Tras cuatro años de espera, los fanáticos de la banda nacional podrán tener en la mano un nuevo disco del sexteto. "Ojos de niño" habla de dolores infantiles y huele más a edificios que a pampa. Si el mundo cambia, Illapu también tiene todo el derecho.
Pablo Márquez F.
(14/02/2002)
Puerto Cisne. Curepto. El Palqui. Huasco. Montepatria. El bus de Illapu va dejando atrás los pueblos de la gira 2002 y los músicos, como las estrellas de rock, se las ingenian para matar el tiempo en la carretera.
A veces, cuentan, han llegado a viajar mil kilómetros entre un escenario y otro. Por eso, José Miguel se compró un DVD y aprovecha de ver películas en el camino. Al resto le ha dado por organizar "pichangas" de básquetbol entre los asientos. Un salón cama, esa es la idea, puede llegar a ser tu casa. Bueno, algo así.
La longeva banda nacional, con treinta años de carrera recién cumplidos, está empecinada en llegar a los más lejanos rincones de un país que conocen de memoria. Y esta vez la excusa se llama "Ojos de niño", su primer trabajo inédito en cuatro años.
"Esta gira por pueblitos tiene que ver con el momento que estamos viviendo; es una especie de viaje al interior nuestro que nos permite cargar las baterías. Estar ahí, tener esa conexión tan fuerte con la gente y no sufrir los problemas que vivimos a diario en la gran ciudad", reflexiona Roberto Márquez, en medio de la atiborrada sala de ensayos de la banda. Ahí, entre cerros de quenas, zampoñas, cacharpallas, batería, guitarras y quién sabe qué otros artefactos sonoros.
Hoy Illapu tiene el día libre. Están en tierra, aprovechan de ensayar y están prontos a celebrar el cumpleaños de José Miguel, el hermano menor de Roberto y Cristián. Pero la gira sigue. Los viajes, desde hace tres décadas, cuando partieron la historia con "Illapu, música andina" (1972), son pan de cada día.
"A ver...", hace memoria José Miguel en complicidad con Luis Enrique Galdames, tan crespo y moreno como los Márquez, pero sin ningún gen en común. "El año pasado estuvimos en Nueva York, Argentina, España, Alemania, Noruega, Suecia. Pero como estamos tan acostumbrados a salir, ya ni decimos a dónde vamos. Es tan natural para nosotros que nos vamos no más y no le contamos a nadie".
El éxito se ha convertido en una costumbre para la banda. Recorrer el mundo, editar discos, buscar nuevas sonoridades es tan "normal" para Illapu que, se quejan, pocos son los que se sorprenden con sus nuevos proyectos. No hablan del público, por supuesto, sino de los medios y del mercado.
"Nos dicen pa'''''''''''''''' qué les pregunto cómo les va, si les va bien. Y es contradictorio, porque todos los días nos esforzamos por desarrollar nuestro trabajo y la propuesta de Illapu es siempre darle una mirada nueva a la música", explica Galdames.
- Bueno, ¿y cómo les va?
Roberto Márquez: "Bien nos va... porque estamos hace un rato largo sin cambios de integrantes, eso es muy sano, permite afiatarse, proyectarse y no estar en la dinámica de montar nuevas estructuras. El año pasado estuvo pleno de giras, firmamos con una nueva compañía (Warner Music) y eso te permite tomar un nuevo aire. Y estamos con este nuevo disco, que es como empezar de nuevo con todas las herramientas que necesitas".
- Cuatro años entre disco y disco es una pausa muy larga para Illapu...
José Miguel: "Nos enrollamos en el cuento de las reediciones por los 30 años. Sacamos discos como "El grito de la raza" (grabado en 1978 y editado en 2001) y nos quedamos en cuanto a la creación. Y ahora echamos a rodar de nuevo la máquina de la creación para ver qué queríamos hacer".
- Comparado con otros discos, aunque es patente, la presencia folclórica está algo menos desarrollada...
J.M.: " Y hay gente que dice que está bonito, pero que es igual al otro. Otros dicen que es súper diferente y tenemos eternas discusiones para determinar hasta qué punto llegar a la hora de innovar un poco. Hay cosas que la gente no quiere dejar de escuchar, pero al tratar de combinar ritmos y temáticas hay que preocuparse de que sea algo coherente con lo que habíamos hecho".
Las temáticas de las canciones parecen ahora más sociales, más explícitas...
J.M.: "Tuvimos eternas discusiones sobre qué decir... Pasaron muchas cosas en estos años en Chile y vimos cuáles eran los temas que nos interesaba cubrir. Y llegamos a la prostitución infantil, a la homofobia, al mundo de los niños... No vamos a hablar tanto a lo mejor de la problemática del altiplano, porque nos interesa la problemática social de Chile, la política si quieres, para dónde vamos. La página con Pinochet ya se ha dado vuelta, pero hay cosas inconclusas que nadie quiere tocar y que es importante volver a analizarlas en esta etapa".
- La canción "Declárase culpable" es una pasada de cuenta, entonces...
R.M.: "Más bien es una forma de recordarle a un tipo, que nunca estuvo expuesto a una situación en la que estuvimos muchos - exilio, marginación, prepotencia- , lo que se siente al pasar por eso. Si bien Pinochet hoy es un cero a la izquierda, nos parece importante refrescar esas cosas, es como sacar enseñanza de lo que nos ha tocado vivir...".
