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Cuarta noche en Viña: Germán Casas da la sorpresa

El chileno de la Nueva Ola conquistó inmediatamente a la Quinta Vergara, con un repertorio pegador que entusiasmó tanto que no sólo le significó antorcha, sino también Gaviota de Plata, la primera de esta versión del festival.

24 de Febrero de 2002 | 03:37 | Felipe Ossandón y Paulo Ramírez, EMOL
VIÑA DEL MAR.- Preparados para un largo recital de Juan Gabriel, que llega a la Quinta Vergara por cuarta vez, se dio comienzo a una nueva jornada del XLIII Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, pero la sorpresa vino temprano, con una redonda actuación del chileno Germán Casas, quien recibió no sólo la antorcha, sino una Gaviota de Plata, autorizada por el alcalde de Viña del Mar, un premio que se suponía reservado sólo para los competidores.
Patricia Manterola
Patricia Manterola: se sabe y lo muestra. La mexicana realizó una conducción de alto nivel, con una presencia arrolladora.

Acompañando a Antonio Vodanovic estuvo la mexicana Patricia Manterola. Cantante y actriz, elegida reina del certamen este año, la ex integrante del grupo Garibaldi se vistió para matar, y apareció con un ceñido vestido de encaje, con una gran abertura en la pierna, pronunciado escote y una parada más que provocativa. Dio un sugerente beso a Vodanovic (muy cerca de la boca) y se dejó mirar. Habló mientras caminaban a ubicarse en el rincón tradicional de los animadores y regaló el coro de "El rey", con ayuda del público. Durante su conducción demostró un impactante dominio escénico y una actitud muy adecuada para un anfiteatro de esta envergadura.

La primera artista de la noche fue la uruguaya Natalia Oreiro. Ya estuvo en la Quinta Vergara el año pasado y ahora regresa para su actuación y para acompañar a Vodanovic en la animación de mañana.

Vestida con una chaquetilla plástica tipo Gatúbela, medias caladas con portaligas, largas botas negras y cola de tul rosado, inició su actuación con "Tu veneno". Detrás suyo había una banda de tamaño respetable, que sonó muy bien, sobre todo en las cuerdas.

Siguió con "Huracán", regalando ritmo. En sus palabras al público demostró más tranquilidad y madurez que en sus visitas anteriores a Chile. En "Cambio dolor" mejoró su nivel interpretativo, un poco restringido al principio. "Ramito de violetas" logró un atractivo ambiente de intimidad.

Después anunció un estreno, un tema dedicado a los niños que incluirá en su próxima producción. Se tomó unos minutos para volver y apareció de abrigo rojo y maleta, para cantar "Me muero de amor". Dio las gracias y se despidió, pero volvió a los pocos minutos, con un grupo de candombe uruguayo para interpretar "Que sí, que sí" y "Río de la Plata".

Despareció del escenario entre aplausos entusiastas, pero sin que se oyera un solo grito de "¡Antorcha!". Su show mostró progresos en relación con el 2001, gracias esencialmente a su banda, pero Natalia Oreiro sigue dependiendo del despliegue de su simpatía para realmente impactar; con su puro arte no alcanza.

Germán casas
Germán Casas abraza su Gaviota de Plata. Como siempre, se había anunciado que el premio no se entregaría a quienes participaran en el show, sólo a los ganadores en las competencias. Ahí lo tienen.
Lo contrario sucedió desde el principio con Germán Casas. Apoyado por un conjunto sesentero con piano eléctrico y sintetizador agregados, Casas comenzó con rock & roll y twist para continuar con un par de baladas en español e inglés. A la tercera canción, las graderías ya pedían la antorcha. Un muy bien seleccionado repertorio y entrega total se conjugaron para conquistar a un público que no siempre recibe de buena manera los recuerdos.

El ex líder de los Ramblers repitió en Viña lo que estuvo más de dos años haciendo en escenarios a lo largo de todo el país: traer a estos días la música que fue furor treinta años atrás. Y lo hizo con éxito completo, probablemente porque no vino a desempolvar nostalgia, sino a recrear musicalmente los tiempos idos. La banda, fiel a los códigos del rock & roll, mostró momentos altos en la batería, el piano y la guitarra. El vocalista desafinó a ratos, pero estaba perdonado de antemano.

