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Jazz chileno: el diagnóstico del doctor Silva 14/11/2003

14 de Noviembre de 2003 | 00:00 |
Jazz chileno: el diagnóstico del doctor Silva

Carlos Silva, profesor de música, doctor en musicología de la Universidad de Barcelona y pianista canchero de jazz, acaba de publicar “Solo, dúo, trío”: el disco más desafiante del año jazzístico chileno a la fecha.

David Ponce
(14/11/2003)

Carlos Silva
Carlos Silva es un pianista con cancha. Es capaz de inventar una composición contemporánea para piano y batería titulada “Ni chicha ni limoná” que termina literalmente a los gritos entre el pianista y el baterista, y justo antes grabar un bolero de los que las abuelas aman con justificada razón como el standard chileno “Vanidad”, de Armando González Malbrán, y juntar ambas cosas en su nuevo disco, “Solo, dúo, trío”.

A sus 38 años, Carlos Silva empezó hace trece unos estudios formales de jazz en la academia de Roberto Lecaros. Licenciado en composición en la Universidad de Chile, ha tocado en grupos como el trío El Lote desde 1993, como pianista y autor en Pancho Molina y los Titulares, con quienes también actuó en la primera Yein Fonda. Y tras una estada en España iniciada en 1998, volvió con un doctorado en musicología en la Universidad Autónoma de Barcelona y ha iniciado su propio Carlos Silva Trío con bateristas como Andrés Andy Baeza y Félix Lecaros y contrabajistas como Roberto Titae Lindl y Rodrigo Galarce.

Después de editar con los Titulares los discos “Pancho Molina y los Titulares” (1999) y “Perseguidor” (2001) y de grabar como invitado en álbumes de Pedro Greene, Cristian Cuturrufo o Ángel Parra Trío como el reciente “Vamos que se puede” (2003), el doctor Carlos Silva ya tiene cumplido el sueño del disco propio en “Solo, dúo, trío”: una colección de diez títulos que incluye desde una versión de “Let’s cool one”, del pianista Thelonious Monk, única pieza no original del disco, hasta composiciones contemporáneas como “N.N” o “Expansión en mambo”. El disco más desafiante del año jazzístico en Chile a la fecha.

—Siempre, al haber escuchado a Cecil Taylor, a Max Roach, discos de piano solo, de diferentes estilos, tuve la inquietud de hacer un disco en el que no todos los temas tuvieran la misma formación —explica—. En el fondo es lo que uno hace: a veces tocas solo, a veces haces standards, a veces composiciones más nuevas.

¿Por qué elegiste grabar un tema de Thelonious Monk?

—Thelonious Monk es una figura, lo tomo como un referente muy grande porque he aprendido mucho de él y de Ornette Coleman. Por la frescura de su música, por la espontaneidad, porque era como un niño. No tan recargado. Y por el lado de otros pianistas te puedo nombrar a muchos, pero hay uno que ha concentrado mi atención, que es Kenny Kirkland —dice, en alusión al pianista neoyorquino que murió en noviembre de 1998, después de tocar con músicos tan diversos como Branford Marsalis, Sting o el guitarrista chileno Mauricio Rodríguez, quien lo invitó a Chile a grabar el disco “Datriza” (1997).

—Estuve cenando con él en la casa del Mauricio cuando vino la última vez —recuerda Silva, que dedica “Elegía”, la última pieza de su disco, a Kenny Kirkland—. No quise ponerlo (textualmente) porque quedaba un poco evidente, pero la gente que conoce a Kenny Kirkland se puede dar cuenta de que yo busco aproximarme a lo que él hacía.

¿Dónde compusiste “Elegía”?

—En España, al año siguiente. Me afectó mucho su muerte. Era un músico fantástico.

Ése es el tema más antiguo del disco, junto a “Núvels” (“Nubes”, en catalán), también compuesto en Barcelona. Pero más antiguo aun es “Vanidad”, un bolero que Silva empezó a tocar en la época de El Lote.

—A través de unas grabaciones antiguas que de repente te llegan encontré una partitura. De ahí tocamos “Vanidad”. Y siempre quedó en la memoria. Y sobre todo, una cosa importante: me aprendí la letra, porque si no no la podría haber tocado. Igual que un standard. No puedo tocar “All the things you are” si no me sé la letra. Los realbook (libros de partituras) no sirven para nada. La toqué durante un año hasta tocarlo como lo habría cantado Lucho Gatica. Cuando tocas la melodía tienes que ir cantando mentalmente la letra. En mi casa lo cantaban un montón. Mi mamá se la sabía.

