Es el líder de la banda del año. El cerebro de un grupo que, durante el 2002, se consolidó en el mundo latino y empezó a coquetear en serio con el mundo anglo. Es la voz de la banda sonora de una película Disney ("El planeta del tesoro") y futuro actor de cine durante el 2003 si sus planes se concretan. Es el cantante de La Ley que ahora vive en Los Angeles, la ciudad de las estrellas. Lógico. Porque, señoras y señores, Beto Cuevas es una verdadera estrella. La única que tenemos.
Pablo Márquez F., desde Los Angeles, Estados Unidos.
(19/12/2002)
Luis Alberto Cuevas Olmedo tiene un compromiso impostergable en mayo próximo. Lo recuerda mientras recorre las calles de su barrio, Sherman Oaks, al volante de su flamante Jaguar oscuro y con la música de Björk saliendo por los parlantes del reproductor digital de su automóvil automático. Empieza a oscurecer en Los Angeles, la ciudad de las luces y de los escenarios, y es sólo una brisa helada la que recuerda el comienzo del singular invierno californiano.
"En mayo, pase lo que pase, tengo que actuar en el colegio de mi hija... A todos los padres se les exige hacer algo por la comunidad, dedicar horas de su tiempo para trabajar por el colegio, y bueno, yo me ofrecí para cantar", explica el alma, cerebro y voz de La Ley, Beto Cuevas. El artista del año. El cantante y compositor de una banda que, este año, premios y éxitos discográficos mediante, se ha consolidado como una de las más importantes del mundo latino.
Pero no es primera vez que un apoderado famoso se subirá al escenario del nuevo colegio de Martina, su hija de 15 años que ya se prepara para entrar a la secundaria. Hace un tiempo fue Billy Idol el que ofreció su música como aporte a la comunidad y, cuentan, no encontró nada mejor que tocar acompañado de la banda de rock del colegio. Fue, dicen, todo un espectáculo.
Porque, como explica una y otra vez el músico chileno, vivir en Los Angeles es así. Loco. Y en su nueva vida en la ciudad "más frívola del mundo" - desde este año su base de operaciones para la conquista definitiva del mercado anglo, además de punto estratégico para el trabajo del grupo en México y en otros países de la región- , Beto Cuevas ha tenido que acostumbrarse a tener a Slash (ex guitarrista de Guns N"" Roses) de vecino y a que las meseras - locales e inmigrantes- de los restaurantes de la ciudad se atrevan a pedirle autógrafos y fotografías.
Este es el año de La Ley y es su vocalista el que refleja el brillo de ese éxito. De las millonarias ventas regionales de su disco "Unplugged" (2001), de su segundo Grammy (esta vez latino) en un año, de los dos nuevos premios MTV para su carrera, de las noches repletas en sus conciertos en el Luna Park de Buenos Aires, en Puerto Rico, en México y en una larga lista de puntos de Estados Unidos, entre otros logros. Vaya 2002.
"Ha sido un excelente año, pero no lo queremos visualizar como el mejor. Porque cuando uno se visualiza en la cima, lo que queda después es simplemente vivir con la nostalgia del éxito y vivir también la amargura del descenso", reflexiona Beto Cuevas frente a un café y a un pastel de zanahorias en un pintoresco local de su exclusivo barrio.
El cantante está sentado en los sillones rojos de un restaurante cliché, la escenografía perfecta de los dinner de los años ""50, con los mozos vestidos de delantal y gorro blanco, y con un surtido wurtlitzer de cinco centavos la pieza que funciona a discreción de los comensales. Suena "26 miles (Santa Catalina)", un clásico de los engominados y legendarios The Four Preps. La canción habla sobre alcanzar metas distantes. Oh, casualidad.
"Nos establecimos en un lugar donde estamos bien colocados para seguir nuestro desarrollo en el mercado latino. Pero también estamos comenzando a presentar al grupo ante un público nuevo, y donde vamos a tener que volver a seducir a la gente con nuestra música".
- Que no es lo mismo que volver al día cero...
"Este ha sido un año espectacular a nivel de reconocimiento. Hay gente que no habla español y que ya está captando que existe La Ley y eso es un signo de éxito muy grande... Ha sido súper bueno, pero no nos sentimos así como abrumados por esa cosa de los Grammy, por ejemplo. Más rato vas a ir a la casa y verás que los tengo en mi estudio, no en el living. Para mí, el éxito y el logro real es seguir vigente, seguir ahí haciendo cosas, buenas canciones. Y nuestro desarrollo musical ahora, como artistas, tiene que ser necesariamente demostrarnos a nosotros mismos nuestra propia capacidad".
Beto, el extranjero
Es lunes por la tarde y en la sala de ensayos de La Ley, ahí en pleno North Hollywood, Beto Cuevas recibe con una noticia. "Acabamos de componer un temita nuevo", dice con evidente orgullo y luego de un descanso ya lo está ensayando otra vez.
