El ciclo de trece nuevos cuentos chilenos que actualmente exhibe TVN los martes a las 22 horas, y que fue realizado en conjunto con varios productoras audiovisuales independientes, está cobrando sus dividendos. "Gracia y el Forastero" fue el cuento exhibido ayer y, al igual que "El Pozo", obtuvo 29 puntos de rating, liderando la sintonía de los martes en la noche.
Pero si el primer capítulo de este segundo ciclo fue un debut auspicioso, que le otorgaba un necesario aire fresco a la programación 'prime' de los días martes, el capítulo de ayer fue un franco retroceso.
La semana pasada, el cuento "El Pozo", dirigido por Marcelo Ferrari, fue un excelente ejemplo de lo que se puede llegar a hacer en la pantalla chica si se conjugan inteligentemente los elementos necesarios aportados por el oficio cinematográfico. El resultado fue una pulida historia bañada en un verano rural, muy bien dirigida y si bien contaba con un ritmo pausado, éste daba sus frutos con un buen final.
Pero con "Gracia y el Forastero" no sucedió lo mismo. Dirigida por el doctor Alberto Daiber (quien antes de conducir varios programas televisivos como "Carta Blanca" y "Zona Franca", debutó hace algunos años en el cine con "Punto Rojo") y con guión del periodista Luis Ponce, la historia avanzaba a tumbos para llegar al trágico final que francamente, carecía del tacto y la potencia necesaria. El actualizado guión (la obra original de Guillermo Blanco fue escrita en 1964) se da el lujo de imponer elementos contemporáneos como e-mail e internet (?), pero no logra ayudar lo débil de muchos de los diálogos (como el del cura con el protagonista, que le advierte sobre las responsabilidades que conlleva la paternidad, entre ellas "pagar el TV cable") y el el desarrollo de los personajes.
Amparada derechamente en un formato tercamente televisivo, con cero guiño cinematográfico (a excepción de un siútico plano cenital en una fría escena de sexo), la remozada historia se centra en la fatídica relación entre Gracia (Daniela Tobar, la misma del proyecto de la Casa de Vidrio), la hija adolescente de un pechoño y arribista general en retiro (Luis Alarcón, sólido como siempre) y Gabriel (Néstor Cantillana, a un paso de la sobre exposición), el forastero en cuestión, que llega de vuelta a su hogar en la playa, junto a su padre, un militante de izquierda.
El amor entre los jóvenes, que ya se habían conocido de pequeños, es fulminante y, debido a las diferencias familiares de ambos, destinada a la tragedia.
Daniela Tobar, realizando su debut en la pantalla chica, está muy bien en el rol de Gracia, mientras que Néstor Cantillana, que se repite el plato después de "El Pozo", simplemente se interpreta a sí mismo. Los personajes secundarios como Hugo Medina (como el padre de Gabriel), María Jesús Casanova y Boris Quercia ayudan a afirmar un poco más la historia. Pero no es suficiente.
La iluminación era pobrísima, sin estilo ni intencionalidad. La música, a cargo de Cuti Aste (un excelente músico que hace rato pasó a la sobre exposición) es correcta, pero nada especial. Pero el sonido sí que era una cosa deplorable. Como en los peores tiempos del cine-guerrilla chileno de principios de los '80s, muchas veces el sonido ambiente opacaba los diálogos de los personajes. Hoy eso simplemente no puede suceder.
Para el doctor Alberto Daiber, quien ya había debutado en el primer ciclo con dos cuentos ("Misa de Réquiem" y "La Chica del Crillón"), el dicho "pastelero a tus pasteles" nunca pudo estar más acertado.