SANTIAGO.- "Es una comedia absolutamente desenfadada y desolapada, que no se parece a nada. Es una obra llena de trampas, que tiene algo de novela policial, de musical... se da a toda velocidad. Imagina que la regla clásica habla de tres minutos por página, y teníamos para una obra para tres horas y salió en una. Los actores terminan exhaustos".
Con estas palabras, el dramaturgo Marco Antonio de la Parra establece lo vertiginoso y alocado del proyecto creativo (en la ruta 5 de regreso a Santiago), de guión y de puesta en escena -cinco semanas- de la obra
(Estamos) en el aire, escrita y dirigida por el autor, además, de
La secreta obscenidad de cada día e
Infieles.
Montaje que marca, además, este viernes 1 de junio, a las 20.00, el inicio de la temporada 2001 del Teatro Nacional Chileno, en la sala Antonio Varas.
¿Qué buscas mostrando esta extraña familia, influenciada por el poder televisivo?
"Es una crítica social y moral; tiene que ver con la idea de rescatar el cine de comedia, pero con un mensaje cáustico, feroz. Por ejemplo, esta alocada familia (de apellido Perry) tiene en su living un cuadro de
La última cena y una foto de Reagan con la Thatcher ¡Es una familia bastante rara!, convencida de que está en un programa de televisión".
Y añade: "Quiero un teatro que me haga ir más allá de mi propio teatro y de todo el teatro que he visto; quiero recuperar la pólvora y la energía subversiva de la comedia más incendiaria, tan saludable en tiempos tan difíciles para la sociedad sin perder la capacidad de crítica más profunda".
En medio de los ensayos, De la Parra no escatima en las metáforas ni en las situaciones más directas, como palabras soeces, situaciones que lindan con la esquizofrenia, el melodrama, la paranoia, la ambigüedad sexual, la adicción, el sadismo, el dolor, la imbecilidad e ingenuidad... todo al servicio de una sicodélica historia.
El tema televisivo, de los medios, es clave en lo que ocurre...
Esta familia cree estar en un estudio de televisión, el rating, saludos a la cámara, pero no hay luces ni micrófonos. Es el comportamiento nacional, sacado un poco de programas como
El gran hermano... todo viene de Orson Wells y su filme
1884, con la dictadura social y capitalista de los medios. Según publicitarios, se diría que retrata al segmento C2 y C3".
Lo local cae por su propio peso: el lenguaje popular y los temas, como el desempleo que es un acicate al trágico presente y sorprendente final de este clan. "El desenlace es perturbador, como irreal, en que el supuesto protagonista es un actor secundario en la trama. Todo, debido al gran secreto, que los hace enloquecer a cada miembro de los Perry".
Farsa de lágrimas y risas socarronas que, en parte, se sostiene en el elenco, variado y de excelencia: Gabriela Medina, en su rol de madre sicótica; Angel Lattus, discípulo del Teatro Pedro de la Barra; tres ex miembros del Gran Circo Teatro (Manuel Peña, Fernando Gómez, Macarena Baeza); las promesas Carolina Jimeno y Paula Bravo, y la española Nieves Olcoz.
"Fue como en el fútbol, les hice un seguimiento en sus trabajos anteriores y ya los tenía fichados para esta obra, en que hay que ir destapando secretos, como en un puzzle. Hay humor, llanto, locura, homenaje al cine B, de bajo presupuesto, como las películas
gore. Hay que aprender a reírnos más y con un sentido profundo", añade el autor y pareja de la actriz hispana.
Tu obra incluye el tema musical: varias canciones y bailes...
"Me fascinan los musicales, aunque me parecen horrorosos, como
Cabaret, o
La novicia rebelde; yo quería ser bailarín, incluso en mi primera obra, a los 27 años, actué, canté y bailé. En esta obra, hice todas las canciones, son muy malas, me río de eso también. Pero tuve el apoyo musical de Jorge Martínez, ex del Teatro del Silencio".