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La imagen que se destiñe (2/10/2003)

07 de Octubre de 2003 | 11:19 |
La imagen que se destiñe

Marcelo Contreras

2/10/2003

Camilo Sesto refaccionó su imagen para fingir que el tiempo no ha pasado con la complicidad del público chileno durante todos estos meses de prensa, visitas previas y declaraciones de amor eterno por lado y lado.

Todo ese clima culminó anoche en la carpa de San Carlos de Apoquindo, cuando las luces se apagaron pasadas las 21.30 horas y los 1.200 asistentes se encontraron cara a cara con el cantante español para ver si el romance debía continuar. Y no, el amor debió quedar en el recuerdo.

Los porfiados fuimos todos porque, malditos sean los clichés, las segundas partes nunca son buenas. Primero su orquesta de nueve músicos jamás encontró fiato. Destemplada, chillona a ratos, hizo palidecer esos gloriosos arreglos que adornan un repertorio aún más glorioso.

Pero eso no fue nada comparado con el hecho, el incómodo hecho de observar cómo Camilo Sesto, nervioso acaso, no lograba controlar su voz pese a la sonrisa dibujada como un rictus implorante ante la descalibrada banda y el bochornoso sistema de audio, probablemente el peor que se ha registrado hasta ahora en la carpa de San Carlos.

Aunque el español programó 22 canciones, más un bis con Algo de mí y Vivir así es morir de amor, reservó unos cuantos clásicos – “Quieres ser mi amante”, “Jamás”- en un par de mezquinos medleys. Sólo “Fresa salvaje” y “Melina” se libraron del resumen.

Hasta el cierre de este comentario el público soportó estoico una imagen dolorosa. La de un amante que finge que todo sigue igual, sin aceptar que su hora ya se ha ido.
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