Salsa con agregados
Jorge Leiva
A las 10 de la noche suena Decisiones en la pista atlética del Estadio Nacional y el concierto de Rubén Blades (55) ya parece un concierto de Rubén Blades. Es decir, del Blades que la mayoría conoce, ése que desde los 70 cambió la cara de la salsa y que anoche no consiguió repletar el recinto, aunque convocó a cerca de 9 mil seguidores: jóvenes y viejos, salseros e intelectuales, divididos entre quienes accedieron a los cómodos asientos de la tribuna y aquellos que quedaron en la cancha, situada inexplicablemente demasiado lejos del escenario.
Antes de las 22 horas el recital se articuló en torno a los últimos tres discos del artista: La rosa de los vientos , Tiempos y Mundo. Y ahí la protagonista no fue la salsa, sino un exquisito cóctel instrumental que incluyó la gaita de Eric Rigler, una canción búlgara en las voces del grupo cordobés De boca en boca y la actuación solitaria de la Editus Ensemble. Ahí Blades fue poco más que un maestro de ceremonias, ante un público que miró todo con más respeto que pasión.
Pero con la salsa las cosas cambiaron. Una ráfaga de clásicos (que incluyeron El Padre Antonio, Desapariciones y Pablo pueblo) estableció por fin un puente con el mundo Blades y de allí en adelante fue más fácil para el panameño desplegar sus nuevos sonidos.
Aunque no tuvo en todo minuto la calidez esperada, fue un concierto brillante de un músico que, quizás para el pesar de muchos, tiene a la salsa - tanto como la música celta o las percusiones africanas- sólo como uno más de los ingredientes de su mundo.