Daniel Quiroga
26/6/2003
Sólo tres Sonatas de un mismo autor, pero fue suficiente estímulo para que el Teatro Municipal agotara sus localidades. El ciclo de las 32 Sonatas para Piano de Beethoven fue inaugurado el martes por el pianista chileno Alfredo Perl (1965), nacido en Santiago y formado bajo la guía del maestro Carlos Botto, de quien recibio el impulso que le hizo ganar un lugar en el mundo internacional de la música.
Las 32 Sonatas para piano solo de Ludwig van Beethoven ocupan un sitio privilegiado en la historia de la música, por cuanto abarcan la variedad de estilo que el compositor dejó a la posteridad. Reflejan los cambios estructurales del instrumento, que pasó desde el antiguo clave al piano de macillos, protagonista de su distinción creativa en sus últimos años. En el primer concierto del ciclo, el público conoció las tres primeras sonatas Opus 2, No. 1, 2 y 3, donde se hace notar la forma y el desarrollo de los modelos dejados a sus discípulos por Mozart y Haydn. Aunque es fácil reconocer esa huella, de igual manera se advierte la mano del joven músico que fuera elogiado por esos grandes maestros, pero que Beethoven nunca reconoció debidamente.
Alfredo Perl realizó la entrega estilística de estas Sonatas, que mantienen el molde seguido por los maestros del clasicismo. La seguridad del mecanismo y la cuidadosa matización lucieron en su realización pianística. Es de notar que el público que llenaba la sala comprendía a numerosos jóvenes estudiantes y/o admiradores de cortos años. Por tanto, las Sonatas de Beethoven seguirán siendo conocidas y evaluadas por una concurrencia de verdadero interés.