Federico Heinlein
22/12/1997
Está llegando a su fin la Temporada 1997 de la Filarmónica en el Teatro Municipal, ensombrecida en parte por una huelga e, irreparablemente, por el sorpresivo y prematuro fallecimiento del apreciado director titular de la orquesta, Michelangelo Veltri, gracias a cuya mediación el paro fue suspendido. Los organizadores debían al público un concierto, que ahora está ofreciéndose a los abonados de las diversas series.
Nosotros oímos la repetición sabatina. De Gran Bretaña vino el director David Lloyd-Jones, quien inició su programa levemente modificado con un homenaje póstumo al colega: la Marcha Fúnebre de la Sinfonía Heroica, de Beethoven, compositor venerado por el músico desaparecido (extraña coincidencia que ambos, Beethoven y Veltri, murieron a la misma edad de 57 años).
El programa era casi una historia del poema sinfónico. De 1834 data “Haroldo en Italia”, de Héctor Berlioz (inspirado en el “Childe Harold”, de Byron): especie de sinfonía, con solo obbligato de viola.
En su época, la índole descriptiva de la partitura tuvo una recepción entusiasta, aunque hoy su romanticismo nos pueda parecer añejo. Los solos estuvieron a cargo del violista nacional Roberto Díaz, avecindado en Filadelfia, quien hizo gala del temperamento y carácter, sonido excelente y técnica prodigiosa. Lloyd-Jones supo acompañarlo con certidumbre y obtener el equilibrio entre la masa orquestal y el solista.
Notable fue el desempeño del director en los poemas sinfónicos de fines de siglo pasado. Brillante y antisentimental en “Las alegres travesuras de Till”, opus 28 de Richard Strauss, supo destacar el humor de la obra de un modo espléndido. En el nacionalismo de “Finlandia”, de Sibelius, protesta vehemente contra la opresión de los zares, todos los miembros de la orquesta se superaron, pareciendo afanosos por hacer honor a la memoria del querido maestro difunto.