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“Elektra” (31/10/1996)

03 de Octubre de 2003 | 10:40 |
Daniel Quiroga

31/10/1996

La Temporada Lírica del presente año se cerró con la reposición de la ópera ``Elektra'''''''', del compositor alemán Richard Strauss (1864-1949), con libreto del poeta y erudito en mitología y teatro griego clásico Hugo von Hofmannsthal. Strauss, que inició el estudio de la música a los cuatro años de edad, hijo de un cornista de Munich, a los ocho comenzó el estudio del violín y a los once, los de composición. Empezó a destacarse en cuanto compositor cuando, por consejo de Alexander Ritter, cambió su inicial imitación de las formas clásicas por el más libre lenguaje sinfónico de Liszt y Wagner. Dotado de gran talento como director orquestal, su carrera se inició en Meiningen, luego en Munich y Weimar. Su lenguaje sinfónico, indudablemente influido por el de Wagner, refleja el dominio de la orquesta moderna en la época. Ganó prestigio con la serie de poemas sinfónicos que comenzó en Weimar con ``Don Juan'''''''', ``Muerte y Transfiguración'''''''', pero su primera ópera, ``Guntram'''''''' op. 25, no tuvo mayor éxito. En el campo operístico acentuó su nombre con ``Salomé'''''''' (1905) y ``Elektra'''''''' (1909), que inauguró la colaboración con Hofmannsthal, seguida en otros cinco títulos.
En el libreto de ``Elektra'''''''' se hace presente el peso de la tragedia griega, de su potente sentido pasional, con una secuela de crimen y castigo.

Sófocles, remitiéndose a los personajes míticos y de la guerra de Troya, los presenta como dueños de un vigor pasional que no se detiene ante el asesinato; tampoco se detiene la mano vengadora del crimen cometido. Y Elektra guarda el hacha con que el amante de su madre mató a su padre Agamenón, mientras aumenta el odio hacia su madre Clitemnestra, la que relega a Elektra junto a la servidumbre mientras ésta, desesperada, piensa sólo en la venganza. Su hermano menor Orestes, que salvó de la muerte ordenada por su madre, pasado el tiempo regresa, y viendo a Electra y a su hermana Crisotemis en su miseria, decide castigar a su madre y le da muerte. Elektra, al saberlo, danza enloquecida hasta morir.

Por mucho que el libreto de Hofmannsthal difiera de la versión original de Sófocles, la síntesis obligada de los sucesos narrados conserva un poder de convicción que llega con fuerza al auditor. La música de Strauss despliega un poderoso soporte ambiental al canto o declamación de los personajes, a lo largo de una hora y cuarenta minutos de acción escénica. Esta acción en que el amor hacia el padre asesinado mueve a Elektra a buscar la muerte de su madre, fue observada por los estudios de sicología de fines del siglo pasado, para elaborar teorías todavía en discusión; pero ese ambiente de pasiones desatadas llegó al teatro lírico, impregnando el verismo italiano, el expresionismo alemán y, además, al ballet, renovando las viejas concepciones de la danza. La música de Strauss, como en el caso de ``Salomé'''''''', dista mucho del lirismo usual en la escena, y su melodía está íntimamente ligada a la expresividad del libreto y a la situación escénica, por lo cual no está separada en números, sino en una continuada relación. Desde la primera a la última aparición de los personajes, la música no se interrumpe y adquiere la violencia, la ternura, el comentario y el desafío, por medio del colorido instrumental y el peso sinfónico para apoyar el relato.

El personaje de Elektra no deja el escenario, desde que, junto al grupo de doncellas de palacio, da a conocer su situación. La soprano Penelope Daner, en un impresionante despliegue de talento interpretativo, vivió e hizo vivir al atormentado personaje, uniendo la bien manejada voz a la actuación y al movimiento escénico hasta su danza final, con dominio cabal del personaje.

Junto a ella su hermana, Crisotemis, la soprano Marianne Haggander, señaló un cálido material de voz, ocasionalmente enlazado al de Elektra en un bello pasaje a dúo; Clitemnestra fue encarnada por la contralto Sheila Nadler con despliegue de sus sobresalientes facultades. Los roles masculinos destacaron al bajo Robert Holzer (Orestes) y al tenor John Duykers (Egisto) que volcal y escénicamente dieron el relieve a sus roles. Los múltiples papeles encargados al grupo de doncellas, como a los complementarios nacionales del numeroso reparto, estuvieron todos dentro del éxito ganado por esta excepcional función, aunque es lamentable no poder mencionar sus nombres en esta oportunidad.

Un aplauso para la ambientación escénica lograda por la régie e iluminación de Ramón López, dentro de la decoración de Bernardo Trumper y el vestuario de Montserrat Catalá. La autorizada batuta del maestro Jan Latham-Koenig mantuvo el pulso de la Orquesta Filarmónica dentro de la compleja partitura, dando el relieve trágico, la desesperanza o la euforia contenida en el relato desplegado en la escena, en un logrado revivir de ``Elektra'''''''', que levantó una ovación espontánea de la concurrencia.
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