El Caso Ricci: ¿uno más en la historia de la Sinfónica de Chile?
En más de seis décadas de vida, la agrupación musical universitaria ha pasado por varios hechos turbulentos. Por nombrar sólo algunos, ahí están las traumáticas salidas de sus directores titulares como Francisco Rettig, Agustín Cullel, Irwin Hoffman y Juan Pablo Izquierdo.
La abrupta partida del director invitado Enrique Ricci parecía un nuevo ejemplo en esta línea. El maestro hispano-argentino se fue sin dirigir el segundo programa que tenía previsto esta temporada, molesto por la conducta de algunos integrantes de la orquesta.
Los músicos se defienden y argumentan que el conjunto funciona como una “gran familia”, donde es inevitable que se generen roces y desavenencias. En el caso de Ricci, recalcan que el director –el mismo que había sido elegido el mejor invitado de la Temporada 2002- ahora no se encontraba en un momento feliz de su carrera.
Enrique Ricci captado en un ensayo durante su visita del año pasado. Fue elegido el mejor director invitado por la Sinfónica en 2002.
María Teresa Anguita G.
Cuando el maestro Enrique Ricci bajó la batuta para dar término al concierto del día sábado 16 de agosto, la decisión estaba tomada. Agarraría sus cosas rápidamente y partiría a Buenos Aires porque no tenía sentido quedarse en Chile. El grave cuestionamiento de los músicos de la Orquesta Sinfónica hacia su gestión había calado profundo en su autoestima, y no quería que este episodio desprestigiara su carrera artística.
El director de orquesta, de nacionalidad hispano-argentina, había sido invitado para dirigir dos conciertos de la Temporada Internacional del Teatro de la Universidad de Chile. Sin embargo, su experiencia distó de ser buena, lo que se contradice con su amplio currículum -trabaja habitualmente con el tenor José Carreras (por muy disminuido que esté el barcelonés)- y con su desempeño del año pasado, en que fue elegido el mejor director invitado.
Los factores son muchos. Pero, según fuentes cercanas al maestro, lo que motivó su partida fue la falta de respeto e incluso insolencia con que fue tratado por algunos solistas de la orquesta. Lo cierto es que esa semana no tuvo un buen comienzo, pues el paro de la CUT del miércoles 13 de agosto significó un día perdido para ensayar las obras.
Pero la gota que rebosó el vaso fue una carta que el titular de la agrupación musical, David del Pino, envió al director ejecutivo del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile (CEAC), Eduardo Salgado. El texto recogía la opinión de 16 solistas, quienes señalaban que “el trabajo mostrado por el director invitado, Enrique Ricci, dista mucho del mínimo necesario para llevar a buen término un programa de la Temporada Internacional, y sorprende que el nivel mostrado en esta sesión contraste negativamente con el de la anterior oportunidad”. Asimismo, solicitaron en ese escrito, que fuera reemplazado por otro director para la próxima semana.
Todo habría comenzado durante el ensayo de “Haroldo en Italia” de Berlioz, donde se generaron roces por la manera de preparar la obra, pues Ricci era partidario de hacer la primera lectura con la orquesta y luego ensayar con la solista. Esto no le pareció correcto a algunos, quienes llegaron incluso a cuestionar sus métodos. Ese día el director le comentó a un cercano que el trabajo con ciertos miembros de la orquesta se hacía cada vez más difícil porque sumado a las críticas de algunos solistas, al parecer el propio titular de la Sinfónica se habría inmiscuido en el trabajo de su colega.
La carta de respuesta de Eduardo Salgado a los músicos fue publicada en el diario mural del teatro y ésta habría sido la forma de cómo se enteró el maestro hispano-argentino. Pero ello no está claro. Lo que sí se sabe es que Ricci se dio cuenta de esta situación el día viernes 16 durante el ensayo general y no le dijo una palabra de esto a nadie. “Esa noche dirigió el concierto con la espada adentro” cuenta el contrafagotista Armando Aguilar, quien nunca estuvo de acuerdo con la forma en que fue alejado el Ricci.
Según Aguilar, la obligación de una orquesta es responder profesionalmente con cualquier director, a pesar de los problemas que éste tenga. Incluso sostiene que es una falta de lealtad que David del Pino, siendo director titular, haya firmado la carta en la que se cuestiona la idoneidad de un colega. “Se lo dije delante de él y delante de toda la orquesta, y me pifiaron incluso. Dije que el maestro Del Pino había faltado a la ética profesional”, afirma.
Eso fue lo que más afectó a Ricci, según sus cercanos, pues no podía creer que el titular de la agrupación se haya prestado para eso sin comunicárselo de frente.
El director del Programación del Centro de Extensión, Emilio Donatucci, si bien fue cauto para opinar al respecto, dijo en escuetas palabras que “si estuviera en una orquesta jamás haría una cosa así”.
