Federico Heinlein
9/10/1997
Luis Orlandini, ganador de importantes premios en Europa y Sudamérica, ofreció trozos para guitarra de autores nacionales en la sala del Instituto de Chile. Abrió el concierto la primera página de “Sugerencias de Chile”, preludios para piano que Jorge Urrutia compuso a los 18 años: tonada plena de sentimiento, interrumpida por unos compases de cueca. De Carlos Botto se oyó la Fantasía N.o 2 op. 37 (1986) sobre las notas del nombre de Bach, que aparecen como sugerencia dentro de la cautivante trama sonora.
“Esquinas” op. 68 (1971), de Juan Orrego Salas, con leves toques hispanos, y las “tres piezas breves” (1995), de Fernando García, están muy de acuerdo con la idiosincrasia del instrumento, incluso los arranques de “niño malo” en el final de la segunda obra. Jaime González Piña, el más joven de los compositores representados, traza placenteras “Imágenes de Chile” en su homónimo trabajo (1995-97).
Cirilo Vila nos divierte con los refrescantes aforismos de “Algunas sugerencias para el tema: Otra cosa es con Guitarra...” (1995). Bien idiomáticas resultan las atrayentes indagaciones sonoras que emprende Santiago Vera en su “Anagogística” (1986). Llenos de sensibilidad, finos y musicales, son los “Siete preludios breves” que Miguel Letelier escribió a los 23 años.
Temperamento y carácter, junto a rasgos juguetones de danza, conviven armoniosamente en la “Rapsodia” (1995) de Juan Lemann. Sobre una solemne base electrónica se eleva “Stratus” (1995), de Fernando Antireno, trozo experimental amenizado por aportes live de la guitarra. En obras tan exigentes y diversas, el solista brilló siempre por la calidad del tañido, su compenetración artística y un polifacetismo extraordinario.