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Memorable recital de Verónica Villarroel en Viña del Mar

Cuando Verónica Villarroel debutó como Musetta en "La Bohème" (1985), la dirección estuvo en manos del maestro Miguel Patrón Marchand, quien ahora vigilaba cada detalle del recital y conducía a la Orquesta Filarmónica Regional.

07 de Noviembre de 2003 | 10:47 | Juan Antonio Muñoz H.
VIÑA DEL MAR.- Todo pareció coincidir: una artista en plenitud de condiciones, un repertorio de altas exigencias, un público ávido y un entorno acogedor. Además, memorias que convergieron en una noche inolvidable.

Cuando Verónica Villarroel debutó como Musetta en "La Bohème" (1985), la dirección estuvo en manos del maestro Miguel Patrón Marchand, quien ahora vigilaba cada detalle del recital y conducía a la Orquesta Filarmónica Regional. Luego, ese mismo año 85 la soprano húngara Sylvia Sass protagonizó "Macbeth" en Santiago; entonces, Verónica era parte del coro.

Hoy, la chilena, convertida en estrella, cantaba en el escenario y Sylvia Sass escuchaba emocionada en la platea. Finalmente, el primer encore fue "O mio babbino caro", dedicado por la soprano a su papá, presente en el teatro. Sylvia Sass, entonces, ya no pudo contener las lágrimas recordando a su padre fallecido hace pocos meses.

Todo esto terminó con un gran abrazo durante una cena realizada en el Club de Viña del Mar.

Es difícil decir qué estuvo mejor.

Primero, "Come scoglio", de Fiordiligi en "Così fan tutte" (Mozart), donde Villarroel exhibió una facilidad sorprendente en los numerosos saltos de partitura, con su voz plena de color. Luego "Casta Diva" de "Norma" (Bellini), para seguir con "Depuis le jour", de "Louise" (Charpentier), perfecta en línea, y con "Air des bijoux", de "Fausto" (Gounod).

Después del intermedio vinieron "Non ti scordar di me", la famosa canción estrenada por Beniamino Gigli, donde lució el centro amplio y pastoso de su voz; y "Canzone del salice" y "Ave Maria", de "Otello" (Verdi), interpretada desde la interioridad con un respeto absoluto por la palabra. Muy bien la necesaria Emilia de la joven soprano Francesca Tomarelli. El número final fue "Pace, pace mio Dio", de "La fuerza del destino" (Verdi), donde el caudal sonoro tuvo un efecto impresionante que jamás ocultó los matices musicales y el esmalte tan particular de un órgano vocal en perfectas condiciones.

Como regalos, "O mio babbino caro", de "Gianni Schicchi" (Puccini), con pianísimos entrañables, y "L’altra notte", de "Mefistófeles" (Boito), donde el gesto preciso y efectivo de la actriz —una moderna mirada a la locura de Margarita— se unió a la textura aterciopelada de la voz y a una llegada imbatible al agudo.

La Orquesta Filarmónica Regional tuvo su mejor momento en la sugerente "Meditación" de "Thais" (Massenet), donde el concertino Carlos Cifuentes lució su poder expresivo. El maestro Patrón Marchand es un conocedor de las voces y eso se observa en cada mirada y en la atención a cada frase de la cantante; además, con mano firme guió al conjunto por difíciles oberturas de Mozart ("Las bodas de Fígaro") y Verdi ("La fuerza del destino" y preludio de "Aída"), logrando dar cuenta de los cambios de dinámica en los que vive el poder expresivo de esta música.
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