Federico Heinlein
26/10/1997
Prosiguió el Festival de Primavera en el Salón de Honor de la UMCE con el Ludus Vocalis, acreditado conjunto de voces mixtas dirigido por el maestro Alejandro Reyes. La primera mitad de la selección reunía partituras religiosas con texto en latín, de autores renacentistas.
Abrieron la audición los hermanos Anerio, nacidos en Roma. De Felice escuchamos “Christus factus est”, obra que desde los asombrosos rozamientos interválicos del principio expresa la congoja frente a la Crucifixión. En el “Requiem aeternam”, de Giovanni Francesco, admiramos la libertad estilística del autor, junto a la acrisolada afinación del grupo.
Durante el Stabat Mater, para doble coro, de Palestrina, volvió a impresionar, aún más que la magnífica entrega por las nueve voces, la variedad con la que el compositor reviste las estrofas de Jacopone da Todi con ritmos y tempi nuevos y sorprendentes. Del veneciano Giovanni Croce se oyeron “O sacrum convivium” y “Cantate Domino”, trozos llenos de euforia.
Terminó esta parte del programa con dos significativas creaciones flamencas.
La esplendorosa polifonía del Jubilate Deo, de Lassus, y el formidable “O quam gloriosam”, de Jacobus Vaet, representaron la mejor tradición de los Países Bajos del siglo XVI.
Luego, el director y los cantantes presentaron una serie de obras germanas, recién incluidas en su repertorio. Entre fines del Renacimiento y el temprano Barroco se sitúa Hans Leo Hassler, cuyo grandioso “Verbum caro factum est” posee señero interés musical.
Heinrich Schuetz, quien nació un siglo antes de Bach y fue calificado en vida como “padre de nuestra música”, cayó en el olvido durante la era del bajo cifrado. Su temperamento viril y originalidad de armonías se apreciaron en “Das ist je gewisslich wahr”, a seis voces, con un notable solo de tenor y el mando firme de Reyes.
De allí fuimos a las postrimerías del Barroco. Acompañados por el maestro-organista oímos “Erforsche mich, Gott”, de Johann Ludwig Krebs, alumno de Bach, con cierta estrictez de formas: trozo que, después de la regularidad del comienzo, remata en una especie de fuga y un coral luterano.
El órgano también apoya la creación “Ich lasse dich nicht”, de Juan Cristián, hijo menor de Juan Sebastián Bach, que traduce la fe perseverante a través de su insistencia en ciertos módulos, coronados por una melodía de coral.
De Gottfried August Homilius, otro discípulo de Bach, oímos a capella “So gehst du nun, mein Jesu, hin”, de redacción atractiva y sonoridad hermosa.
De nuevo con órgano, el motete “Komm, Jesu, komm”, de Juan Sebastián Bach entre tantos compositores el único que nació en el siglo XVII dio término a esta velada que mostró, una vez más, las bondades del conjunto que, gracias al criterio, buen gusto y la musicalidad de Reyes, ha llegado a sobresalir por su fraseo, cohesión y general excelencia.