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Naufraga el Municipal

La subvención estatal no alcanza para pagar las remuneraciones de los actuales cuerpos estables y para mantener el teatro. La disminución de los aportes de la municipalidad y del Ministerio de Educación precipitó la decisiva crisis actual.

02 de Noviembre de 2003 | 09:30 | Juan Antonio Muñoz H. Reportajes de El Mercurio
SANTIAGO.- No es inesperado que Andrés Rodríguez, director artístico desde 1982, y el resto de los ejecutivos de la Corporación Cultural de Santiago presentaran el martes pasado la renuncia a sus cargos. Por el contrario, es el último acto de un camino muy difícil que, desde hace años, ha debido recorrer el centro cultural chileno de mayor prestigio y eficiencia: el Teatro Municipal de Santiago.

Una trama de discusiones y huelgas plagada de malos entendidos y gobernada por un liviano conocimiento respecto de aspectos clave de la gestión en entredicho.

Acusaciones poco específicas como "falta de cuidado en el manejo financiero", denunciada por el concejal de Renovación Nacional Renato Sepúlveda, e informar que una de las razones más relevantes de la crisis es el hecho de que los trabajadores del Teatro reciban un decimotercer sueldo (ver recuadro), no hacen más que nublar la realidad del problema.

Ésta es, simplemente, que la subvención del Estado vía Municipalidad de Santiago y Ministerio de Educación resulta insuficiente para mantener el proyecto y la actividad de los cuerpos estables tal y como están hoy constituidos.

Fue en 1999 que se produjo el primer conflicto serio, que terminó felizmente después que los trabajadores hicieron notar públicamente sus diferencias con la dirección organizando atractivas tocatas para los transeúntes del centro de Santiago. No se puso límites en esto y hasta a una huelga de hambre llegaron en su intento por obtener mejoras salariales y beneficios laborales.

Posteriormente las cosas se calmaron y fue en otro espíritu que se vivió la negociación colectiva de 2001.

Este 2003, a comienzos de octubre, nuevo ruido y anuncios de huelga presagiaron la grave crisis actual. Finalmente, no se resolvió ir a paro, aduciendo que la situación estaba tan mal que una acción de fuerza sólo traería más problemas.

Crédito agotado y control

Los concejales de la municipalidad y el propio alcalde Joaquín Lavín dicen que a nivel económico el proyecto es insostenible, pero que nadie puede dejar de reconocer la calidad artística de la gestión. El problema es que lo más probable es que sea esa calidad artística la más afectada.

Así son las cosas:

Hasta 2002, la Municipalidad de Santiago aportaba 2 mil 350 millones de pesos y el Ministerio de Educación, mil 250 millones. Para este año, la municipalidad rebajó su cifra a mil 900 millones y el ministerio disminuyó en un 5 por ciento, descontando el reajuste del IPC, lo que implica una reducción de 7,5 por ciento. Todo esto significa una merma de 600 millones de pesos, agregados los gastos de agua, luz, gas y aseo, que el Teatro Municipal debió asumir.

A principios de 2002, Verónica González fue llamada para tratar de sanear las deudas del Teatro Municipal, en ese momento cercanas a los 2 mil 600 millones de pesos. A través de su llegada se esperaba que entraran al teatro mil millones anuales. Los resultados de su gestión, durante 2002, alcanzaron a 800 millones, lo que permitió que se terminara con cifras en azul, con un superávit de 40 millones aproximadamente.

Este año, sin embargo, el trabajo de Verónica González consiguió apenas 100 millones; el primer semestre fue prácticamente nulo en término de donaciones, lo que se agravó con los cambios a la Ley Valdés. Se produjo una paralización total debido a la incertidumbre del nuevo texto legal.

Toda esta situación obligó a pedir, en agosto, 365 millones, y luego, en septiembre, otros 350 millones para pagar sueldos, con lo cual el Concejo municipal manifestó su disgusto. Los montos fueron aprobados. Pero en octubre hubo que solicitar otros 500 millones de pesos, otorgados previa condición de que la plana directiva del Teatro presentara su renuncia.

