Federico Heinlein
8/9/1997
Bajo el patrocinio de la Liga Chileno-Alemana dio un recital en la iglesia El Redentor el organista germano Winfried Boenig, al principio de su gira por diversas ciudades de Chile. Composiciones de Juan Sebastián Bach mostraron la pericia y el estilo seguro del visitante. El bucólico Preludio en 9/8 y la Fuga BWV 547 (Do mayor), más y más grandiosa e imponente a medida que progresa, y la introducción al coral “Honrad sólo a Dios en las alturas” BWV 676, constituyeron merecidos homenajes a Bach junto con dar testimonio de las posibilidades del instrumento.
Después oímos una versión brillante del Concierto a dos violines, en Re menor, de Vivaldi, transcrito a La menor y adaptado para órgano por Juan Sebastián. Terminó ahí, según nuestro entender, lo más sustancioso de la audición.
Una monada enternecedora es el Andante K. 616 de Mozart, escrito para el instrumento mecánico en un gabinete de curiosidades vienés. Por desgracia, los extremos agudos del órgano de la calle Lota resultaron muy débiles para la melodía, apenas audible sobre su acompañamiento armónico. Calculado con astucia para un público latino, los trozos restantes franceses del siglo pasado obtuvieron la cálida aprobación del auditorio, manifiesta en los aplausos entusiastas. Magnífico lució el Intermezzo de la Sexta Sinfonía para órgano, de Charles Widor, cuyo aparato casi orquestal fue muy favorable al virtuosismo de Winfried Boenig.
Digna y pomposa surgió la paráfrasis de Alexandre Guilmant sobre un célebre coro del “Judas Macabeo”, de Haendel. Rayanas en lo cursi nos parecieron dos obras (Pastoral y Ofertorio) de Louis Lefébure-Wély, charmeur cuya pieza de salón para piano “Campanas del monasterio” hacía suspirar a las damas de antaño.