A punto de cumplir sesenta años, Caetano Veloso - una de las principales figuras de la música brasileña- es un tipo pausado, que mide sus palabras y sus fuerzas, que sabe lo que quiere y lo que detesta y que asume el cariño que su pueblo siente por él. Y antes de escucharlo en vivo en Chile, en los conciertos que ofrecerá a fines de mes en Santiago y Viña del Mar, bien vale la pena escucharlo conversar en su refugio carioca.
Pablo Márquez Farfán, desde Río de Janeiro.
Caetano Emanuel Viana Teles Veloso saca unos anteojos dorados de la caja metálica con la que ha jugueteado en la última media hora y se concentra en un papel. Son dos hojas, que perfectamente pueden ser un contrato o una carta de un admirador de su música. Totalmente enfocado en su lectura, uno de los hombres más famosos de Brasil evita el silencio tarareando una melodía imposible de reconocer. Al cabo de unos minutos, termina sus líneas y fija la vista al frente. Pensativo.
Las murallas de la sala de reuniones de su empresa de management, Natacha Producciones, están plagadas de reconocimientos a su carrera artística. Son los premios conseguidos por el hermano de Maria Bethânia, el inseparable de Gilberto Gil, el discípulo de João Gilberto, por las millonarias ventas de sus más de treinta álbumes.
El dorado marco de su refuerzo óptico destella en uno de los discos de platino que adornan la sala y, casi como un acto reflejo, el dueño de casa desvía la mirada hacia el teléfono. "Bethânia, que se está quedando en casa de mi madre, en Bahía, me dejó un recado hoy en la grabadora y no he podido devolverle la llamada", confidencia el artista nacido en un pequeño pueblo de Bahía, Santo Amaro da Purificaçao, un 7 de agosto de 1942. Vestido enteramente de blanco y bronceado por el sol de Ipanema, su figura no parece la de un hombre próximo a cumplir 60 años. El peso y una piel cuidada lo acompañan.
Caetano Veloso se disculpa y marca un número. No hay respuesta. Congestión. Entonces sonríe y se acerca a la grabadora. "Me encuentro básicamente bien", dice aclarando su estado de ánimo. "Pero, en general, la situación de tener 32 o 25 años es más agradable que tener 59...", sigue con ese suave tono de voz con el que llegará a Chile para presentar - el 23 en la Estación Mapocho, en Santiago, y el 25 en la Quinta Vergara, en Viña del Mar- la excusa de su nueva gira por varios puertos del mundo: el disco doble, en vivo, "Noites do norte".
"Es verdad que, con el tiempo, se aprende a hacer mejor las cosas y a ver lo que ocurre alrededor. Eso es una ventaja, pero tengo una sensación general de que es más agradable cuando somos más jóvenes".
- Pero, ¿nada positivo?
''''También hay momentos en que es agradable no sentir esa expectativa un poco angustiosa que tenemos cuando somos jóvenes, eso de estar ansioso por lo que se va a conseguir o no, ¿comprendes?".
- ¿Y te sientes con la misma fuerza de antes?
"En general sí... pero a veces no. Ahora mismo, que tengo que hacer una gira larga por varios países de América Latina y Europa. Me acuerdo que en los ''''70 y en los ''''80 hacía muchas giras y no importaba si iba a estar cansado o no, ¿comprendes? Viajaba para cantar, hacía muchos shows y ni siquiera pensaba mucho en ellos porque estaba muy curioso por conocer las ciudades y luego salir a beber y a charlar. Y todavía lo hago, salgo, porque me gusta conocer los sitios, pero hoy me preocupa. Tengo una gira larga y me preocupa cuánto voy a aguantar, porque me olvido de que ya no tengo más la misma resistencia y mi disposición inicial es hacer lo que hacía en los años ''''70. Y cuando llego ahí veo que no da, que es diferente..."
- Una de las molestias que dices tener ahora, a los 60 años, es...
"Todavía no tengo 60, son 59...".
- ...A los 59, es tener canas y que te digan "señor".
"Sí, la gente me llama señor en las calles".
- Por respeto.
"Por respeto... por el señor que tiene el pelo blanco. Sé que se puede pintar, pero no queda, es muy feo".
Señor Tapinha
Al fin suena el teléfono. De una sala contigua sale el grito que anuncia que su madre está en la línea y toma la llamada. Su portugués se cierra y se acelera. Y se entera de que su hermana lo está invitando a los conciertos que hará en Bahía ese fin de semana. Se excusa de no poder ir, pero avisa que uno de sus hijos, el mayor de los tres, Moreno, sí podrá acompañar a su también famosa tía sobre el escenario. La grabación de las primeras maquetas de un nuevo disco dejará, por esta vez, a Caetano Veloso fuera de la comida casera y del concierto familiar.
- Muchas veces te has definido como una máquina de hacer música y no de escuchar música...
