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Encuentro con “Luisa Miller” (14/8/1996)

03 de Octubre de 2003 | 10:49 |
Daniel Quiroga

14/8/1996

“Encuentro con la Ópera” significó, en estos días, volver al idílico paisaje del Tirol en el 1600, al amor de Luisa y Rodolfo; la intriga del conde Walter en busca de un matrimonio de conveniencia para su hijo, a quien quiere casar con la duquesa Federica. Wurm ayuda al conde y teje una intriga a base de una carta falsa en que Luisa niega amar a Rodolfo (que se hace llamar Carlos para salvar su diferente posición social). Todo conduce a un romance aplastado por la intriga, cuya única salida es el suicidio de la frustrada pareja. Esto, muy romántico, ideado por el talento de Schiller y llevado a la escena, con condimento italiano, por el libretista Salvatore Cammarano y la vital música de Verdi. Eso sí, en este Encuentro los personajes fueron todos chilenos.

Es el atractivo de las funciones de doblaje de esta serie, dedicada a abrir campo a los valores líricos nacionales. La protagonista fue la soprano Cecilia Frigerio, suficientemente acreditada por sus éxitos en el país y en el extranjero, como para decir que hizo un lucido papel, en que destacó su bello material de voz y talento escénico, que dieron al personaje de Luisa un relieve acorde con el transcurso dramático. Su voz ágil, de timbre quizás algo liviano para los aspectos trágicos, desplegó su registro uniforme en los solos, dúos y conjuntos. El rol de Rodolfo trajo la sorpresa de oír a un nuevo tenor y a una nueva promesa. Felipe Rojas posee condiciones vocales y escénicas que pueden darle un destacado lugar en nuestros escenarios, a pesar de su breve contacto con el arte lírico. Su timbre homogéneo y grato lo maneja hasta ahora con muy buen resultado en todo el registro y posee el temperamento adecuado para la escena, como lo demostró en los números de conjunto y en la responsabilidad de su aria. Fue un agrado escucharle junto a Luisa, como dos voces jóvenes y cálidas. Es de desearle que cuide su material y no caiga, como otros jóvenes valores nacionales, en el afán de cantar todo lo que le ofrezcan y desdeñe el estudio y el perfeccionamiento por el éxito fácil, que es flor de un día si no hay técnica firme.

En su rol de padre de Luisa, Oscar Quezada reiteró su avance en el campo lírico, con timbre convincente aunque, indudablemente, muy juvenil tratándose de un padre agobiado por la calumnia que sufre su hija. Mario del Río, como el conde, dio al perverso personaje las mejores notas de su registro y otro tanto hizo Carlos Díaz como Wurm, aunque no siempre aseguraron al personaje. Pilar Díaz sí fue un firme apoyo con sus notas graves, en la duquesa Federica, atractivamente caracterizada. Sin embargo, a lo largo de la función hubo varios momentos de afinación vacilante, especialmente en las voces masculinas graves, situación que afectó particularmente el desafiante cuarteto a capella. Verdi lo finalizó con acordes de orquesta que, inevitablemente, desmintieron la tonalidad defendida en la escena. Miguel Patrón Marchand, consciente de los peligros que ocasionalmente acechaban la necesaria unanimidad entre orquesta y escenario, condujo la obra “a la defensiva”, por lo cual la vitalidad que Verdi dio a la parte orquestal resultó bastante empalidecida. El Coro Profesional y las voces de Jimena Heredia y José Barrera complementaron una función en que la lograda partitura de Verdi, si bien no tuvo su poderoso empuje en forma total, mostró valores nuevos de nuestra escena lírica, en un esfuerzo auspicioso.
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