Benetton es una marca. También una cosa, como un camisa, y también una idea asociada que poco tiene que ver con el corte y la caída. Es una persona, como Luciano Benetton, y también una serie de intereses que comprenden inversiones en comida rápida, operadores de peaje, servicios en estaciones ferroviarias, negocios inmobiliarios. Son varios los colores asociados a la etiqueta verde, el color más conocido del holding, y uno de ellos es el color de la cultura. Porque Benetton no es sólo 300.000 ovejas pastando en la Patagonia argentina, sino que también es el museo histórico Leleque, a 90 kilómetros de Esquel. No es sólo una campaña que se transforma en noticia, es también un centro de creación - Fábrica- , que cumple una década el próximo año y desde donde salen esas campañas. No es sólo un buen chaleco, es también el apoyo a cinematografías prácticamente desconocidas en Occidente, aupadas en el momento preciso a algunos festivales y hasta al Oscar.
Y bien. El rostro de esta empresa familiar - un gentil hombre de casi setenta años que no los representa- estuvo de paso por Chile, "un país muy importante en Sudamérica - señala- . Un ejemplo para el resto de los países del área, porque nuestro trabajo depende del estado de salud de la economía y la sociedad".
- ¿Cómo encuentra entonces el estado de salud de Argentina, donde tiene una parte importante de sus negocios?
"Podemos decir que ellos están en el hospital, espero que se mejoren".
- ¿Esta estabilidad no sería buena como para criar sus ovejas aquí en Chile?
"No, aquí hay menos tradición al respecto. Hay más lagos... Además, aquí ya existe Tompkins, que realiza una actividad muy meritoria que no dudo se constituirá en una ventaja para la naturaleza y el turismo".
- Hablando de turismo, y de cultura, ¿qué idea hay tras la apertura de un museo patagónico dentro de la estancia de Carlos Benetton?
"Es una historia que tiene sólo tres años y es muy interesante. La base del Museo Leleque es la colección de Pablo Korchenewski sobre la Patagonia. No es grande, pero es de la zona y para la gente del lugar es realmente muy importante".
Fabricando cultura
Fábrica es un bello lugar en las fotos: una villa restaurada por el arquitecto nipón Tadao Ando, ubicada cerca de Treviso. Su reto es, según un texto corporativo, "la innovación y la internacionalidad: una manera de conjugar cultura e industria a través de la comunicación, que ya no elige sólo las formas publicitarias tradicionales, sino que además propaga la "cultura industrial", la "inteligencia" de la empresa, a través de otros medios como el diseño, la música, el cine, la fotografía, las publicaciones editoriales e internet".
- Fábrica cumple diez años en 2004. ¿Cómo surge una idea como ésta?
"Este es un proyecto completamente nuevo, que no siguió el ejemplo de ninguna escuela tradicional. Buscamos una funcionalidad a partir de un sueño, una visión: la de dejar libres a los jóvenes para que pudieran indagar sobre temas de la comunicación. Al inicio tratamos de buscar personas con una cierta cultura y que dieran una cierta dirección, pero no resultaron ser sujetos muy balanceados".
- Fábrica ha apoyado a películas como "En tierra de nadie", del bosnio Danis Tanovic, Oscar a la mejor película extranjera el 2002, y "El círculo", de Jafar Panahi, Oso de Oro en Berlín ese mismo año. ¿Cuál de las dos es más de su gusto?
"Yo pienso que en ambas películas se presentaron temas de una manera limpia, muy joven, aparte de que me guste una más que la otra. Pero también la del director iraní me pareció muy buena.
Uno se siente útil financiando a quienes tienen pocos medios y poder así acortar los procesos de entrada al mercado de esas películas".
- ¿Cuáles son los criterios de selección? ¿Se apoya a las películas en su estadio de preproducción o una vez ya terminadas?
