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Dos conciertos (9/10/1998)

03 de Octubre de 2003 | 10:11 |
Federico Heinlein

9/10/1998

Los profesores de música de la U. de Chile Jaime de la Jara (violín), Patricio Barría (chelo) y Cirilo Vila (piano), sobresalientes en su especialidad, ofrecieron una selección de tríos en la Biblioteca Nacional. En todo momento se notaron la comprensión y el perfecto enlace de los intérpretes, tan dispuestos a ceder el liderazgo al vecino como para asumir el papel solista. Vivamente comunicaron la amenidad y el ingenio de Haydn, patentes en su Trío en la mayor, de 1794.

El chileno Gabriel Brncic estudió en el Instituto Di Tella (Argentina). Su “Trío a la memoria de Alberto Ginastera” (1983) es un trozo juguetón, que con desenfado emplea materiales ingenuos. Algún orientalismo no aminora su índole infantil, brillantemente captada por los ejecutantes.

El Trío “Dumky”, de Anton Dvorak, se basa en el baile popular eslavo dumka, que alterna un trozo lento con una parte movida. La sucesión, habilísimamente variada, de semejantes dumky, permite al autor producir una obra estupenda, consistente cual sonata, que los profesores supieron entregar con admirable seguridad y sonido esplendoroso.

Jóvenes instrumentistas de la U. Católica estuvieron a cargo del reciente concierto del Círculo Español con el excelente y dúctil pianista Pablo Morales, en todas las piezas acompañadas, dando la base más sólida posible para el arte de sus colegas.

Los Trozos de Fantasía op. 73, de Schumann, fueron entregados por la clarinetista Andrea Mourges con gran expresión, de matiz romántico. En una Rapsodia, de Wilson Osborne, el soliloquio del clarinete tuvo de bastidor sonoro la marejada del tráfico por la Alameda. Con los dos intérpretes ya nombrados se lucieron impecablemente Carolina La Rivera (flauta) y Diego Villela (oboe) en el Capricho op. 79 que Camille Saint-Sens escribió en un viaje por Rusia como pieza de exhibición con él mismo al piano.

En toda la segunda parte del programa descolló el excepcional Gonzalo Abarca, tanto en el sensitivo Preludio de una Suite para clarinete solo, del muy joven chileno Raúl Céspedes, como junto al pianista en las Bagatelas del inglés Gerald Finzi, superándose en las insinuaciones de una Forlana y la chispa de la Fughetta concluyente. Proporcionó un final festivo la Pieza de Concierto para clarinetes y piano, de Mendelssohn, obra de juventud no obstante su altísimo número de op. (114 N 2).
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