La canción se llama "Americano" y toda la banda parece a gusto con ella: la imprescindible guitarra de Pedro Frugone, la sólida batería de Mauricio Clavería y el lucido bajo de Archie Frugone. La Ley en pleno, con sonidista incluido, trabaja todos los días durante varias horas para que todo esto resulte perfecto. O casi.
"Espero poder ser más como Peter Gabriel", dice Beto Cuevas reflexionando sobre la vigencia. "Es un tipo que ya tiene más de cincuenta años y que igual sigue innovando y proponiendo cosas a nivel de sonido y a nivel de música, cosas que la gente joven las incorpora a su música".
- Y Peter Gabriel toca en Los Angeles la semana que viene. Esta ciudad, para un artista, debe ser el paraíso.
"Es una renovación del espíritu... Y para mí, aunque no lo creas, porque probablemente estemos en la ciudad más frívola del mundo, la experiencia de vida que ahora tengo en Los Angeles ha sido lo que yo he buscado desde hace mucho tiempo: el poder estar cerca de mi familia. Puedo estar grabando un disco, pero me levanto a las siete y media de la mañana y paso a dejar a mis hijos al colegio".
- ¿Y el glamour?
"No es que viva en una burbuja, sólo vivo mi vida como todo el mundo acá. Uno ve de lejos a Los Angeles y se imagina las fiestas, "Wild on", y si te la crees puedes realmente vivirlo. No es mi caso. Si hubiese llegado más joven, a lo mejor me hubiese perdido, pero llegué en el momento justo de mi vida donde puedo tener más equilibrio".
- ¿Y se pierde algo?
"Se pierde la cotidianeidad de la familia, de los parientes, de algunos amigos, la cuestión también de sentir lo que siento cuando voy a Chile, de estar en mi país. Porque yo siempre fui extranjero en todos lados... A los tres años me fui de Chile y viví en Venezuela, donde era el chileno; después viví once años en Canadá, donde fui el latino. Y cuando volví a Chile, otra vez tuve ese sentimiento de pertenencia".
- Pero cuando La Ley decidió radicarse en México, a mediados de los ""90, en Chile los hacían sentir como extranjeros...
"Yo sentía, en esa época, que había una ceguera generalizada en los medios de comunicación con respecto a nosotros. Hay una cosa que me caracteriza con respecto a lo que hago: cuando estoy seguro de algo, sé que tengo la razón. Yo estaba seguro, desde que empezamos con La Ley, en el "Café del Cerro" (fines de los ""80), que iba a ser un grupo que iba a funcionar, tan seguro como estaba cuando tomamos la decisión de irnos a México. Y se lo decía a mis compañeros. Pero claro que nos dolía cuando, por ahí, íbamos a un pub en Chile y, sabiendo que estábamos nosotros, los músicos del local decían: a continuación, una canción de un grupo mexicano. Si la saben, canten.... Y cantaban "El duelo"".
- Además que, en este trabajo, si no hay proyección...
"Pero eso no se pensaba antes... Acuérdate en esa época. Cuando Alvaro Henríquez (Los Tres) me tiraba así como mala onda y bromas irónicas, nos encontrábamos en una noche y me decía: Pero, Beti.... Siempre me cargó que me dijera Beti, pero él es así, es su forma de ser y lo quiero así... Me decía: Pero Beti, acuérdate de los Beatles y los Rolling Stones. Los Stones eran los chicos malos y le tiraban la onda y los Beatles eran irónicos, entonces juguemos a eso, hagamos de esto algo interesante... Entonces ellos optaron, en el momento en que nos fuimos, por decir, como su marketing, nosotros no cambiamos el charquicán y la cazuela por tacos y nos quedamos en Chile. OK. Es muy válido hacerlo y vivir en Chile, pero también lo es tener una carrera afuera".
- Siento que La Ley está viva por ti. Y no sólo porque cantes o que seas la cara, sino con lo que has tenido que trabajar para mantener este grupo.
"Me cuesta hablar de esto, porque cualquier cosa que diga le va a sonar pedante a algunas personas y tampoco quiero desmerecer el apoyo que he tenido de mis compañeros... Cuando falleció Andrés (Bobe, en un accidente en moto en 1994), de a poco me fui convirtiendo en un líder, y no porque fuera el cantante o porque chantajeara a los demás diciéndoles que si no era el líder me iba de la banda, la clásica. Supongo que tengo una forma de ser que ha ayudado a empujar la cosa. Claro, se murió Andrés, se fue el Coti (Aboitiz), se fue Luciano (Rojas) y a pesar de todo eso La Ley sigue. Todo el mundo tiende a pensar eso, pero yo sólo hice mi trabajo y soy una persona agradecida de la vida por haber podido ser cantante".