"Pero también escucho muchas cosas, incluso música clásica, pero no la escucho con método ni con mucha frecuencia... Yo leo y veo películas, más que escuchar música".
- Leí que no te gustaba leer...
"Periódicos... Estuve un par de años sin leerlos, pero siempre he leído libros. No me gustaban los periódicos cuando era joven, no tenía el hábito. Cuando volví de Londres, el ''''73 (después de tres años de exilio por su oposición al gobierno militar de entonces), ni siquiera miraba los periódicos. Sólo después empecé a leerlos todos los días, hasta hoy, pero partí muy tarde, tenía unos 36 años".
- ¿Y cómo ves al Caetano Veloso que aparece en los periódicos?
"Aunque lo que se escriba sea ingenuo, siempre revela algo que me interesa. Porque aunque sea un equívoco, es un equívoco sobre mí. Siempre me pregunto: por qué ese equívoco y no otro... Siempre me interesa. Y a veces no es un equívoco, sino una observación pertinente y entonces la tengo en consideración. A veces es una cosa positiva, a veces negativa... Pero la mayoría son tontas. En general leo tonterías, pero como son sobre mí, aunque sean tonterías, son importantes. Las leo y pienso: eso soy yo, ese tonto escribió esa tontería sobre mí y no otra porque yo soy yo".
- No sólo son tonterías...
"No todo, he dicho que a veces hay cosas pertinentes, inteligentes, lucidas, pero la mayoría son tonterías... Y es normal que sea así, porque la gente que escribe en los periódicos sobre discos y música popular es, en principio, contratada para escribir tonterías... al menos en Brasil".
- Pero lo que sí te gusta es escuchar la radio en el auto...
"Escucho radio sólo en el coche. Yo tendría otro momento para escuchar, pero no me gusta que haya siempre música en todas partes, ¿comprendes? Si estoy en un restaurante y hay música (...) la música es así, invasiva: no es como un cuadro que uno mira si quiere, como un libro que uno mira si quiere; la música invade tu vida. A veces es una música insoportable, muy aburrida; a veces es interesante, pero yo estoy ahí para comer y conversar, entonces me parece que no es necesario que haya música. Cuando voy a un sitio de ésos y no hay música, parece un milagro, es muy bueno".
- ¿Y lo que suena hoy no puede ser una influencia para tu trabajo?
"Hablar de influencias a estas alturas es difícil, porque las más determinantes ya se han dado hace muchos años. Pero sí, hay cosas que me estimulan y que pueden afectar mi gusto y lo que hago... El artista más importante para mí, la influencia más fundamental, fue João Gilberto... Lo que significó para mi formación emocional, personal, de sensibilidad, hubiera sido siempre determinante aunque yo hiciera cine o farmacia".
- Es curioso. En tus últimas entrevistas te has definido como un defensor de la música ultra comercial de Brasil, del axe...
"Me han dicho que es lo que se escucha en Chile... Y sí, todos los ritmos me interesan, pero el axe más que todos porque es la música del Carnaval de Bahía, que es una de las cosas más importantes para mí en la vida, una cosa maravillosa, un mundo de creación y de afirmación de vitalidad creativa que me llena de orgullo y de esperanza".
- El punto es que en Chile sólo suena música axe...
"Para mí es solamente un corolario, un capítulo de un fenómeno, de un todo que me interesa y me encanta... Creo que es un período en las relaciones de los chilenos con la música brasileña y a mis ojos me parece que es una cosa muy buena... He hablado con gente de Chile y todos se quejaban porque allá sólo suena música axe. Ellos querían más Milton Nascimiento, más Gilberto Gil, más Maria Bethânia, más Chico Buarque... pero la presencia del axe sólo podrá ayudar a que la otra gente sea más difundida".
- En el disco incluyes "Tapinha", una de las canciones que más se han escuchado últimamente en las radios chilenas...
"Pero "Tapinha" no es axe... no, no, no. Es de Río de Janeiro y pertenece a otro fenómeno, al de las favelas. Es el funky carioca, música grabada y consumida por los barrios pobres. Son discos distribuidos en forma pirata, con canciones de letras obscenas, fuertes en general, conectadas con los carteles de droga, hablan de sexo y de bravatas... Es muy bonito como expresión popular, porque es una cosa hecha fuera de la cultura oficial y extraoficial, es el margen del margen..."
- Como pocas personalidades en Brasil, te has preocupado de no encerrarte en la burbuja de la fama. Al menos, se te puede ver circulando tranquilamente por las calles....
