Federico Heinlein
31/8/1997
Entre los años ochenta del siglo XVI y las décadas iniciales del XVII se sitúa la época que algunos historiadores de las artes tildaran de manierista. Con selectos ejecutantes de su Instituto de Música de Santiago, la directora Sylvia Soublette ofreció en la Sala América de la Biblioteca Nacional un programa de obras de aquel período que difícilmente podrían tildarse de amaneradas. Primaron la naturalidad y un sano espíritu del goce musical.
De Cristóforo Malvezzi, muerto hace exactamente cuatro siglos, se escucharon dos madrigales para coro con instrumentos Alma Campbell (clavecín), Miguel Angel Aldunce (tiorba), Julio Aravena (viola de gamba), Pablo Ulloa (violón) de noble armonía y esplendor patentes en el comienzo tranquilo como en la animosa danza. En el Balletto primo, de Giovanni Vitali, ya perteneciente a una época posterior, se distinguieron los violines de Mauricio Vega y Carmen Gloria Palma.
De Marco da Gagliano se oyó, primero, "Pastor, levate su", con una soprano de estilo certero y la bucólica flauta dulce de Gonzalo Valencia; luego, "Meraviglie belle", donde sobresalió el dúo de los tenores Isaac Verdugo y Leonardo Pohl. El rítmico balletto "De la bellezza le dovute lodi", de Claudio Monteverdi, con coro sin tenores y un brillante bajo continuo, dio término a la primera parte del programa.
La segunda perteneció exclusivamente a dos señeras creaciones de Monteverdi. El Magníficat a seis voces, con órgano, viola de gamba y violón, impreso en 1610, recibió una entrega que hizo justicia a cualquier aspecto de la imponente partitura. El músico cremonés pinta con amorosa mano el júbilo exultante como la humildad de la sierva del Señor. Los ecos, los solos, el cantus firmus del tenor en el Gloria y los demás detalles de ese real compendio de arte vocal se enfocaron de manera imaginativa gracias al estupendo liderazgo de la maestra Sylvia Soublette.
No menos impresionante fue la ejecución del Salmo 111 (Beatus Vir), al final del concierto, editado mucho después del Magníficat. Acompañadas de órgano y varios instrumentos, las voces de Carolina del Solar, Jeannette Pérez, Violaine Soublette y Paula Lanfranco (sopranos); Laura Délano, Bernardo Vargas y Lucía Pereira (contraltos); Manuel Domínguez y Zvónimir Ostoic (bajos), más los tenores ya nombrados, cumplieron una sólida faena musical que desató el entusiasmo en la sala, desbordante de público.