Tras "Tengo algo para ti" no quedó más que entregarle la antorcha de plata. Después hizo cantar al público, mientras en un rincón del escenario Vodanovic trataba de bailar con la Manterola. Casas ya se iba y el animador le pidió "Eres exquisita". El cantante demoró hasta el final su interpretación de "El rock del mundial". El animador dijo que no la quería cantar porque le decían que era su único éxito. Casas accedió.

Peor para el animador, porque con ese tema dejó al público tan enardecido que estuvo largo rato exigiendo una Gaviota de Plata. Vodanovic trató de convencer al público de que la gaviota es sólo para la competencia. La insistencia fue demasiada. "Yo no soy la autoridad aquí; la autoridad es el alcalde de Viña del Mar", dijo. Y bajó a la platea, donde Jorge Kaplán dijo que, por esta vez, porque se trata de un chileno, se haría una excepción: Gaviota de Plata para Germán Casas.

Más tarde, Casas dijo que intuía que algo así podía pasar: "Porque todos los fines de semana no me regalan un gaviota, pero sí me regalan el corazón en los lugares donde voy". Dijo también que no le sorprende que su música llegue tan bien a la juventud, debido a que no es "de los recuerdos, sino que está siempre presente en las radios y los jóvenes la conocen".

El premio a Casas sirvió para pasar con tranquilidad a la competencia folclórica, en la que se presentaron Chile (con sus dos representantes) y Venezuela. Un rato después se entregó la lista de los finalistas: Perú, con "Juramento" y Chile con "Quiero verte" y "Entre cerros y caminos".

Después vino el espectáculo de Misha, integrante del reconocido Cirque du Soleil, que fue una rareza apropiada para el deleite visual y para una nueva exhibición de la inmensidad del escenario. Su acto es igualmente acrobático y estético; tanto así que el musculoso Misha necesita las axilas depiladas para no romper la armonía de sus vuelos, ya sea colgado de una sábana de seda o un cubo formado por perfiles de acero. Seguido atentamente por la cámara, fue una fantasía corta, elegante e innecesaria.

La competencia internacional interrumpió el show con los representantes de Cuba, Colombia, Suecia, Argentina y Francia.

El número verdaderamente central de la jornada llegó pasada la medianoche. Juan Gabriel, con la compañía de una orquesta, un coro y su clásico mariachi (que sonaron a la perfección durante la hora y veinte minutos que duró el espectáculo), fue una avalancha incesante de canciones: no por nada tiene una cincuentena de álbumes a su haber y más de setecientas canciones grabadas.

Con un histrionismo más controlado que en sus visitas anteriores, Juan Gabriel demostró nuevamente su tremenda capacidad vocal, su fuerza interpretativa y su porte de estrella, a punta de éxitos bien recreados. Estuvieron "Vamos al Noa Noa", "Querida", "Todo está bien", "Hasta que te conocí", "Amor eterno" y una infinidad de canciones que fueron aplaudidas y coreadas por un público que parecía en su totalidad estar a los pies del mexicano. Por supuesto, fue premiado con antorcha de plata, entregada por su compatriota Patricia Manterola.

Un bis después y el público ya pedía la Gaviota, pero los animadores no se arriesgaron: despidieron al mexicano entre papeles picados y sin posibilidad de retorno.

El epílogo, a cargo de los Auténticos Decadentes, fue una verdadera fiesta. El combo argentino se tomó el escenario de la Quinta por asalto, para hacer bailar y gritar de alegría a lo que iba quedando de público.

Es preciso aclarar que no fue una presentación excesivamente pulcra, ya que por momentos la instrumentalización de los temas fue un caos, pero había tanta euforia, tanto salto, tanto baile y tanto papel picado, que a nadie le importó mucho.

Con una energía y un juego de piernas a toda prueba, y apoyado principalmente en su línea de bronces, el grupo argentino se paseó por algunos de sus hits más pegadores como "Murguero", "Como me voy a olvidar", "Corazón", "Turdera", "Piratas" y otros con los que hicieron bailar desenfrenadamente a su público, hasta más allá de las tres de la mañana.

Mucho rato antes que eso, Vodanovic ya había salido a entregar la antorcha de rigor y a cerrar la transmisión televisiva, pero dejando al público con las ganas intactas para seguir bailando. Faltó que dijera "el último apaga la luz".
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