VIÑA DEL MAR.- La noche chilena del Festival de Viña 2002 comenzó en alto, gracias a una potente actuación durante una hora y cuarto del grupo nacional La Ley, que recorrió parte importante de su discografía, centrado en su producción más reciente, el muy vendido "La Ley MTV Unplugged", que recoge la mayoría de sus súper éxitos.
El animador
Antonio Vodanovic estuvo acompañado de una segura y tranquila
Andrea Tessa. La cantante, segura de sus medios, se tomó su tiempo para agradecer la oportunidad de animar y recordó sus varias apariciones en el escenario de la Quinta Vergara, en situaciones tan diversas como la competencia internacional y dúos con Luis Miguel y Peabo Bryson.
Beto Cuevas interpreta "El duelo" junto a la mexicana Eli Guerra, en uno de los mejores momentos de la actuación del grupo chileno esta noche en la Quinta Vergara.
Tuvo su oportunidad de volver a cantar bajo esas luces cuando la llamó
Beto Cuevas, vocalista de
La Ley, para interpretar "Angie", ese clásico de The Rolling Stones. Aunque el arreglo se alejó del arrastrado original de los Stones, el que hubiera permitido un mayor lucimiento vocal de la invitada, fue de alto nivel.
Lo mismo ocurrió un rato después cuando Cuevas convidó a Eli Guerra, su compañera en la grabación del álbum para MTV, y juntos entonaron "El duelo": un momento de pasión surgida de la música.
Tras una entrega impecable, con buen sonido (interrumpido apenas por unos pocos chirridos), iluminación un poco excesiva y una nueva demostración de lo mucho que el grupo ha avanzado en sus 11 años de profesionalismo, se hicieron acreedores a la Antorcha de Plata, entregada raudamente por el animador. Habían pasado por "Delirando", "Prisioneros de la piel", "Mentira", "Intentar amar" y "Aquí", entre otros, haciendo bailar y aplaudir a rabiar a un público que en buena medida parecía haber sido llevado sólo por ellos hasta Viña.
La salida de La Ley dio paso a un intermedio del que se volvió para presentar a una de las integrantes del jurado,
Javiera Parra, quien junto a
Los Imposibles subió a la Quinta Vergara especialmente para interpretar los "covers" incluidos en su exitoso "A.M.".
Abrió fuerte con "No" y más tarde interpretó "Respiro", "Te amo tanto" y, finalmente, "Maldita primavera", para despedirse y dejar a las graderías exigiendo más, aunque sin desbordes. Antonio Vodanovic la acompañó y la espera hizo crecer los gritos y los aplausos lo suficiente como para forzar la entrega de una antorcha. Segunda actuación de la noche, segunda antorcha.
El conjunto se marchó feliz con su premio bajo el brazo, y todo quedó tranquilo para presentar la competencia folclórica, que mostró por segunda vez a Perú, Chile y México.
Fue el turno de
Tito Fernández, que al principio repitió su actuación del año pasado, pero con menos sorpresa, aunque la misma enorme gracia, especialmente al cantar "Se va la nave", que encendió el mayor entusiasmo. Jugueteó con el público, hizo de humorista y deleitó a todos, desde el jurado sentado en la primera fila hasta la última de la galería con sus coplas cochinas. Fernández demostró que la Quinta Vergara, por muy sofisticada que sea, no le es extraña. Su comunicación con el público es directa y no necesita de mediadores.
La competencia internacional repitió los temas de Estados Unidos, Chile, Costa Rica, Italia y Brasil, mostrando nuevamente que es, ante todo, una larga interrupción a lo fundamental del espectáculo: el show.
El homenaje a
Lucho Gatica y
Antonio Prieto dejó un sabor extraño. Muy elegantes salieron los dos, de smoking negro y actitud de crooner cincuentero. Pero ninguno de los dos cantó. Ya no les queda voz. Y sus playbacks pusieron en riesgo la dignidad de un homenaje a dos de los más grandes de la canción popular chilena (esta vez Vodanovic tenía razón en su grandilocuencia), exportados a otras latitudes, particularmente en el caso de Gatica, quizás si más recordado y ceremoneado en México que en su patria. La grabación nos hizo recordar "Reloj", "La barca", "La novia" y una docena de otros éxitos, pero esos dos colosos se fueron sin premio entre sus manos. Hay tantas maneras de celebrar a los grandes íconos; la elegida, por desgracia, los desmereció.
Al presentar a
Buddy Richard, Vodanovic de forma probablemente inconsciente dejó muy en claro lo que había pasado: "Recibamos ahora a un hombre que mantiene su voz y sigue vigente..." ¿Lapsus linguae?
Richard hizo un tremendo show, limitado por una voz que nunca ha sido potente, pero que ahora definitivamente afloja a ratos. Recorrió su nutrido repertorio ("Mentira" y "Tu cariño se me va" estuvieron, por supuesto) y la entrega y la trayectoria fueron premiadas con una antorcha de plata. Terminó con una nostálgica "Balada de la tristeza", coreada con cariño por el público.
El final estuvo reservado para
Illapu, un grupo con una discografía de treinta años, con cientos de presentaciones en vivo (de hecho, vienen recorriendo Chile desde mediados de enero, y después de Viña siguen).
El grupo liderado por los hermanos Márquez trajo su conocida música andina, la original y también la remozada, como la de "Qué hacen aquí" o de "Sincero positivo", dedicada al tema del sida. Afiatamiento perfecto en los instrumentos y en las voces, Illapu ya es un ícono de la música chilena.
Un cierre sin discoteque para una noche de chilenidad que pudo haber tenido más emoción y más novedad, y que gastó sus mejores cartuchos en la primera parte.
A las 03.05 Vodanovic, aparentemente apurado por despedir la transmisión adelantó la antorcha como si fuera un trámite inevitable y dijo buenas noches. Porfiado, Roberto Márquez dijo que ojalá lo que venía, "La historia de Manuel" (sobre un detenido desaparecido), pudiera ser escuchado por todos: los de la Quinta y los de la tele.