"Yo voy a sitios de Río que la mayoría de la gente ni siquiera sabe dónde están, lugares que son considerados peligrosos, impenetrables, pero yo los conozco. Tengo una cercanía con la vida más pesada de los brasileños y en esos sitios encuentro la misma dulzura que es la marca general de la manera de ser de nuestro pueblo. Eso, a pesar de la brutalidad, la crueldad, de cómo la policía tortura, mata y es corrupta; a pesar del crimen organizado en las favelas, que, siendo a la vez muy generoso y opresor, es un crimen basado en una cosa que yo odio que es la cocaína. Yo conozco todo eso".
- ¿Sin guardaespaldas ni autos blindados?
"Sin precauciones especiales... Personas como yo, Chico Buarque, Djavan, somos muy conocidos, pero la gente nos ve como un amigo más. Te admiran y todo, pero es fácil de llevar en Brasil. No tenemos una postura de pop star, así artificial, en que la gente se siente alejada. Yo voy a la playa casi todos los días, cuando hay sol, en Bahía, en Río, camino por las calles, voy a los restaurantes, al cine, al teatro, salgo solo, con amigos, tomo taxis, voy a todas partes. Sólo que la mayoría de la gente me saluda, ¡¿y ahí?, Caetano, legal, legal, beleza!. Y bueno, ya está".
¿Yo, mal músico?
- ¿Por qué siempre dices que no eres un gran cantante?
"No, yo digo que no soy un gran músico, que no tengo un talento musical muy grande, como Djavan tiene, como Milton Nascimento tiene, como Gil tiene. Pero tengo alma de artista e imaginación, y una capacidad de comprender lo que pasa con la música. Entonces trabajo desde fuera de la música, sin estar tan embebido del sentimiento natural de las armonías..."
- Tal vez los músicos que has nombrado no estén de acuerdo contigo...
"Tal vez mucha gente dice que soy un gran músico, pero no estas personas de las que hablo. Ellos lo saben, pero dicen bueno, pero lo que haces es tan bonito. Nunca digo que no soy buen cantante, porque me gusta tanto cantar que eso me haría muy infeliz".
- Con la claridad que da la distancia, ¿podrías dar una nueva definición de la Música Popular Brasileña (MPB), el bossa nova, el tropicalismo...?
"La música popular en Brasil tiene una fuerza increíble, es quizás donde el país demuestra mejor la esencia de su fortaleza. El bossa nova fue la expresión cabal de esta verdad, y nosotros, los tropicalistas, trabajamos para que esa verdad no sea ocultada. Y así sigue la música popular en Brasil teniendo una fuerza invencible".
- ¿Y crees, como algunos artistas, que la música puede ayudar a cambiar el mundo?
"Sí, desde la bossa nova, y todavía antes, la canción popular ha ayudado a los brasileños a vivir. Y no solamente como un consuelo, sino que los ha ayudado a saber vivir como una fuerza política y social. Con la bossa nova eso ganó un nivel de conciencia más alto e influyó mucho en los embates de fuerzas sociales del país".
- Y tú eres uno de los responsables...
"Las canciones enseñan a la gente a creer en su propia vida, a juntar fuerzas para creer en lo que tenemos, a reencontrar fuerza para la lengua portuguesa. Eso es política profunda, que se manifiesta aunque nosotros no lo pensemos así. Y todo eso pasa porque hay música popular como la de Brasil... Es lo que pienso".
Cuando Pa'''' Chile me Voy
Caetano Veloso hace memoria. Recuerda que la primera vez que supo de Chile fue cuando alguien le dijo que Lucho Gatica no era mexicano. O, antes, cuando en el colegio la profesora le enseñó que Chile y Ecuador eran los únicos países en el continente que no tienen fronteras con Brasil. A pesar de las millas acumuladas, esta será apenas la segunda visita a nuestro país en sus más de treinta años de carrera.
"Es curioso, pero Chile parece tan alejado de nosotros como país... Creo que porque está la cordillera, porque no tenemos fronteras, porque está en el Pacífico, porque es otra cultura. Con Argentina y Uruguay tenemos una intimidad muy profunda, con Chile no porque es más europeo, más lejano", dice.
De su primera visita, en junio de 1998, no se acuerda tanto de las dos noches en el Teatro Teletón que marcaron su debut como de haber bajado de su pieza, del Hotel Carrera, para instalarse en plena Plaza de la Constitución a ver el partido entre Chile y Brasil en el Mundial de Francia. Y aunque la verde amarelha pasó por encima de la roja, su sensación no fue la más grata.
"Conocí Chile después de todo lo de Pinochet y de toda la apertura neoliberal de la economía... Así, había muchos aspectos que eran a ojos brasileños muy yuppies. En todas partes sentí eso, en los restaurantes, la televisión, las personas que hablaban conmigo. Además había una paz... en la plaza de La Moneda (sic) parecía que nunca hubiera pasado nada y que nunca iba a pasar nada. Sentí muchas emociones distintas, pero como estuve sólo tres días no conocí más. Pero me pareció bonito lo que vi y ahora quiero saber más".