SANTIAGO.- Más allá de la sorpresa para muchos por los "triunfos dobles" en algunas categorías -se dejó de lado la mención honrosa, con la consiguiente repartición del millón 700 mil pesos-, queda claro que los nombres que resultaron ganadores en la versión 2001 del Premio Municipal de Literatura ya venían precedidos de halagos y distinciones.
Una suerte de "premiación anunciada" y en otros "lamentablemente tardía", como reconoce el escritor Germán Marín, editor de Biblioteca Transversal, de Sudamericana, que se adjudicó dos triunfos con su colección:
Los indicados, volumen de cuentos de Gonzalo Contreras, y la novela póstuma
Epifanía de una sombra, de Mauricio Wacquez, que ya antes fue distinguida con el Altazor.
"Es un reconocimiento tardío, pero lamentablemente para Mauricio no se dio nada de lo que esperaba antes de su muerte: ver el libro publicado y ser reconocido en su país. Para él, con su enfermedad, fue un gran esfuerzo terminar el libro, se lo quise enviar lo más pronto a Calaceite (España), pero fue muy tarde. Por eso digo que este premio es una felicidad amarga", sostiene Marín, autor de
Idola y
Conversaciones para solitarios.
Del mismo modo, Carlos Orellana, editor en el sello Planeta, se refiere a
Cuando pienso en mi falta de cabeza, la premiada obra del fallecido pintor Adolfo Couve. "El había quedado muy motivado con su novela anterior,
La comedia del arte, quedó muy conmovido con los elogios de la crítica, entonces esto sería como una continuación para él y sus fieles lectores", reconoce.
NUEVOS CUENTOS
Mauricio Electorat (1960, Santiago) es uno de los desconocidos ganadores con
Nunca fui a Tijuana y otros cuentos, del sello Cuarto Propio. Tan alejado de la narrativa local, que en Chile, hasta antes del mencionado trabajo, sólo había publicado en 1995 la novela
El paraíso tres veces al día.
Este narrador, egresado de Periodismo y Literatura en la Universidad de Chile, partió muy joven a España. Se desempeñó como lector para la agencia de Carmen Balcells y editorial Planeta, sin dejar de lado sus incursiones en la poesía si consideramos
Un buey sobre mi lengua y
Mientre lorando (Nota: en poesía fueron premiados Roberto Bolaño con
Los perros románticos y Juan Pablo Riveros con
El libro del frío).
Nunca fui... ya había sido distinguida con el Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura, cuyo jurado reconoció "los nuevos aires a la narrativa nacional que trae esta obra con historias de encuentros y desencuentros mortales, donde domina la traición como posibilidad siempre abierta".
"Es el reconocimiento a una apuesta, la de abrir espacio a escritores jóvenes", plantea la editora Marisol Vera sobre este volumen de cuatro cuentos que abordan amor, muerte y sexo, en que el narrador deambula con figuras marginales de rostro y espacios cambiantes.
Electorat compartió el premio con Gonzalo Contreras, responsable de
Los indicados, libro del cual habla su editor Germán Marín: "Hay una coherencia estilística en sus diez cuentos, con climas poéticos que le dan unidad; está la mirada del autor con personajes en soledad, en momentos de decisiones claves, de verse en la urbanidad".
El también autor de
El gran mal y
Nadador ya había comentado su trabajo en
emol.com tiempo atrás: "Diría que son temas que están en el aire, están emboscados en las conciencias de las personas, lo que hace la estructura es develar ese enfrentamiento; y por otro lado hay un motivo artístico de que no es una recopilación de cuentos escritos en el tiempo, sino que me dediqué a escribir un libro de cuentos, uno tras otro, que me demoró un año y medio".
Un punto interesante es el quiebre con el esquema tradicional del cuento con final sorpresa. "Si algo novedoso hay es justamente que se gana en la primera línea y no al final; la sugerencia y la posibilidad de conjeturas comienzan en la primera línea. La idea de Cortázar de que se gana por nocaut está bien, no voy a refutarla, pero creo que los cuentos son un desarrollo, de hecho permiten el desarrollo psicológico de los personajes, cosa que el formato no lo acepta".
NOVELAS POSTUMAS
Se da la coincidencia que en el género novela ambos ganadores no vieron en vida publicada su obra. Adolfo Couve se suicidó en Cartagena, en 1998, dos años antes de que saliera a la luz
Cuando pienso en mi cabeza; y Mauricio Wacquez, que padecía de Sida, no logró cruzar el Atlántico para presentar
Epifanía de una sombra, en la Feria del Libro de Santiago, de octubre del 2000.
Del texto del poeta y pintor -quien creó la imagen de la portada-, el crítico Ignacio Valente escribió: "Adolfo Couve tiene el talento necesario para ser coherente en medio de lo onírico, lo diabólico, lo espectral, y de enviarnos desde el corazón de ese reino un mensaje extraño, incómodo, profético y entrañable como su propio genio y figura hasta la sepultura".
Al mes de ser editado, ya estaba en el tercer puesto del ranking ficción de la Revista de Libros de El Mercurio. "Nunca fue un best seller, pero Adolfo tenía una legión de admiradores, fieles, cuya edición, de dos mil ejemplares, la buscaron y compraron sólo sus leales lectores. Se vende pero no es para prolongarlo, pues son libros con una vida perfectamente marcada", reconoce el editor Carlos Orellana.
Y añade: "Esta novela es como la continuación de
La comedia del arte; él estaba muy entusiasmado y conmovido con los elogios anteriores. Era un obsesivo por los detalles, no había un punto ni una coma demás, había un tratamiento casi químico con las palabras. Lo otro es la coherencia de lo que trata: el mundo derrumbándose, esa obsesión por la vejez, el derrotado, ese relevo que se produce en quien está declinando".
Lo de Mauricio Wacquez roza lo dramático, según cuenta el editor Germán Marín: "Hizo un enorme esfuerzo por terminar la novela; él desde Calaceite, yo de Santiago, íbamos revisando los textos. Mauricio estaba enfermo y pronto hubo que hospitalizarlo, entonces su pareja (Francesc García-Cardona) me entregó los manuscritos para que yo le hiciera las observaciones".
No obstante, septiembre del 2000 se llevó a Wacquez y a todo lo que pudo haber dicho sobre este relato vivencial del nacimiento a los 20 años, con sus periplos entre Colchagüa y la capital. "Es una novela de peso, de estilística densa, en que recreó un mundo desde los años 40, la experiencia en el campo, las viñas de su padre, su crecimiento, su huida a Santiago. Hay una parábola bastante rica", añade Marín sobre
Epifanía..., que ya antes fue premiada con el Altazor.
Anuncia que en Sudamericana cuentan con los borradores de la segunda parte de esta suerte de trilogía vivencial de Wacquez, que llega hasta los 60 años, edad en que falleció en España. "Está el segundo tomo, no sé en qué estado, y aparte de eso sacaremos una antología de los cuentos de Mauricio. Eso está en barbecho, pero se hará el próximo año".
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Entrevista póstuma a Mauricio Wacquez
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Dos capítulos de la novela de Couve