El cantante está de cumpleaños el martes próximo.
MADRID.- A los 19 años, para Julio Iglesias todo parecía haber acabado. Después de sufrir un aparatoso accidente de tráfico que le mantuvo varios meses en cama con una parálisis temporal en las piernas, el prometedor futuro del joven guardameta del Real Madrid se había desvanecido.
Iglesias, que el próximo martes cumple 60 años, terminó llenando los estadios de todas formas. No como futbolista, pero sí como el más universal de los cantantes españoles, con alrededor de 80 discos grabados en varios idiomas y más de 250 millones de copias vendidas en todo el mundo. Cada 30 segundos, dicen, uno de sus temas suena por la radio en algún lugar del planeta.
Con este bagaje, el intérprete no se anda con falsas modestias. “Soy el mejor cantante de mi generación y de mi lengua en el mundo, sin lugar a dudas”, afirma.
Pero Iglesias, nacido en Madrid el 23 de septiembre de 1943, sabe también que eso no siempre fue así. Desde que empezó a rasgar las cuerdas de una vieja guitarra que le dieron para pasar el tiempo estando hospitalizado, ha tenido que trabajar mucho en su voz. De hecho, cuando años atrás le preguntaron a Stevie Wonder si querría grabar con él, su respuesta fue: “Que aprenda primero a cantar”.
El propio Iglesias lo reconoce en entrevistas: “Era un cantante de poca voz que salía adelante gracias al encanto de esa pequeña voz”. Pero aprendió. Pudo codearse con Frank Sinatra o Sting, y el dueto con Stevie Wonder tampoco se hizo esperar, amén de los que ha grabado con Willie Nelson (“To all the girls I loved before”), Dolly Parton (“When you tell me that you love me”), Diana Ross (“All of you”), Paul Anka (“My way”) o Pedro Vargas (“Felicidades”).
Hoy por hoy, lleva 35 años paseando su eterno bronceado por los escenarios del mundo. En los conciertos, sus admiradoras ya no lanzan sus sostenes a la tarima tanto como antaño. Y los recintos donde actúa se han hecho más pequeños (dicen las malas lenguas que Iglesias ya no llena los grandes espacios). Pero sus gestos apenas han variado: Iglesias se acaricia sensualmente el esternón o une las palmas de sus manos con la cabeza inclinada en pose reverencial, como parte de un ritual que se ha convertido en su seña de identidad.
Ya lo dice el tema que puede considerarse el pilar de su carrera: “La vida sigue igual”. Con esta canción, una composición propia, Iglesias ganó en 1968 el Festival de la Canción de Benidorm, que terminaría por lanzarlo a la fama.
Entre sus innumerables éxitos figuran además “Un canto a Galicia”, “Manuela”, “Abrázame”, “Hey” o “De niña a mujer”. Con ellos Iglesias se convirtió en el solista que más discos ha vendido en el planeta, una labor que se ha visto recompensada con más de 2.600 discos de oro y de platino y que le valió el “Premio Diamante” del Libro Guinness de los Récords. Ni el mismísimo Michael Jackson ha llegado a tanto.
La fortuna amasada por Iglesias en todo este tiempo le permite darse lujos como el de traer en avión desde España a su residencia en Miami las naranjas para el desayuno. “Yo hago dinero pensando, no cantando”, dice. “Las grandes sumas se ganan sentado”. Sus contratos los redacta él mismo, desde el año 2001 incluso avalado por el título de abogado que obtuvo en la Universidad Complutense de Madrid al aprobar la materia de Derecho que le quedó pendiente en su día.
Con todo, Iglesias no piensa en retirarse. “Si me paro me muero, porque el que para está muerto”, afirma. Para él, cantar es como una adicción. “Es el motor de mi vida”, reconoce. Al igual que admite que la profesión durante mucho tiempo fue siempre lo primero y que la familia venía después.
“¿Sabes lo que le pasa a Julio? - Que hace muchos años quería ser Sinatra, y ahora que ya es Sinatra quiere ser Dios”, solía decir su ex esposa, Isabel Preysler.
El precio que ha tenido que pagar es alto. Tras siete años, su matrimonio con Preysler fracasaba en 1978. De esa relación nacieron sus hijos Enrique y Julio, y su hija Chabeli. El segundo golpe fue el secuestro de su padre, un reconocido ginecólogo, a manos de terroristas de ETA en 1981. Tras 19 días de cautiverio fue liberado, supuestamente después de pagar un rescate millonario.
En la actualidad, Iglesias está dedicando más tiempo a su vida privada y a su compañera sentimental, la holandesa Miranda Rijnsburger, con la que tiene cuatro hijos.
Sobre los escenarios, su principal competidor es Enrique, el menor de sus hijos varones, famoso además por su relación con la tenista Anna Kournikova. La prensa insiste en que hay una “guerra de los Iglesias” y que el padre no ha digerido el éxito de su heredero. Ellos, sin embargo, niegan cualquier rivalidad.