BERLIN.- Berlín rindió un sentido homenaje al ex presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en el 40º aniversario de su asesinato, con la "Misa" del compositor estadounidense Leonard Bernstein, interpretada por la Deutsche Symphonie Orchester, dirigida por Kent Nagano.
El concierto, que tuvo lugar la noche del viernes, fue seguido por miles de espectadores en el auditorio de la Filarmónica de Berlín y será repetido este sábado, fecha exacta de la conmemoración del luctuoso episodio ocurrido en Dallas (Texas) el 22 de noviembre de 1963.
Bernstein (1918-1990) compuso la ecléctica y hasta hoy controvertida obra, de dos horas de duración, por encargo de la familia Kennedy para inaugurar el teatro John F. Kennedy Center of Performing Arts, de Washington, en 1971.
La "Misa", que se apoya en el ritual aprobado por el Concilio Vaticano II (1962-1965), busca una unidad entre la música clásica y los ritmos de influencia afro-estadounidense, como el blues y el rock, así como los elementos afro-caribeños y de las comedias musicales ("West Side Story") de Broadway, con el uso de bongós, tambores y marimbas.
Los textos fueron tomados de la Biblia y de la liturgia católica, pero también se incorporaron pasajes en hebreo (como en el Sanctus o "Kaddish") y versos críticos modernos, compuestos por Stephen Schwartz (libretista del musical "Godspell"), Paul Simon y el propio Bernstein.
Sin embargo, la obra no fue concebida como una pieza litúrgica funcional, sino para poner sobre el tapete "la crisis de la fe, como la crisis central del siglo XX", según el compositor, nacido en el seno de una devota familia judía.
Tres grandes coros fueron integrados en la "Misa": el de la Radio de Berlín, el del Estado y la Catedral de Berlín, y el "Pacific Mozart Ensemble", de California (Estados Unidos), así como varios solistas, entre ellos, el tenor estadounidense Jerry Hadley y un niño (soprano) del coro de la Iglesia de la Santa Cruz, de Dresde (este de Alemania).
El público que colmaba la sala evocaba con absoluto recogimiento a John F. Kennedy, quien durante su histórica visita a la entonces dividida ciudad, en junio de 1963, y en el momento más álgido de la Guerra Fría, se ganara el corazón de sus habitantes al proclamar su célebre frase: "ich bin ein Berliner" ("soy un berlinés").