Marcelo Contreras
9/3/2003
A fines de los 50 llegaban a Chile roqueros que eran proclamados, sin que nadie pudiera demostrar lo contrario, como sensación en América del Norte.
Así triunfó en este país Dean Reed, un perfecto desconocido en Estados Unidos. 40 años después, en este Chile de cultura electrónica reciente -a lo sumo una década- cada vez nos visitan más diyeis promocionados como lo mejor en su categoría.
Pese a los pergaminos de Paul Oakenfold -una leyenda de las tornamesas y la producción-, fácilmente comprobables a través de internet para los incrédulos (su curriculum anota trabajos para U2 y Massive Attack, entre otros), no eran pocos los que se preguntaban si ahora por fin se trataba de un peso pesado.
Y sí. Oakenfold sonó y se vio de primera en un atestado Espacio Riesco, la madrugada del sábado.
Cinco pantallas gigantes y un despliegue de luces y de audio dignos de un recital rock del primer mundo, hicieron de Paul Oakenfold un espectáculo que cumplió a cabalidad con la promesa del mejor nivel.
Si se quiere, el diyei británico es un frío francotirador que abre su maletín, arma su set, dispara ritmos y los predecibles quiebres del house -esos clichés sónicos y orgásmicos para que la concurrencia estalle frenética-.
A estas alturas, Oakenfold, que bordea los 40 años, no está inventando nada ni está en la obligación de hacerlo tampoco.
Él ya lo hizo. Ahora su misión es actuar como los mejores. Y cumple.
