Daniel Quiroga N.
8/8/2003
Aún hay sectores que piensan en la zarzuela como una creación de arte menor, pero sobresalir en ella no priva de su calidad a quienes la cultivan alternando con la ópera. Dos nombres bastan para demostrarlo: Plácido Domingo y Verónica Villarroel.
Ahora visitan Santiago los intérpretes de una zarzuela sobresaliente.
Los libretistas Romero y Fernández y el compositor Federico Romero Torroba (1891-1982) se unieron en rápido esfuerzo que fructificó en Luisa Fernanda (Madrid, l932), que combina inteligentemente un episodio de la tradición española en tiempos de Isabel II (1868) con la necesaria alternancia de diálogos y música, bailes, comicidad y sentimiento.
Suceso artístico
Las dos primeras funciones de Luisa Fernanda marcaron una diferencia que la audiencia dejó pasar. Se suele decir que la función de estreno es ensayo general con público. Así, en la primera presentación, se repartieron numerosos programas sin los nombres de los artistas correspondientes a ese día (los repartos cambian por el intenso trabajo diario). Hubo debilidad en el movimiento escénico, la que fue superada al día siguiente. También se logró mejorar el decorado e iluminación con resultado sobresaliente. El maestro Dionisio Riol, director musical, logró mayor exactitud en la segunda función, no sólo en los acompañamientos de su orquesta, sino en la relación con el tradicional coro del público en la Mazurca de las sombrillas, número obligado con la proyección de sus versos en letreros especiales.
Luisa Fernanda, centro de la obra, destacó en las voces de Marina Biassoti y Carolina Oriez; Vidal, Leonardo López; Javier, Gerardo Mirandino; Carolina, Laura Rizzo, y Mariana, Ana María Latrónico. Un merecido aplauso ganaron los bailarines con la dirección del coreógrafo José Zartmann. Ya en la segunda función, la visita de Luisa Fernanda en el Municipal, parece marcar un suceso artístico y de público como pocas veces logra reunirse.
