Los Bunkers en vivo: más que un homenaje
Marcelo Contreras 6/12/2003
La primera postal de Los Bunkers, su álbum debut, registraba fecha en 1965. Por pinta, sonido y actitud, ése fue el año en la era de la llamada Invasión Británica que la banda penquista escogió como punto de partida. Desde entonces, parecen continuar un trazado cronológico. La culpa, estrenado el jueves 4 ante un enfervorizado
Teatro Providencia, es un disco que huele a 1967 no sólo por las influencias tomadas del pop británico de los 60, sino también por el abierto homenaje que rinden a La Nueva Canción Chilena.
El olfato melódico sigue siendo el instinto de una banda que sólo tuvo un par de inconvenientes: la pobreza del audio, con una fidelidad que apenas superaba la calidad AM (¿otro homenaje?), y la torpe comunicación que entablan con el público. Es tan simple como que si no hay nada bueno que decir, mejor callar.
Si la música es tan elocuente como en su caso, palabras mal hilvanadas sólo estorban. A cambio, la banda ha mejorado notablemente su despliegue escénico. El vocalista Álvaro López encarna preciso la gestualidad del Mick Jagger de la segunda mitad de los 60 y el resto del equipo experimenta texturas como afanados químicos buscando la droga perfecta. La dosis actual es la más balanceada que han conseguido. El viaje que en vivo ofrecen termina en una simple y demoledora sonrisa.
