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Octeto Paris-Bastille (7/10/1997)

03 de Octubre de 2003 | 11:08 |
Federico Heinlein

7/10/1997

Ocho magníficos vientos galos forman el conjunto que la Fundación Beethoven presentó en el Teatro Oriente. Ya el inicio de la Serenata K.388 para 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes y dos cornos Mozart la transformaría, más adelante, en quinteto para cuerdas mostró la excelencia de los visitantes. Dentro de la homogeneidad del grupo destaca, como una especie de caudillo natural, el primer oboísta, Francois Leleux, cuyo liderazgo obtiene de sus pares transparencia y poderío, sabia quietud y fuego pasional.

La sombría tonalidad de Do menor subraya la reciedumbre del movimiento inicial, implacable hasta los últimos acordes. El muy animado Andante mantuvo una estupenda diafanidad de las gradaciones dinámicas. Rayos de sol fueron el dulce Trío del Minué y los elocuentes rubati del fraseo en el final torrentoso, coronado por una alegre coda en modo mayor.

Luego oímos partes de una suite sobre temas del “Don Giovanni”. El octeto francés dio vida a diversas páginas, en la transcripción del oboísta y compositor Josef Triebensee, nacido en 1772. Fue así como escuchamos, de manera divertida y novedosa, la obertura; “Notte e giorno faticar”; el duettino de Don Juan con Zerlina y el coro “Giovanette che fate all'''' amore”.

Después del intermedio volvimos a apreciar el trazo original de Mozart con el Divertimento K-240 (Si bemol mayor) para oboes, cornos y fagotes. El frescor del inicio, la gracia del Andante, la rudeza del Minué en oposición al suave Trío en modo menor y el Allegro final petulante, confirmaron la jerarquía del sonido incomparablemente esbelto de los visitantes.

A esta suerte de “Tafelmusik” le siguió otra música de mesa: el octeto en Mi bemol mayor que Beethoven compuso a los 22 años, en Bonn, para amenizar los banquetes del príncipe Maximiliano. El compositor lo transformaría, después, en Quinteto de cuerdas, con el número de opus 4. Nosotros oímos la versión primitiva, publicada recién después del fallecimiento de Beethoven, dándosele entonces su elevado número de opus 103, que estaba disponible en el catálogo del difunto.

De nuevo pudimos deleitarnos con la finura de los oboes franceses, la precisión del ensamble, la sensibilidad de cada matiz, y admirar el fantástico talento e ingenio del joven autor; la cómica fanfarria del corno en el primer movimiento; el notable solo de Leleux en el Andante; la delicadeza y exactitud general durante el Menuetto y el virtuosismo del Final.

El júbilo de la concurrencia fue premiado con una adaptación deliciosa de la “Humoresque” opus 10 N.o 2 de Chaikovski, original para pianoforte.
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