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Orquesta de Cámara de Stuttgart brilló con maestría y gran lirismo 25/10/2003

25 de Octubre de 2003 | 19:28 |
Orquesta de Cámara de Stuttgart brilló con maestría y gran lirismo

Víctor M. Mandujano

El jueves, en una noche memorable, la XXXII Temporada Internacional de Conciertos del Teatro Oriente bajó la cortina con la actuación de la legendaria Orquesta de Cámara de Stuttgart dirigida por su violín concertino, Benjamin Hudson, quien desde 1995, al asumir el cargo, conduce la mitad de la temporada nacional e internacional, actuando también como solista.

En un programa variado con una primera parte dedicada a compositores del barroco y el barroco tardío, la histórica agrupación de 16 músicos puso en escena lo mejor de la herencia dejada por Karl Münchinger, su fundador y primer director.

El programa se inició con una verdadera curiosidad musical: Battaglia a 10 en Re mayor, de Heinrich I. von Biber, fallecido a inicios del 1700. La obra en siete breves movimientos describe una contienda militar y, para eso, el compositor se vale de recursos que en aquella época debieron ser absolutamente atrevidos. Lo que hoy podríamos llamar efectos especiales: golpes del arco sobre la caja de los instrumentos, uso de disonancias para dar la sensación de caos, violentos pizzicatos del contrabajo cuyas cuerdas golpean el mástil, y un papel de mantequilla sobre el encordado lo cual produce extrañas vibraciones que acompañan el canto del violín solista (Benjamin Hudson).

De Domenico Scarlatti/ Charles Avison se ofreció a continuación Concerto Grosso Nº 12 en Re mayor, feliz transcripción de una sonata para clavecín que enfatiza el magnífico diálogo entre el 1º violín y el continuo (cello).

De Johann Sebastian Bach la orquesta interpretó luego Concierto en Sol mayor para violín y continuo, BWV 1056. Admirable fue el desempeño orquestal de Benjamin Hudson, quien lució matices perfectos, un vibrato absolutamente controlado y un espíritu amoroso y profundo que llevó la obra a un clímax de superior compenetración.

Para finalizar, se ofreció la poco usual transcripción del Sexteto Nº 2 en Sol mayor Op. 36, de Brahms, entregado por el compositor a su editor Simrock en 1867. La obra puso la nota terrenal de amor juvenil, sublimado e irremisiblemente perdido (Amelie Siebold). Brahms lucha aquí contra todos sus fantasmas y la luminosidad estalla en el segundo movimiento (Scherzo y Trío), vibrante y enérgico, que trasunta perfume bohemio y primaveral.

Solemnes e inspirados, los últimos movimientos (Poco adagio y Poco allegro) otorgan a las cuerdas un magnífico lirismo, a veces sigiloso y otras fugado, como esas pasiones que escapan para no volver.

Premiada por su espléndido concierto, la Orquesta de Stuttgart ofreció como encore un Andante, de Mozart, y el conmovedor movimiento lento de la Suite Nº 3 de Bach.

Un cierre maestro para una temporada sin debilidades.
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