- ¿Pensaste que iba a ser tan difícil ser la cara del grupo?
"Cuando se murió Andrés, sí, ahí realmente lo pensé. Ahí dije: Tienes que ser serio y cerebral, como era él para tomar decisiones y motivar a los demás en los momentos difíciles. Ser una persona sana físicamente y mentalmente, para que funcione también. Si yo me hubiese dedicado a huevear, este grupo se hubiese ido a la mierda en dos segundos. Y en momentos en que, a lo mejor, había un poco más de rock and roll, me dediqué a imponer esa forma de trabajar".
- La época en que salieron Aboitiz y Rojas del grupo...
"En los momentos en que en La Ley había más cultura etílica, y por supuesto respetando la decisión de cada persona, yo sacaba las botellas de cerveza, de tequila, de vodka o de lo que fuera y le decía a todos que no quería ninguna botella ahí. Y todos alegaban. Pero dije no, no hay más alcohol antes de salir a un concierto, después lo que quieran. La música hay que disfrutarla y es la mejor droga que hay. Eso te hace bueno, no el alcohol, el estar volado o lo que sea".
- ¿Fue difícil tomar la decisión de despedirlos?
"No sabía si iba a ser fácil o difícil, sino que sólo iba a ser mi trabajo. Tú a veces te encuentras en situaciones en que tienes que elegir. Y lo que yo elegí, desde hace mucho tiempo en mi vida, es no ser cagón. Ser un tipo que por momentos se puede equivocar, pero cagón jamás".
- ¿Crees que fuiste justo con ellos?
"Sí. Porque, básicamente, fue darles oportunidades. Y tanto Coti como Luciano se comprometieron a hacer un esfuerzo y a cambiar, lo que no pasó. Tenían a lo mejor que perder algo muy importante para atinar con ellos mismos, que es el caso del Coti, con el que seguimos siendo amigos, hablamos y de hecho por ahí vamos a hacer unos temas. Con Luciano no he tenido ese contacto, pero él también hizo algo imperdonable que es dejar a tu banda ante 30 mil personas en un concierto en México, el Día Latino, diciendo no, no voy... Creo que sí, que actué con justicia. Fui el reflejo del nombre de nuestra banda, no fui un juez corrupto. Ése es como el título de la nota: ¡No fui un juez corrupto! (risas)".
- ¿Y qué has hecho mal?
"Mmmm... (seis segundos)... Me cuesta eso de verse las yayas... (ocho segundos)... En un principio, sobre todo después de que se murió Andrés, por cuestiones de ego e inseguridad, pude buscar eso de yo también lo puedo hacer solo... Cuando todos te empiezan a dar bola, cuando te empiezan a decir que eres un genio, que sin ti este grupo no sería nada, y si eso te lo dicen desde amigos cercanos hasta tu propia familia, te inflan el ego y se te producen muchas preguntas. ¿Qué pasa si lo hago yo solo? ¿Y si no necesito a los demás?
- ¿Pensaste dejar La Ley?
"Lo pensé. Pero atiné a tiempo... Cuando estaba la cagá, de que poco menos todos tenían que hacer lo que yo decía sino la cosa no funcionaba, me iluminé. Y fue una noche en que vi el futuro y dije: Si yo hago esto, se acaba todo, y yo no quiero que se acabe todo. Sé que tomé una buena decisión. Tal vez el mismo Andrés haya influido en ese sueño y me haya hecho atinar".
Escupos y regalitos
Luis Alberto Cuevas Olmedo detiene su automóvil al final de una colina, en lo alto de Sherman Oaks, frente a un garaje con portón blanco. Aprieta un control remoto y la puerta del estacionamiento comienza a levantarse. Como en "Los Simpson". Como en las películas.
Hoy hay lasagna en la casa de la familia Cuevas-Mora y su esposa, la modelo y empresaria Estela, recibe en pantalón de buzo gris a su marido rockero. Diego, el hijo menor, está haciendo las tareas y Martina no sale de su pieza. Ya es de noche y desde la terraza se ve, a lo lejos, las luces del valle de Los Angeles.
"Ahí, abajo, vive Slash", apunta Beto Cuevas hacia la propiedad de su también rockero y guitarrista vecino. "Me encantaría conocerlo, pero me da un poquito de plancha llegar, así, y decirle: sabes, estoy haciendo un disco y me gustaría que tocaras un solo en este tema. No sé, en una de ésas se puede dar eventualmente".
Pero esta noche, al menos, el vecino no hace ruido. Dicen que se escucha cuando toca y, probablemente, ese debe ser el único bullicio de este barrio tranquilo y residencial. Elegante, sí, pero normal.
