SANTIAGO.- Roberto Ampuero está feliz en su paso por Chile. Los 30 años que completa viviendo en el extranjero han hecho de su país natal un destino frecuentado a la distancia, para disfrutar de sus vacaciones y venir a saludar a sus padres que viven en Viña del Mar. O, también, para el lanzamiento de sus novelas, como en esta ocasión con "Los Amantes de Estocolmo".
Salió de Chile en 1973, como miembro de las Juventudes Comunistas. Desde entonces inició un periplo por Alemania, Cuba, Suecia y ahora Estados Unidos, recorriendo ciudades e inventado personajes y situaciones ligados a esos países, pero también a Chile, lugar al que tiene proyectado volver.
Y acá se extraña a Ampuero. En especial sus fanáticos lectores, aquellos que acudieron en masa a su encuentro para que el escritor les firmara sus libros. "Una hora y media, sin parar", recuerda entre sorprendido y satisfecho por el cariño que sus seguidores le demuestran.
Es que pocos autores pueden decir lo mismo en un Chile que, digámoslo, no es muy aficionado a la lectura. Sin embargo, su éxito no acepta espacio para la duda. Cuatro libros que se reeditan año a año con furor de ventas, otro más que generó y - genera aún- reacciones de todo ámbito, y una nueva producción que promete ampliar la racha, con una campaña potente y una presentación ante lo más connotado del mundo literario nacional, esta tarde en la Feria Internacional del Libro.
Por eso que conversar con 'el padre' de Cayetano Brulé, aquel personaje que se ha quedado en el corazón de sus lectores, resulta una ocasión imperdible, impostergable. Es la oportunidad para conocer algo más de un escritor "orgulloso de ser chileno", como el mismo se describe, que recorre el mundo en busca de sus propias historias y aquellas que puedan estar ligadas con su país, el mismo que abandonó cuando cumplía los 20 años.
¿Cuándo nace en usted el alma de escritor?
"De la infancia, del colegio mismo. Estudié en el Alemán y aprendí a leer y escribir en alemán y las primeras historias que aprendí fueron en ese idioma. Me contaban cuentos que no entendía y en la casa me pedían que se los repitiera y yo los inventaba. Eso fue muy central en mi vida, porque me daba cuenta que mis papás se alegraban.
"Además tuve la suerte de nacer en Valparaíso, que creo es la ciudad de Chile con más personalidad y carácter. Me marcó ese ambiente de recorrer sus calles, donde cualquiera se pierde. El puerto es un poco como la vida, con altibajos, se ve el mal como una esperanza, hay un viento que limpia y barre todo. Me crié viendo los barcos en la bahía, las banderas, eso te marca mucho".
¿Influyó en ello su pronta partida al extranjero?
"Todos los países en los que he estado me entregaron algo. Los 12 años en Alemania (los tres primeros en la República Democrática) me dieron la tranquilidad para escribir mis dos primeros libros -"El hombre golondrina" y "La guerra de los duraznos". Estudié Periodismo y eso me permitió conectarme con las esencias de las cosas.
"Cuba me dio los colores, la diversidad de razas, de culturas, el ritmo, la sensualidad y una relación con la sexualidad del Caribe que es muy natural.
Suecia me dio los espacios, los ambientes, que son muy importantes en las novelas. Dentro de esos espacios meto la ficción. Hay surgió "Cita en el Azul Profundo" y escribí "Los Amantes de Estocolmo".
"Al comienzo creo que escribí porque había viajado. Hoy yo estoy viajando para escribir".
¿Cómo se ve Chile desde el extranjero?
"En Chile cada vez más tú notas que hay crecientes zonas del primer mundo. Su prestigio afuera también crece. Es un país del cual uno se siente fácilmente orgulloso. Sin ser discriminatorios hay que decir que visto desde Europa y Estados Unidos, América Latina es un pésimo barrio, y nosotros tenemos una casa muy digna.
"Santiago por ejemplo a nivel internacional es una ciudad seria, cosmopolita, moderna, a pesar de todos los problemas que tiene el país. Ésta es una ciudad de primer orden a nivel mundial".
En su última novela, "Los Amantes de Estocolmo", el protagonista dice que Chile le resulta "añorable y prescindible". ¿Es ése también su sentir?
"Todos tenemos una relación de amor y odio con Chile. Independiente de lo que pasó el año ‘73, es más amplio. Y esa relación está marcada por dos aspectos. Uno, que nosotros nos sentimos bien acá, nos gusta lo nacional; al mismo tiempo tenemos un alma muy ambiciosa que quiere convertir este país en un país desarrollado. Nos sentimos bien con lo que somos, pero queremos ser otro.
"Eso genera que para ser felices dependamos del qué dirán de Chile. Por eso los escritores y artistas en general sienten que para tener éxito en Chile hay que triunfar primero afuera.
"Este es un país que vive marcado por una tensión constante entre lo que es y lo que quiere ser y cómo quiere que le vean. Chile es un país que no se puede percibir a sí mismo".
Su vida ha estado marcada también por una relación muy cercana con la política, lo que se refleja en sus novelas
"Desde siempre en mis novelas he tratado de rescatar esa tradición de hablar de temas de ficción, pero vinculándolos con la política. Mis historias hablan de la vida. La política, uno lo quiera o no, está siempre presente. No puedo escribir novelas donde no hay alguna influencia de lo político, no en términos de partido, sino de las ambiciones, del poder".
¿También tiene una relación de amor y odio con la política?
"También. Hay veces en que uno aplaude la clase política chilena, porque en general es distinta a la latinoamericana, son políticos más honestos que en otros países, siento que uno puede sentirse orgulloso. Pero al mismo tiempo, te sientes defraudado porque hay una serie de situaciones que son de país inestable, pequeño, tercermundista".
