Federico Heinlein
24/9/1998
Un programa de muchas facetas, más sustancioso que el originalmente anunciado, ofrecieron la Orquesta de Cámara de Chile y su director titular, Fernando Rosas, en la parroquia San Vicente Ferrer, como penúltimo concierto de la temporada que organiza la Corporación Cultural de Las Condes. Empezó con una suite de la ópera “Alcina” (1736), de Haendel, que reúne la obertura y cuatro danzas. La entrega supo contrastar reciedumbre con efectos delicados.
El notable violonchelista Marcio Carneiro, oriundo de Brasil y residente en Alemania, fue el solista del Concierto en Re mayor, de Haydn. Igual que en sus actuaciones de otros años, el distinguido músico nos conquistó por el esplendor y la consistencia de su arte, cuyo cabal virtuosismo está invariablemente supeditado a la esencia de la obra. Fue un intérprete capaz de ser preciso o juguetón; extrajo de su instrumento sonoridades infinitamente variadas y supo plasmar la gran cadenza del modo más convincente.
Fernando Rosas y la orquesta merecen felicitaciones por un acompañamiento sin tacha. El visitante respondió a las ovaciones de la sala con un Scherzo del Opus 131c (1915), de Max Reger, en una interpretación prodigiosa, llena de chispa y capricho.
Después del intermedio escuchamos, en primera audición absoluta, el arreglo que el compositor argentino Gerardo Gandini hizo de su obra “Oneiron IV”, original para clarinete, viola y piano. En esta adaptación, hecha expresamente para Fernando Rosas y la Orquesta de Cámara de Chile, la parte de teclado del original está repartida entre algunos arcos a los que, al final, se suman dos oboes (uno lejano y otro lejanísimo).
Nos parece haber presenciado el estreno de la partitura original de esta obra, con Gandini al teclado, en una visita del compositor a Chile, hace años. Creemos que la nueva versión capta de un modo mucho más sugerente el clima onírico de la obra, que antes si recordamos bien abusaba de los sonidos de combinación del clarinete. Solistas de primer orden fueron, esta vez, Penélope Knuth (viola) y Luis Rossi (clarinete), a sendos lados del reducido grupo de cuerdas, el que con sus notas tenidas o el goteo de las cuerdas pellizcadas hace una contribución esencial a la mágica atmósfera del trozo.
Después, Fernando Rosas ofreció el “Ponteio”, de Claudio Santoro (Brasil), cuya reciedumbre rítmica de baile popular encierra un breve oasis del lirismo, con el solo del primer violín solista (Jaime de la Jara). De postre, las cuerdas sirvieron la célebre “Polka Pizzicato”, de Johann Strauss (hijo), matizada con exquisitez por la mano experta del director.
Federico Heinlein.