Pero el maestro David del Pino argumenta que su obligación como titular y como nexo entre la orquesta y la universidad es informar a la autoridad las inquietudes de los músicos. “A veces hay que tomar decisiones difíciles y que no dejan contentos a todos”. Agregó que entiende perfectamente al maestro Ricci y seguramente en su posición hubiera sentido lo mismo, pero “la orquesta tiene el derecho y la obligación de defender el quehacer de la agrupación”.
La de Ricci no es la primera queja por indisciplina
El día sábado 16, una vez que terminó el concierto, un grupo de músicos se acercó a conversar con el maestro invitado y éste les explicó las razones de su partida. “Él dijo cosas muy importantes, estaba dolido. Y es que a cualquier persona que le pase esto, por muy segura que sea, le deja una marca de fuego en su autoestima. (...) Cualquier persona que es cuestionada siempre se siente muy mal”, sostiene el flautista Guillermo Lavado, quien piensa que toda esta situación fue muy penosa para la orquesta y contribuyó a empeorar las relaciones al interior de ella.
A su juicio, el episodio de Ricci no tiene nada que ver con la música, sino que responde a los graves problemas de convivencia que existe entre los miembros de la Sinfónica. Recuerda que al despedirse, el maestro le dijo que una orquesta seria como la de la Universidad de Chile no puede permitir la insolencia y la falta de espíritu artístico que demuestran algunos músicos.
Y ésta no es la primera queja que enfrenta la Orquesta Sinfónica, pues la historia de la institución demuestra que ésta no se caracteriza precisamente por finalizar en buen término las relaciones con sus directores.
Lo curioso en este caso es que el maestro que fue contratado de emergencia para reemplazar a Ricci, fue Francisco Rettig, el mismo que debió renunciar a la titularidad de la Sinfónica en 1990 tras ser duramente cuestionado por los músicos en las Semanas Musicales de Frutillar.
Y aunque sus integrantes rechazan que la prensa atención haga generalizaciones con las bulladas salidas de sus directores, el concertino Alberto Dourthé ironiza sobre esta situación al decir que la diferencia entre la Orquesta Sinfónica y la Filarmónica es que la primera es famosa por echar a sus maestros, mientras que la segunda se caracteriza por que sus directores alejen a los músicos.
El crítico de música Jaime Torres explica que desde la salida de Francisco Rettig se creó una suerte de autogestión en la Sinfónica, donde sus miembros comenzaron a entablar una relación más horizontal con sus maestros, y en la cual los roles tienden a confundirse.
Después de Rettig y del español Agustín Cullel -quien estuvo dos años y debió irse porque al parecer a nadie le agradó su disciplina y rigor en el trabajo-, hubo un largo tiempo en que la orquesta no tuvo director titular. Esto consolidó la mentalidad de autogestión, según Torres.
Alberto Dourthé defiende la amplitud de criterio que goza la Universidad de Chile y que ha permitido que los miembros de la Sinfónica, al igual que los alumnos de dicha casa de estudios, tengan la libertad de opinar y manifestar sus inquietudes a las autoridades. En ese sentido explica que la carta en la que pidieron el reemplazo de Ricci es un mecanismo propio de la universidad, por lo que “no se le debe atacar”.
En todo caso reconoce que la agrupación “no es una taza de leche” y que los conflictos internos existen. El propio maestro Ricci, al despedirse le manifestó su molestia por la falta de respeto de algunos músicos. Aunque precisa que es algo que no se puede generalizar a toda la orquesta.
A juicio de Dourthé, el problema con dicho director es que además de la falta de tiempo necesario para ensayar las obras, no llegó a un acuerdo musical con la orquesta como para llevar al éxito los conciertos. Además, asegura que Ricci no preparó suficientemente la obra “Haroldo en Italia”, lo que quedó demostrado durante los ensayos.
Según la versión del concertino y de otros músicos, la orquesta no habría comprendido la batuta del director, por lo que no se generó un clima de entendimiento mutuo.
Marcelo González es más duro en sus críticas y afirma que Ricci mostró un “pésimo” método de trabajo y que su obligación como miembro de la orquesta es manifestar esto a las autoridades, argumentando que los músicos “no nos debemos al director invitado sino al público”.
“Simplemente dejamos constancia a la dirección ejecutiva del CEAC que el nivel del maestro Ricci no estaba para ser presentado en una temporada internacional. Y como a él esa opinión no le gustó, se fue. Nosotros tenemos derecho a opinar lo que creamos, sobre todo si pensamos en cuidar el nivel de nuestras presentaciones”, sostuvo.
Precisamente esta actitud fue la más molestó al director invitado, quien se quejó con sus cercanos acerca de las reiteradas correcciones que le hacían los hermanos González (Marcelo y Lorena) a su forma de trabajo.
