Federico Heinlein
16/10/1998
Antes de asumir la cátedra de Música de Iglesia Católica en la Academia de Música de Colonia (Alemania), el organista germano Winfried Boenig, de gira por Chile, presentó en la iglesia El Redentor, del barrio Providencia, un programa variado. De entrada escuchamos la sinfonía de la Cantata BWV 29, en la que Bach transcribe para órgano e instrumentos adicionales el Preludio de su Tercera Partita para violín. El visitante nos mostró que, aún sin aquel añadido instrumental, la transcripción es de mucho interés, constituyendo un preámbulo eficiente y poderoso.
Un concierto para dos violines, de Vivaldi, igualmente adaptado al órgano de Juan Sebastián, mostró, particularmente en las partes extremas, la desenvoltura y el a veces un tanto despreocupado virtuosismo de Winfried Boenig, quien luego nos ofreció la concertante Sonata de Iglesia K. 336 del Mozart de Salzburgo, perfectamente aceptable sin sus innecesarias cuerdas adicionales, y la Fantasía K. 397, ya del período vienés del compositor, con hábil aprovechamiento de las posibilidades sonoras de los tubos. Al absorto cromatismo de un Adagio de Carl Philipp Emanuel, hijo segundo de Bach, también le fue favorable la gama colorista del órgano, y el fluir magnífico de la Fantasía y Fuga en Do menor, a cuatro voces, igualmente de Carlos Felipe Emanuel, mantuvo su carácter serio hasta el final, renunciando a la acostumbrada tierce de Picardie.
De 1901 data el inspirado romanticismo de la Melodía Op. 59 N 11, de Max Reger, y la Toccata en Re menor del mismo opus, feliz combinación entre Barroco y Siglo XX. De valía menor estimamos el tripartito trozo “Fanfare, Cantabile y Finale en Re menor”, de Nicolas Jacques Lemmens, organista belga, quien después de una exitosa carrera internacional de virtuoso regresó a la patria para fundar su Escuela de Música Religiosa patrocinada por los obispos de todo el país, que se proponía hacer del órgano de iglesia un instrumento para fomentar “la calidez, el brío y la inspiración que convienen al culto católico”.
Federico Heinlein