- Pero cuando cantan "cómo fue vivir en tierra ajena, obligado, alejado, repudiable/ recordará que muchos por su mano, quedaron como estrellas incontables", le están cantando a él...
R.M.: "No es para Pinochet. Nuestras canciones tienen una proyección mucho más allá de una anécdota".
Zampoñas en China
El viernes 22 de febrero, Illapu se subirá por quinta vez al escenario de la Quinta Vergara. La primera fue en un agitado verano de 1973. El retorno llegó en 1992, pocos meses después del retorno del grupo a Chile. El ''''''''''''''''94 y ''''''''''''''''96 atrajeron multitudes. Y la presentación de este año en el Festival de Viña, aunque para ellos sea chiste repetido, los tiene muy expectantes.
"No es un gran desafío que nos paren ahí", dice Roberto Márquez, "lo importante es poder cantarle a un montón de gente y, sobre todo, tener un escenario en el cual poder decir cosas".
Pero las multitudes tampoco son una novedad para Illapu. Hace una semanas, cuentan, una avalancha de 22 mil personas se congregó en un concierto en Llanquihue y los músicos tuvieron que llegar al escenario en bote: el lago era el único lugar donde no había gente. Y la fidelidad de su público los sigue sorprendiendo.
"El día que pensemos que hicimos todo lo que teníamos que hacer, hasta ahí llegamos", expone el siempre pausado José Miguel. "Pero todavía tenemos ese bichito, las ganas de estirar el hilo más allá todavía, de llegar hasta dar una sonoridad nueva que nos refleje a nosotros y a la gente que nos sigue, al mundo que nos toca vivir".
- Y este mundo de hoy para Illapu suena más urbano, a más cemento y a menos pampa...
R.M.: "Obviamente estamos marcados por el sino de la ciudad. Vivimos en París, en Ciudad de México, en Santiago desde hace muchos años... Me encantaría vivir con vista al mar en Antofagasta, ir al altiplano, a las salitreras, pero no tengo ninguna posibilidad de hacerlo hoy... Hace mucho rato que no nos vamos una semana al Valle de la Luna y a lo mejor nos hace falta, pero la urgencia ahora tiene que ver con lo urbano y en eso somos transparentes".
- ¿Con la prostitución infantil, con los niños mendigos, como cantan en algunas de las canciones?
R.M.: "Es muy terrible lo que viven los niños, eso de que un cabro chico ande con pistola y mate a sus compañeros... Ese sí nos parece un problema urgente y es muy importante que lo discutamos, porque no siento que se hable mucho".
- ¿Y por qué tocar el tema ahora, si ha existido siempre?
Luis Galdames: "Tiene que ver con nuestros continuos viajes a América Latina. Las miradas de los cabros chicos que se nos acercan con el lustrín en Quito, los que están en la plaza en Lima, los que te asaltan en México, es la misma mirada de los niños en Chile. Por ahí sale el problema y nosotros no lo vemos sólo como una cosa de país. No sólo nos traemos trofeos y premios de las giras, sino vivencias y realidades muy urgentes".
- Además, premios ya han ganado muchos...
J.M.: "Sí, nos dieron muchos premios, pero aquí ya nadie nos nomina a ninguno. Parece que, de repente, darle un premio a los Illapu se convirtió en innecesario. Nadie se plantea darnos un premio porque se piensa que Illapu ya se ganó un espacio y está bien".
- Claro, no es raro que Illapu viaje, haga discos, tenga éxito. La rareza es una condición para que un hecho se convierta en noticia.
L.G.: "Pero nos sentimos ignorados frente a un montón de cosas que hemos hecho... Estuvimos en China, somos uno de los pocos grupos latinoamericanos que han tocado allá. A lo mejor el grupo ganó todo lo que podía ganar, pero ahora estamos viviendo un montón de historias súper interesantes también para contar".
R.M.: "Cuando no tienes un referente, una crítica, imagina lo difícil que es trabajar. Así, los únicos que nos podemos poner metas somos nosotros y eso es súper jodido. No sé si no les interesa, pero nos gustaría que alguien nos dijera aquí los Illapu se fueron en la volá".
- ¿Y tienen muchas metas?
R.M.: "Nos gustaría proyectarnos desde Chile. No es casualidad que las grandes estrellas chilenas, La Ley, Lucho Gatica, hayan tenido que radicarse afuera. Nosotros elegimos quedarnos aquí y proyectarnos, pero eso es casi una utopía. Ese va a seguir siendo un desafío, como pararse siempre en escenarios diferentes para gente distinta".
- Como China...
"Fue importante pararse en un escenario donde la gente que hablaba tu idioma eran tres personas, todas de la embajada... Hicimos dos conciertos, en Shangai y Beijing, y el intérprete quería que le escribiéramos todo lo que íbamos a decir para la traducción. No quisimos, porque estamos acostumbrado a hablar dependiendo de cómo vaya la cosa. Terminaron bailando "Candombe para José" y coreando "Amigo"... Puta, ahí queda claro que la música es un idioma universal. Ahí lo probai'''' así, a poto pelao.