Federico Heinlein
10/11/1998
Cantigas, romances y villancicos de una España remota ofreció en el Centro Cultural Montecarmelo el Estudio MusicAntigua de la Universidad Católica. La primera parte del concierto, dedicada a canciones de honor a la Virgen recogidas por Alfonso el Sabio en el siglo XIII, estuvo a cargo de Gina Allende (dirección artística, viela, vihuela de arco), Magdalena Amenábar (soprano, castañuelas), Sergio Candia (flautas dulces, percusión), Nelson Contreras (tenor, viela, vihuela de arco, percusión) y María Eugenia Villegas (arpa gótica).
El enlace ejemplar de los nombrados pudo comprobarse en todas sus interpretaciones, algunas de tal espontaneidad que habrían podido parecer improvisadas. Cantando a la vez que tañendo, Magdalena Amenábar y el tenor se mostraron como ejecutantes magníficos, y los instrumentistas contribuyeron con decisivos aportes de melodía y ritmo. En particular impresionaron la canción con las quintas paralelas de las voces y el trozo final, de soltura e imaginación similares.
Después de la pausa nos trasladamos al siglo XVI. Aquí, el tenor Gonzalo Cuadra tuvo participaciones notables junto con Magdalena Amenábar en el anónimo “Ay, Santa María”, del Cancionero de Palacio, así como - con las voces de Contreras y la destacada soprano- en “Ay, luna, que reluces”, del Cancionero de Upsala.
Excepcional nos pareció la desenvoltura de Cuadra en un villancico de Diego Pisador, acompañado de flauta y arcos. Excelentes números instrumentales fueron “Pues que tú, Reyna del cielo”, atribuido a Juan del Encina, y “Doncella, Madre de Dios”, del vasco Juan de Andrade.
Dos romances sefaradíes anónimos del siglo XIV constituyeron la coronación de este programa, que se convertía más y más en concierto-espectáculo. Arpa, vielas, parches y flauta colaboraron con la cantante en “Morena me llaman”.
Con su repetido intervalo de segunda aumentada, el flautista creó el inconfundible ambiente sefaradí en “La rosa enflorece”, cuando cantaron incluso los tañedores y Cuadra tuvo una actuación teatral memorable. Un entretenido diálogo vocal del Cancionero de Palacio, con diversas intervenciones instrumentales, fue agregado como encore para redondear el sabroso programa.