conducido a la Clínica Internacional por sus compañeros, donde es descubierto por las fuerzas del régimen y sometido a interrogatorios y torturas a pesar de las protestas de su médico.
Hermida hijo pidió al escritor peruano que se retractara de haber involucrado a su padre como "testigo de un interrogatorio y tortura a Cedeño".