¿Cuba le significó un quiebre con sus ideas políticas?
"Absolutamente. Cuba fue el quiebre de una utopía. Cuando salí de Chile tenía el mundo muy claro. Mi utopía en ese momento era, supuestamente, la más justa de la humanidad, creía en eso honestamente. No conocía los socialismos reales y por otro lado Chile estaba en una dictadura de derecha que merecía todo mi repudio. No había otra opción más clara que el socialismo como única alternativa.
"Pero cuando viví allá (en Cuba) me di cuenta que eso era un régimen dictatorial. Era como pasar de algo que te han servido en bandeja llena, a tener que buscar tú mismo los ingredientes que vas a colocar en tu plato. Cuba fue para mí un quiebre muy delicado. Y un proceso muy difícil. Hubo mucho silencio durante muchos años, porque era hablar de una herida propia".
¿"Nuestros años verde olivo" nace para enfrentar el tema y dar vuelta la hoja?
"Sí. Lo que yo quería era dejar un libro con mi experiencia para mis hijos y nietos. No pensé en publicarlo. Pero gente de la editorial Planeta me dijo que no sería honesto de mi parte guardarme esa historia. Ahora creo que fue muy importante haberlo hecho, porque cuando uno calla su crítica ante una dictadura que viola los derechos humanos, como el caso cubano, se está siendo cómplice.
"Otra cosa importante es que era una historia desconocida de Chile, algo no investigado. Ahora me siento orgulloso de ser el único escritor chileno en no poder entrar a Cuba mientras exista (Fidel) Castro".
¿El Premio de Novela de la Revista de Libros de El Mercurio por "¿Quién mató a Cristián Kunstermann?" (en 1993) significó el despegue de Ampuero?
"Absolutamente. Porque hasta ese momento era desconocido en Chile. La irrupción de Cayetano Brulé hizo que la novela policial, que no existía en ese momento en términos de recepción, se convirtiera en masiva. El premio fue una plataforma, pero también los lectores la premiaron también.
"Con esa novela, Ampuero logró darse a conocer en Chile. Pero no sólo eso. También significó el nacimiento de un personaje que lo acompañaría en otros tres libros y que lograría una relación muy cercana con los lectores. Cayetano Brulé, un investigador privado cubano que vive en Valparaíso vino a ser el gancho perfecto para que "Boleros en La Habana" y "El alemán de Atacama" repitieran el éxito de "¿Quién mató...".
Así lo reflejaron los lectores, según confiesa el autor, que mediante cartas y e-mail piden nuevas historias policiales del investigador. La saga, que tuvo su cuarto episodio con "Cita en el Azul Profundo", sólo se vio interrumpida con "Nuestros años verde olivo". Ahora, "Los Amantes..." tampoco trata sobre las historias de Brulé. "Y la gente me pide que no lo mate, que escriba otra historia, que es la última vez que me perdonan que no lo incluya en una novela", explica Ampuero.
¿Cayetano Brulé superó al autor?
"No. Su aparición no es calculada. Si fuera así, en vez de "Los Amantes...", habría escrito otro Cayetano. Obedezco a lo que me sale de adentro, no es algo que pueda manejar ni calcular. Y estoy convencido de que así como la gente ha disfrutado a Cayetano, van a encontrarse ahora que tengo otra faceta.
"Brulé va a seguir y en la novela que estoy preparando creo que... va mejorando cada vez más".
En su novela, en general, hay mucho de realidad
"Sí, porque creo que uno tiene que escribir de lo que conoce y lo que ha vivido. A mí me resulta muy importante la verosimilitud.
"Mi principio es vincular elementos absolutamente reales, fidedignos, con otros de ficción plena. Creo que vivimos en un mundo en el cual raras veces tenemos relación con la realidad".
¿La realidad supera la fantasía?
"Cuando uno dice que la fantasía supera la realidad es porque no conoce todas las probabilidades o posibilidades de la realidad. La realidad es portentosa".
Los Amantes de Estocolmo
En su última novela, Ampuero se aleja de la novela policial (aunque sólo unos metros) para introducirse en un tema nuevo "más psicológico": la infidelidad y lo celos.
Cristóbal Pasos, un escritor de novela policial chileno que vive en Suecia, encuentra en la cartera de su mujer ropa interior femenina que no conoce. Ése es el comienzo de un ir y venir en especulaciones, seguimientos y temores, donde Ampuero intenta reflejar el qué haría un hombre ante esa situación de infidelidad y celos.
"Tiene una ambigüedad total –describe el autor-. Todo está en discusión, no sabemos nada. La novela surge de una ventana a través de la cual se ve el Báltico congelado, que era la de mi casa, y la especulación: qué haría un hombre latinoamericano si descubriera en la cartera de su mujer ropa interior que no conoce. Todo lo demás va surgiendo a medida que se escribió, tal como el narrador lo va contando. Nunca sabía hacia donde iba, pero en la medida que me ponía en la situación de Cristóbal Pasos, y perseguía a su mujer, que tampoco yo conocía, empieza a aparecer la historia".
¿Por qué elige ese tema?
"La infidelidad y los celos es un tema que nadie habla, a menos que se haga en términos de rumor. Las parejas nunca se enfrentan a este tema, no lo conversan. Quería saber qué pasa cuando se establece este tema en una pareja o matrimonio".
¿Qué tan real es la historia?
"Estocolmo es real. Todo está en la ambigüedad, en la incapacidad de comprobar lo que es real y lo que no lo es".