EMOLTV

Concierto Memorable (11/11/1996)

03 de Octubre de 2003 | 10:55 |
Federico Heinlein

11/11/1996

Fuera de serie fue, en cualquier sentido, el concierto extraordinario que ofreció la Sinfónica de la Universidad de Chile en homenaje a Mario Baeza, última de las numerosas celebraciones con motivo de los ochenta años del célebre maestro, fundador en 1945 del Coro de esa casa de estudios. El director invitado, las solistas y la orquesta constribuyeron al éxito rotundo de la función inaugural.

Abrió el programa “Ah, pérfido”, recitativo accompagnato y aria del joven Beethoven (puede inducir a error el número de opus 65 que se le puso años después de la composición). La obra muestra el excelente aprovechamiento de las clases de redacción vocal que, al novato en dicha especialidad, impartiera Antonio Salieri.

La cantante holandesa Marjan Boonen aportó un timbre aún en desarrollo pero capaz de hacer justicia a las enormes exigencias dramáticas como el carácter lírico de la obra. Radiante en el Si bemol que corona el aria; firme y con buen apoyo en el registro grave, la soprano despertó el deseo de volver a oírla en otra ocasión. La batuta de Marcelo Fortín supo acompañarla acuciosamente, lo mismo que el conjunto orquestal, con bellos solos del primer clarinete.

A los veintiún años compuso Mendelssohn su Concierto para piano en Sol menor, de sentido formal infalible junto a un hondo romanticismo. La solista Luisa Cánepa Garibaldi, formada sucesivamente por Silvia Peña, Carlos Botto y Fernando Cortés, ya ha obtenido múltiples distinciones, entre ellas el Primer Premio en el Concurso Internacional de Córdoba. Nos cautivó de partida por la fuerza y dulzura de su toque modulado, que parece “amasar” la tecla en los pasajes emotivos.

El pulimiento de su técnica, la seguridad acrisolada de este fenómeno de dieciocho años, con ambas manos parejamente perfeccionadas, asombran no menos que el buen gusto y la sutileza para plasmar los giros melódicos del Andante y el fulgor virtuosista del final. Intachablemente secundada por el maestro y la Sinfónica, la juvenil intérprete se inscribió con letras de oro en los anales de la temporada musical.

¡Cuántos valores tenemos entre nosotros! Marcelo Fortín se reveló, en esta oportunidad, como jefe de orquesta (así dirían los franceses) hecho y derecho, cuya certidumbre y vasta experiencia ignorábamos. De memoria dirigió la Octava Sinfonía de Dvorak con un dominio total sobre cada parámetro.

Ya en el primer compás impresionó la cultura sonora de la orquesta. Con elegancia y señorío, Fortín expuso la lozanía de los aires y ritmos de Bohemia. En el Adagio, de inspirada intensidad, sedujeron la expresión y calidez de los chelos y el concertino Alberto Dourthé. El vals del tercer movimiento, con su modo mayor central y la animada coda, resultó particularmente amable, y en el Final la elocuencia del fraseo recalcó las frecuentes alusiones del compositor al acerbo musical de su patria.

Comprensiblemente enfervorizado, el público deparó a Luisa Cánepa y Marcelo Fortín, figuras chilenas estelares de este concierto, aplausos entusiastas que parecían pedir un encore o una repetición.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?