"Somos una familia normal, fome. No somos Los Osbournes. Si hiciéramos un reality show, nadie lo vería", dice Estela Mora y Beto Cuevas no parece muy de acuerdo. No es que lo piense hacer en serio, de ninguna manera, sólo que está seguro de la curiosidad morbosa que hay en la gente. Puede que tenga razón.
"Yo no me compro el estereotipo del rock", confiesa Beto Cuevas acerca de la cotidianeidad que también tiene esto de ser estrella. "Yo soy un tipo sano, un tipo amable. Pero también puedo ser más pedante y más agresivo en el escenario, porque es el momento de libertad y desenfreno que uno puede tener como artista. Fuera de eso, no tengo por qué llevar el personaje fuera del escenario, en la vida".
- ¿Pero estás consciente de que eres nuestra única estrella de rock de verdad, el único superstar de Chile?
"Claro, pero para mis hijos no soy una estrella y eso es una bendición. Tampoco ahora estoy siendo una estrella contigo. Ni cuando trabajo en la sala de ensayo, a menos de que esté seguro de algo y lo imponga. Donde realmente me convierto en estrella es en el escenario, ahí es donde puedo ser cualquier cosa que quiera, puedo permitirme hasta agarrarme las pelotas si quiero, me siento con ese derecho y con esa libertad aunque ofenda a alguien".
- ¿Te gusta que te idolatren? ¿Que te aplaudan?
"Mira, si por ejemplo salimos hoy día y por ahí aparece alguien que te dice grande Beto, me encanta tu música, eso es como un vaso de agua, como una mentita frapé después de un asado. Pero cuando es todo el rato, toda la gente, es una lata. Como comerte dos tarros de manjar: en un momento dado te dan ganas de vomitar... Además, tú sabes bien quién eres. Y yo tengo la fortuna de tener personas a mi alrededor que me ayudan a atinar y una de ésas 0es mi mujer, que me baja, en buena, me ayuda, me protege".
- ¿Nunca te cansas?
"También tengo mis momentos de flaqueza, en que me dan ganas de mandar todo a la cresta. Lo pienso. De repente me imagino reinventándome, haciendo otra cosa. Para mí es muy importante la parte plástica, me encanta dibujar y creo que lo hago bastante bien... Hacer una exposición o tener un año para dedicárselo a mi familia".
- Hace unas semanas, Gustavo Cerati decía que a los 40 ya se piensa en los sucesores. Bueno, tú tienes recién 35...
"Si hay una cosa que no me gustaría ser es un viejo ridículo. ¿Cachaste esos cantantes que fueron sex symbol y que de repente ya están viejos, guatones, decadentes y siguen así como moviendo la pelvis? Eso no. Yo espero que mi mujer me haga atinar a tiempo si realmente en un momento dado comienzo a hacer el ridículo".
- El 2003 piensas hacer cine, conquistar el mercado anglo, ganar un espacio mayor en este país, pero ¿y Chile? ¿Qué te pasa cuando ves a Los Prisioneros tocando a estadio lleno, por ejemplo?
"No sé si es envidia sana, pero nosotros a lo mejor también podríamos estar ahí, me encantaría. Pero a la vez también me gusta que no se haya dado todavía. Son esas cosas que te reserva el tiempo y que te tienes que merecer. Probablemente vendrá algún día. Y es más que llenar el Estadio Nacional, que es casi como una cosa simbólica y romántica, porque hemos tocado en lugares de tamaños similares...".
- Sin duda, pero, más que el tamaño, sería el pago de una deuda...
"Eso es lo que hace interesante esto. Si la historia de La Ley fuera una película, sería muy fome que eso pasara en la mitad... Qué bueno que todavía tengamos logros que cumplir, una razón romántica para seguir avanzando hacia ese ideal".
- Y ese ideal, quien lo diría, puede ser Chile.
"Tú me puedes decir: ¿pero qué te importa Chile?. Por más cagada de país que la gente diga, chico, cerrado de mollera, país de mierda, no hay nada en el mundo como el reconocimiento en tu país. Y no te digo que no lo tengamos, lo tenemos, sobre todo después del Grammy, en que nos ganamos el respeto de todo el mundo...".
- Pero... ¿falta?
"Para muchos músicos chilenos, en la época del segundo disco (principios de los ""90), éramos lo peor, lo que no había que hacer, lo poco cool. Me acuerdo una vez que estaba parado en un semáforo, en mi auto, en Pío Nono, y pasó un flaco medio punkie, trash, no sé, y me escupió en la cara. Fue un súper dolor, una puñalada. Una demostración de desprecio.... Le he dedicado, en buena onda, muchas canciones y muchos conciertos a ese flaco, hasta el día de hoy. Algún día a lo mejor lo voy a conocer... Pero ahora llega gente que me dice: sabes, yo soy de otro estilo de música que tú, pero te respeto. Eso es como un buen pago de Chile, como deudas que se van saldando de a poquito. Son como regalitos que te da el tiempo".