Federico Heinlein
1/11/1998
En la sala América de la Biblioteca Nacional tuvimos la grata visita del Ensemble “Villancico”, de Estocolmo. Peter Pontvik, su director, expuso en castellano los detalles del programa. Desde un comienzo apreciamos la musicalidad y solvencia artística del conjunto, hermanadas con una aparente espontaneidad, ensayada a la perfección. De un modo impecable cantan Jessica Baecklund y Annasara Johansson (sopranos), Dan Johansson y el propio Peter Pontvik (contratenores), Carl-Fredrik Jaensson y Mattias Oeberg (tenores), Yamandú Pontvik (barítono) y Duncan Smart (bajo). Dichas voces, más Suzanne Persson (guitarra barroca y vihuela), Nora Roll (viola da gamba) y el múltiple Goeran Mansson que maneja con habilidad de prestidigitador toda clase de percusiones, amén de cromorno, trompe y diferentes flautas, constituyen un equipo de once giocatori formidables.
En el primer bloque escuchamos canciones del folclor sueco cuya tónica, aunque siempre variada, es la melancolía. Casi todo se canta de memoria, lo que aumenta la impresión de soltura de los visitantes.
De la célebre colección de villancicos renacentistas españoles, editada en Venecia a mediados del siglo XVI y descubierta, hace 92 años, en la Universidad de Upsala, escuchamos una cantidad de muestras. El constante cambio de carácter de las interpretaciones; la alternancia de humor y tristeza, de trozos cantados e instrumentales, hizo parecer liviana la nutrida programación.
Las obras del Barroco iberoamericano “Oy es día de placer”, del guatemalteco Tomás Pascual; “A la xácara”, del mexicano Juan Gutiérrez de Padilla, y “Salga el Torillo”, del español Juan de Araujo quien a temprana edad llegó al Perú, fueron aportes particularmente novedosos y bienvenidos. En resumen, disfrutamos de un cúmulo de maestría y temperamento, ritmo y frescor. Los aplausos de la sala llena lograron una serie de encores, y el público parecía incansable en sus manifestaciones de aprecio y gratitud.