El violinista niega extrañado dichas acusaciones y explica que su intención siempre fue colaborar durante los ensayos.
Lo cierto es que los modos poco diplomáticos de algunos músicos de cuestionar la tarea de sus superiores ha caracterizado a la orquesta de la Universidad de Chile, porque no es casualidad que el director norteamericano Irwin Hoffman -titular de la Sinfónica entre 1995 y 1997- haya denunciado que fue “insultado terriblemente” por dicha agrupación. En una entrevista a La Tercera en 1997, el músico estadounidense dijo que de todas las orquestas que ha dirigido, en ninguna tuvo los problemas que vivió con la Sinfónica.
Batutas de la discordia
La Orquesta Sinfónica de Chile se ha creado fama por sus rencillas con los directores, pues la historia muestra que no se caracteriza precisamente por finalizar en buen término las relaciones con sus batutas.
Los músicos se defienden y dicen que la orquesta funciona como una gran familia, donde es inevitable que se generen roces y desavenencias entre sus miembros. Tampoco son partidarios de hacer generalizaciones a partir de casos que se han producido en contextos muy diferentes.
Francisco Rettig
El actual director titular de la Orquesta Filarmónica de Bogotá estuvo a la cabeza de la Orquesta Sinfónica entre 1986 y 1989 y debió abandonar abruptamente su cargo tras un escandaloso conflicto que tuvo origen en las Semanas Musicales de Frutillar.
Por 79 votos contra 1 los músicos de la agrupación echaron a Rettig, al que acusaron de negligencia profesional, debido a que se ausentaba mucho del país y no se preocupaba de la orquesta. Asimismo lo culparon de carecer de capacidad administrativa y de liderazgo para conducir a la agrupación de la Universidad de Chile.
El episodio se desarrolló mientras Rettig se encontraba en Alemania, por lo que él dijo sentirse muy dolido al enterarse a la distancia de la impasse surgido con la Sinfónica. Pese a ello, en dicha oportunidad aseguró que su conciencia estaba tranquila y desafió a las autoridades a iniciar un sumario en su contra para probar su supuesta negligencia.
Agustín Cullel
El director español, quien fue la batuta titular de la Sinfónica entre 1991 y 1993, cuestionó la idoneidad profesional de dicha agrupación, llegando incluso a decir que la orquesta, más que por músicos, estaba integrada por “tocadores”. El maestro español puso en tela de juicio la formación académica y la disciplina de sus integrantes.
Los músicos afirmaron que las críticas de la batuta carecían de fundamento y recordaron que durante dicha temporada, la Sinfónica había trabajado con seis directores diferentes, “sin que haya habido con ninguno de ellos problemas de disciplina”. Asimismo le respondieron que “el único responsable de la actitud de una orquesta es el director y, con mayor razón, si este tiene la titularidad, ya que conlleva todos los poderes del cargo".
Irwin Hoffman
Dirigió la Orquesta Sinfónica entre 1995 y 1997. El maestro renunció por fax tras ser acusado por los músicos de autoritario y de falta de compromiso con la agrupación. Según ellos, siempre se comportó como un invitado. Además le criticaron su falta de humildad, pues después de dirigir una sinfonía de Tchaikovsky recibió los aplausos del público y no hizo levantarse a la orquesta.
Según el director estadounidense él no fue comprendido, mientras los músicos afirmaron que fue intransigente y no aceptaba opiniones.
Hoffman hizo duras acusaciones contra la Sinfónica al decir que había sido “insultado terriblemente”. En una entrevista al diario "La Tercera", en 1997, el maestro denunció que hubo manipulación y envidia para alejarlo de su cargo.
Juan Pablo Izquierdo
El director, que estuvo a la cabeza de la Sinfónica en 2000, no alcanzó a cumplir un año en el cargo cuando fue suspendido de éste a través de una carta enviada por el decano de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Izquierdo nunca recibió una explicación por su alejamiento por lo que fue una situación “humillante”, según sus propias declaraciones.
Junto con suspenderlo de su cargo, se dio muerte a su proyecta estrella “Todo Chile, un escenario”, que pretendía ampliar el espectro de la música en el país con obras de compositores del siglo XX como Bela Bartok e Igor Stravinski. Esta programación demasiado vanguardista habría derivado en una baja de ventas.
Pero al parecer el proyecto del músico habría sido boicoteado por un sector de la orquesta por temor a que ésta se privatizara, y por la amenaza que para ellos significaba someterse a una calificación anual, al igual que el resto de los funcionarios de la institución.
Tampoco fue bien recibida su iniciativa de disponer de una sala de conciertos que no fuera el teatro de la Universidad de Chile, de reducir los precios de las entradas y de contar con una corporación cultural autónoma dentro del plantel que manejara los aportes privados. |