El Teatro tiene una deuda acumulada de 2 mil 100 millones de pesos y su capacidad de crédito bancario está copada. A esto se suma que la Municipalidad dice que el próximo año no podría aportar los 2 mil millones necesarios y que se dejarían de percibir otros 600 millones, debido a que el Ministerio de Obras Públicas determinó que a contar de enero hay que retirar la publicidad ubicada en las pasarelas de Avda. Kennedy.

Todo esto sucede cuando la gestión del Municipal es controlada tanto por una empresa consultora como por un directorio integrado por personalidades del ámbito empresarial, lo que ha incidido en una revisión constante de todos los elementos implicados y en una reducción, los últimos dos años, de los costos artísticos. El "descuido" aludido por el concejal Sepúlveda, por lo tanto, resulta sospechoso, salvo que el directorio - integrado por nombres como Ricardo Claro y Andrónico Luksic, entre otros- y la propia consultora pertenezcan al grupo de los descuidados.

Cabe señalar que rara vez se ha visto en el Municipal a los concejales involucrados, salvo a Ana María Illanes (RN), que sí mantiene una relación activa con la programación del Teatro. Los demás son Ricardo Zúñiga (PPD), Juan Recabarren (PS), Marta Larraechea (DC), Renato Sépúlveda (RN), Omar Saffie (independiente) y Carolina García de la Huerta (independiente).

Temporadas se autofinancian

Las subvenciones de la municipalidad y del Ministerio de Educación alcanzan para cubrir sólo el 70 por ciento de los sueldos del personal. El resto se obtiene de los aportes privados y de la venta en boletería. Es de ese 30 por ciento, además, de donde proviene el financiamiento de los costos directos que generan las temporadas. Andrés Rodríguez explica que "las temporadas se autofinancian íntegramente. El Estado no gasta ni un peso en cantantes ni directores. Son el público y los privados los que pagan".

Es esto lo que ha hecho que los precios de las entradas para la ópera sean tan altos, al punto de no corresponder con la realidad de Chile. Las acusaciones de "elitista" no contemplan que en la totalidad de los teatros de América Latina y de Europa el financiamiento estatal varía entre un 80 y un 95 por ciento, lo que permite que espectáculos de altísima calidad tengan precios al alcance de muchos.

Lo anterior desarma la acusación respecto de los gastos excesivos en los costos de las producciones y en artistas extranjeros.

De esta manera, el objetivo de financiar el Teatro Municipal con menos dinero parece inviable sin el cambio drástico del proyecto artístico, lo cual afectaría a los cuerpos estables. El mismo alcalde Joaquín Lavín estima que el problema no está en los ejecutivos de la Corporación, sino en la forma como está planteado el proyecto cultural, que no tendría viabilidad en el largo plazo.

La pregunta es cómo se cambia el proyecto, sin reducir la masa laboral o los sueldos. Si los aportes estatales de la actualidad no alcanzan para mantener el Teatro y pagar las remuneraciones, ¿de qué manera se pretende materializar el acuerdo de la última negociación colectiva, cuya base es un reajuste de un 3,4 por ciento sobre el IPC?

Una respuesta posible es a través de muchísimas actuaciones de elencos chilenos sobre títulos famosos y probados. Sin embargo, para esas representaciones no se podría cobrar al público el valor que hoy tienen las entradas a las funciones internacionales, de modo que los ingresos de boletería y los aportes de privados a las temporadas se verían disminuidos otra vez.

Como no hay muchas señales respecto de cuál es el proyecto que sustituiría al actual y ya que la idea avanza en el sentido de que el Teatro Municipal tienda al autofinanciamiento, lo que es prácticamente imposible, el panorama resulta inquietante en extremo·.

RENUNCIAS

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