Beto Cuevas pasó la prueba
Marcelo Contreras
(10/11/2003)
Beto Cuevas dijo al menos tres veces Buenas noches Chile. ¿Nervios? Si así fue, válido. 28.000 cabezas examinaban anoche la prueba final de La Ley en Chile: tomarse el Estadio Nacional por primera vez después de 14 años de historia, muchos premios en la estantería, muchos discos de platino y de oro colgados de la pared, y una carrera consagrada en el mundo pop latinoamericano, con examen aún pendiente en el mercado anglo.
Ámate y sálvate fue el saludo inicial. Un apretón de manos nervioso, rápido y sin toda la fuerza necesaria. Eso en cuanto a sonido durante al menos tres temas, porque escénicamente Beto Cuevas confirmó, desde aquel primer single de Libertad (2003), que es lo más cercano que tenemos a Bono en pose y actitud, mientras que el pequeño batallón de cuatro músicos que acompaña al trío se toma con estudiada actitud rockera toda la escena.
Con Delirando, del incomprendido Vértigo (1998), la pantalla gigante asumió el protagonismo que La Ley otorga a los elementos visuales en sus shows. Luego la banda recaló en Hombre, de Invisible (1996), indiscutidamente la mejor carta que hasta hoy presenta la discografía de La Ley, y en algunas selecciones de su último trabajo, como la aguerrida Sabes quién eres y la evocativa Más allá.
Entre tema y tema, Beto Cuevas reiteró los discursos pacifistas y reivindicativos que ahora engrosan el guión de La Ley. No faltaron los llamados en contra de la guerra, los pedófilos y los corruptos. La gente respondió que sí, que nadie quiere a tipos que abusan de niños, ni políticos que se quedan con la plata. Menos una nefasta guerra. Pero antes de quedarse reflexionando en torno a tal clase de problemas, lo único que realmente importaba eran menos palabras y más canciones. Porque la noche era hermosa y una banda chilena que triunfa en el extranjero pasaba la prueba en el escenario más grande del país. El resto, que la paz y la buena onda, realmente no importaba.