Clásicos populares chilenos como “Vanidad”, “Labios de diosa” (de Fernando Lecaros) o “Agonía” (de Francisco Flores) eran parte del repertorio que interesó a Carlos Silva en la época de El Lote.

—Canciones populares chilenas, foxtrot, esa época. Después se nos adelantaron Los Tres de la onda chilena —sonríe.

Pero ese tema fue el que llevaste para investigar en tu doctorado.

—Al principio era ése: la música tradicional chilena, popular. Pero cuando empecé a analizar el jazz lo que más me interesó fue la performance del jazz: cómo tocan en vivo, cómo se puede analizar el jazz —explica, y el título de su trabajo final lo corrobora: “El jazz actual en Santiago: análisis de sus performances”.

—Hice un análisis de que las bandas de jazz actual en Chile, las tradicionales y las modernas, son estereotipadas, con un estereotipo siempre afronorteamericano. Muchos grupos privilegian que su música se parezca lo mejor posible a ese modelo. El que toque (estilos ) dixieland o Chicago tiene que sonar dixieland o Chicago; que los Santiago Hot Club se parezcan lo más posible a Django Reinhardt, o que Nexus toque hard bop, la onda Art Blakey. Salvo La Marraqueta, que hacen una fusión criolla, mezclan con otras cosas y trabajan con la improvisación.

¿Cómo te sitúas tú mismo en esa crítica?

—No hice ninguna evaluación positiva ni negativa de eso. Incluso creo que soy uno de los estereotipados. Todo el jazz chileno es estereotipado. Me di cuenta de que los músicos se fijan más en el disco que en su contexto social y cultural. Puedo tocar a Coltrane, pero no tengo idea de su entorno social ni de su experiencia. Donde aparece un jazz chileno es al improvisar, que yo llamo composición espontánea: ahí se ve la chilenidad. Porque es imposible revivir a Coltrane. No tenemos problemas de derechos civiles como él, no tenemos su parte religiosa.

¿La chilenidad es poner un título como “Ni chicha ni limoná” también?

—Cuando pongo los títulos no significan nada, pero es chileno igual. “Señorita buena presencia” (un título del segundo disco de Pancho Molina y los Titulares) se me ocurrió cuando pasé frente a un café con piernas y luego le dije “Pancho, este tema se tiene que llamar así”. Uno compone con sus contextos y sus estudios y nosotros recién en los ’90 hemos tenido acceso a lo que hay afuera.

Los verdaderos inicios de Carlos Silva, de hecho, no tienen que ver precisamente con el jazz.

—Tocaba en boites —recuerda—. Empecé a tocar a los diecisiete, en la Taberna Capri, el Bali-Hai, el Steak House.

¿Tocabas cumbias, entonces?

—Cumbias, cumbiones. Ahí era bailable. La escuela de “el que toca, toca”. Esa aprendí yo, como dice el (Cristián) Cuturrufo. Los viejos te tiraban bromas, te desprogramaban el teclado y uno era el pendejo tirado a barsúo. Tenía que ganar plata porque en la casa había que comer. Y además por rebeldía, de niño, que uno no quiere que le den plata.

¿Cómo era tocar con toque de queda y encima menor de edad?

—Me quedaba donde me tocara. Las minas se empelotaban en el camarín conmigo, yo no cachaba nada, era el niñito ahí, el Carlitos, el único estudiante y todos los otros tomando copete. De ahí viene “Tommy” —recuerda, en alusión al irresistible jazz cumbiero que grabó bajo ese título en el segundo disco de los Titulares, en homenaje a Tommy Rey, eminencia de la cumbia chilena—. Y de ahí vienen incluso los arreglos que hice para la primera Yein Fonda.

¿Cuando tocaron como Pancho Molina y los Dados Vuelta?

—No, eran Los Dados Cargados.


Carlos Silva Trío

Estreno del disco debut “Solo, dúo, trío”, con Carlos Silva (piano), Rodrigo Galarce (contrabajo) y Félix Lecaros (batería).

Sala SCD Bellavista.
Santa Filomena 110, Bellavista. 737 2813. www.musica.cl
Sábado 15 de noviembre.
21.00 hrs.
$1.500.

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