Federico Heinlein
5/12/1997
Un comienzo exitoso tuvo el ciclo con creaciones de pasadas centurias presentado por el Estudio MusicAntigua de la Universidad Católica en la iglesia El Redentor. Bajo el título “Ave Maristella” estuvieron reunidas canciones marianas españolas, dedicándose la primera mitad de la selección a obras del siglo XVI.
Además de tañer la viela, Gina Allende logró prodigios como directora artística del programa: ejemplo de una reconstrucción sonora cuyo estilo y temple no dejaron nada que desear. Encontró colaboradores a su altura en Magdalena Amenábar (soprano), Sergio Candia (diversas flautas dulces), Nelson Contreras (tenor y viela), María Eugenia Villegas (arpa gótica) y Eduardo Figueroa (laúd).
En el anónimo “Ay, Santa María” oímos a la soprano con flauta, arpa y vielas, juntándoseles el laúd para la ejecución del animado “Pues que tú, Reyna del cielo”, atribuido a Juan del Encina. Destacaron el tenor, en el anónimo “O Virgen muy gloriosa”; flauta y vielas, en “Donsella, Madre de Dios”, del vasco Juan Anchieta.
Una linda labor común hicieron la soprano Magdalena Amenábar, flauta y vielas en el anónimo “Señora, vuestro valor”. La sensibilidad del laudista pudo apreciarse en una canción sobre el tema “Mille regretz”, de Josquin del salmantino Luis de Narváez. Todos los instrumentos participaron en obras de Juan del Encina y el danzante trozo “Estrella oriental”, del desconocido A. d''''Alva, conclusión brillantísima de esta parte dedicada al Renacimiento.
El salto atrás, de tres siglos, a la corte de Alfonso el Sabio, equivalió a una mágina descubierta de terrenos musicales remotos. El mismo conjunto nos había introducido en ese arte arcano, hace algún tiempo, y ahora repitió su hazaña con una serie de variantes y agregados.
Ya sin participación del laúd, el Estudio MusicAntigua nos hizo vibrar al unísono con esas páginas medievales transparentes y puras, en escala doria, eolia o mixolidia. Con o sin intervención de las voces de soprano y tenor en el dulce idioma galaicoportugués, oímos una serie de las Cantigas de Loores y Milagros de Nuestra Señora.
Fue una experiencia infinitamente enriquecedora, que nos transportó a lejanos mundos de ensueño. No hay cómo agradecer esta presentación, en la que se hermanaron la justeza musicológica y una imaginativa libertad de exégesis.