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Música para niños (03/11/2003)

03 de Noviembre de 2003 | 09:09 |
Sergio Escobar

El último programa de la Orquesta Sinfónica, Niños Solistas de Chile, comprendió en su parte principal la presentación de siete niños y niñas que ejecutaron instrumentales partes de conciertos de famosos autores barrocos (Vivaldi y Bach), clásicos (Mozart y Haydn) y menos conocidos como los compositores Rieding, Breval y Accolay. El nivel fue muy satisfactorio, por lo que es de esperar que dentro de algún tiempo los violinistas Amaya Goyenechea, Monserrat Prieto, Inés Vega y Bastián Loewe, junto al pianista Daniel Saavedra, el cellista Tomás Cienfuegos y el cornista Matías Piñeira, figuren con éxito en la interpretación de obras más extensas y difíciles. Fueron acompañados ''con amore'' por una orquesta de cámara de profesores de la Sinfónica, conducidos por David del Pino para el lucimiento de los niños, en un hermoso ejemplo de estímulo en el difícil camino que empiezan a transitar. El concierto se inició con la suite orquestal Scapin, del chileno Miguel Letelier, tercera versión de una obra escrita en 1965 sólo para piano, trompeta y batería. En 25 minutos muestra gran influencia del estilo rítmico e instrumental del jazz y la comedia musical. Son nueve partes sencillas y sin pretensiones, pero los ecos de música barroca y gitana, más combinaciones orquestales como las que por esos años hacía Leroy Anderson, permiten percibir un espíritu elegantemente irónico que la hace muy atractiva. Es música especialmente apta para que un coreógrafo la utilice en un ballet de características parecidas. El programa cerró con la Suite orquestal de Zar Saltán, una desconocida ópera de Rimsky Korsakov, que sólo se recuerda por esta composición. La versión que dirigió del Pino sonó extraña por la narración agregada, quizás original del compositor, pero optativa porque era primera vez que la oíamos. En nuestro entender, el texto de cuento infantil distrae el fluir de las coloridas melodías y hallazgos de orquestación que contiene. La narradora fue Mariana Aylwin, de clara dicción si bien algo carente de expresividad. La Sinfónica tocó con gran categoría ambas obras.
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