"Tenemos algunas personas, 'cazatalentos', que buscan estos proyectos en distintos países. En algunos casos se trata incluso de sacar la película de ese país, porque se trata de un tema que está prohibido allí por razones políticas o religiosas. De esta manera relativamente con pocos medios logramos un gran avance. En Fábrica se monta y también se apoya en la promoción de estas películas. Pero en materia de distribución no somos especialistas: esa tarea compleja se la dejamos a los expertos".
- Han apoyado películas de nacionalidades tan diversas como iraníes, bosnias, turcas, chi-nas, turco-chipriotas, de Tayakistán. ¿Porque esas filmografías y no otras?
"Porque son precisamente los jóvenes de esos países a los que consideramos más en crisis; con más dificultades y menos ayuda".
- ¿Optar por estos proyectos es una decisión más ideológica que estética?
"No, yo no diría ideológica. Nos interesan sobre todo los buenos proyectos, donde hay mayores dificultades y riesgos. Por ejemplo, una directora de 20 años en Irán (el caso de Samira Makhmalbaf). Ese es un caso en que fue especialmente meritorio dar una ayuda importante. En aquellos lugares donde hay más estructura y facilidades, donde nada está prohibido, consideramos que la ayuda es menos necesaria. Lo interesante es ayudar a quienes más lo necesitan, a los talentos que pueden perderse sin una mano".
Cultura culinaria
Comer y no comer. Otro de los proyectos salidos de Fábrica es su campaña de este año, para el World Food Program, que comprende varias aristas: las imágenes a cargo del fotógrafo James Mollison; el número 54 de la revista Colors - "Comida"- con un anexo titulado "Hambre", y el libro-objeto "2398 gr" que explora la relación entre la comida y el arte, el fetichismo, las festividades, el placer, el miedo.
- Una de las empresas del Grupo Benetton es Autogrill: ¿cuáles son las características de esta empresa de comida rápida?
"Es un restaurante para la gente que viaja. Con buena calidad, porque en muchas zonas hay gran competencia, además de que en Italia la gente gusta de comer bien e incluso están dispuestas a perder media hora haciéndolo. Esto de la cultura de la cocina en la cultura italiana es una cosa consolidada".
- ¿Usted come comida rápida?
"Yo como rápido, pero en mi casa... En las carreteras no como, ni en el aeropuerto. Ni en los aviones de línea: respecto a esto último soy un poco pesimista".
- ¿Conoce el movimiento de la "slow food"?
"Hay modas. Se puede hablar incluso de cocinas como la francesa, que ha estado de moda. O la nouvelle cuisine, que hace veinte años fue un éxito y que ahora está puesta en discusión. Yo estoy a favor de una cocina más tradicional".
- ¿Cuál es el plato típico de Treviso, su ciudad natal?
"El risotto de radicchio rosso, que es esa lechuga amarga, roja, propia de esa zona".
- ¿Y los vinos?
"El prosecco bianco. Si es bueno, se puede beber sin ninguna complicación. Es como el agua. También tenemos vinos tintos muy buenos. Y a propósito, soy un apasionado de los tintos chilenos; hace años que en mi casa bebemos vinos chilenos".
- Y del recetario nacional, ¿alguna preferencia?
"Aquí se come bien todo. Personalmente me gusta más el pescado que la carne".
- ¿Por la figura?
"Bueno, hay que considerar que en Europa tuvimos la desgracia de la vaca loca, por lo que también me gusta el pollo".
- Pasando al lado oscuro del tema, el último proyecto de Fábrica fue precisamente sobre la falta de comida. ¿Cómo fue la génesis de este proyecto?
"Fue con Naciones Unidas, con quienes Fábrica tiene una buena relación. Entendíamos que era un trabajo muy importante, pero poco conocido. Cuando nos presentaron el proyecto y las reglas del juego decidimos que podíamos dar una buena contribución. Porque cuando sabes que hay familias que no tienen interés en mandar a un niño al colegio, pero que cuando deciden hacerlo es porque les dan comida allí, te das cuenta que no puedes perder el tiempo".
"Es un trabajo muy oscuro que debe ser reconocido. La gente necesita ayuda de los gobiernos; hay que sensibilizar a esos