Federico Heinlein
29/11/2003
Cerró el Ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal el dúo de Wolfgang Manz y Rolf Plagge: intérpretes germanos que toman el nombre de la ilustre protectora de las artes belga para tocar juntos, recordando los éxitos obtenidos en el Concurso Internacional de Bruselas. El programa, modificado para que oyéramos sólo obras a dos pianos, comenzó con la Sonata K. 448 (Re mayor) que Mozart compuso durante su primer año en Viena.
Fue una revelación escuchar la maestría de estos músicos, quienes saben mantener una diafanidad exacta, muy difícil de conseguir entre dos. Con acentos ínfimos en ciertas notas obtienen algo así como una tridimensionalidad que ilumina al máximo cualquier maraña polifónica.
Toques íntimos de acendrado buen gusto dieron alas al Andante, y el final relució como ascua de oro en esta transparente entrega.
La Fantasía de 1828 a cuatro manos, de Schubert, se sustituyó por las Variaciones sobre un tema de Haydn para dos pianos op. 56 B (1873), de Brahms.
La redacción cálida, jugosa y expresiva del trozo permitió, sin embargo, efectos de poética suavidad, que realzaban la enjundia circundante. El entendimiento de este dúo llega a un grado superlativo en la simultaneidad del fraseo, la gracia inimitable de sus pequeños rubati o casi imperceptibles interrupciones del discurso, todo ello logrado en forma vital y aparentemente espontánea.
La Suite N 2, de Rajmáninov, data de 1901, año en el que el Dr. Dahl le ayudó a librarse de su marasmo creativo y escribir el célebre Concierto opus 18 para piano y orquesta. Especie de subproducto de dicha recuperación es el op. 17 que oímos. Ora sentimental, ora apasionado, está lleno de la efusiva generosidad del posromanticismo.
En la transcripción para dos pianos de la Rapsodia Española de Ravel, Plagge y Manz lograron proezas inverosímiles. Este idioma, que se nutre más de colores y estímulos nerviosos que del "alma", parecía potenciar los recursos de nuestros visitantes. La delicadeza y los valores pictóricos de dichas páginas orquestales cobraron un sentido nuevo en su mudanza a las teclas: ámbito que aquí parecía vencer toda limitación inherente.
El ingenio y la técnica sensacional de Manz y Plagge triunfaron igualmente en los encores: la humorada colectiva de dos compositores armenios, y una versión del nocturno "Fiestas", de Claude Debussy. ¿Hemos escuchado alguna vez un dúo pianístico de perfección tan entrañable y persuasiva?